l l a v e a u n e n i g m a

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Los siguientes días no fueron tan agitados como el primero. Comencé a tener más noción de cómo funcionaban las cosas en el apartamento de Gerard y prácticamente empezaba a limpiar antes de poner un pie en la puerta. Teníamos una pequeña conversación cuando recién llegaba; el típico "hola, ¿Cómo estuvo tu día?" antes de que reuniera sus numerosos pinceles sucios y comenzara mi tarea. Gran parte del tiempo, Gerard estaba metido en su mundo, pintando furiosamente su nuevo diseño. Lo veía pintar a veces, mientras me paraba junto al fregadero de la cocina y dejaba el agua y la pintura pegajosa correr por mis dedos. La forma en la que se movía mientras agregaba color tras color, me maravillaba; sus brazos estaban abiertos y robustos mientras lo hacía, moviéndolos como si fuesen ellos una pintura también. Tiraba algo, como si fuese nada, luego se alejaba y admiraba lo que acababa de hacer. Sin embargo, había veces en que se acercaba tanto a su obra de arte salpicando y tocando finas líneas con su pincel, completamente absorto por el arte mismo, o por los vapores de la pintura que llenaban el cuarto. Sentía que iba a terminar drogado la mayoría del tiempo, con la fuerte esencia de todo lo que me rodeaba. Y había comenzado a beber más vino, la dura amargura ya no me alejaba, sino que me atraía. Me gustaba cómo se sentía el líquido entre mis mejillas, la forma en la que adormecía un poco mi lengua y hacía que mi boca se sintiese áspera horas después, aún si sólo había bebido un sorbo. No me emborrachaba tan a menudo, apenas terminaba un vaso de vez en cuando. A veces llegaba mareado a casa, pero creo que era más por los vapores de la pintura que por otra cosa. Cuando me quedaba a ayudar en el apartamento de Gerard sólo era hasta las 5, cada tarde. Mi mamá me estaba esperando en casa para cenar para ese entonces, y no quería emborracharme antes. Además, sólo podía hacer la demasiada limpieza en esas 2 horas sin que mi mente se abrumara con aburrimiento.

No sólo limpiaba sus artículos de arte, también su puto apartamento. Siempre tenía que lavar los trastes, que sólo consistían en taza tras taza de café y platos con restos de salsa de tomate, para poder tener libre el fregadero para poder lavar los pinceles. Levantaba la cosas de la mesa de la cocina también, poniendo los periódicos a reciclar o sobre el sofá donde a veces lo encontraba durmiendo cuando llegaba. Dormía gran parte del tiempo, agarrando una botella de vino y colocándola junto a él mientras se acurrucaba en su putrefacto sofá anaranjado. Cruzaba sus brazos sobre su pecho mientras dormía, girando su cuerpo hacia el respaldar del desgastado sofá. Se veía tan lleno de paz en esos momentos; como un niñito tomando su siesta. Sus ojos se mantenían quietos la mayoría del tiempo, excepto cuando comenzaba a soñar, podía ver cómo sus pupilas se movían hacia atrás y hacia adelante debajo de sus párpados. Su boca también se abría, su respiración entraba y salía profundamente. La mayoría de las veces estaba dormido cuando yo llegaba, siendo mi consistente golpeteo en su puerta lo único que lo sacaba de su sueño. Venía a la puerta con sus articulaciones aún rígidas y su voz ronca, con el sueño aún visible en sus ojos verdes mientras me saludaba para que entrara antes de regresar al sillón. Siempre tenía que mantener su puerta con llave, considerando el área en la que vivía. Bromeaba sobre darme una llave de su apartamento, pero yo insistía en que no la necesitaba. No me importaba golpear su puerta para despertarlo, porque así por lo menos él estaría consciente aunque sea en una porción de nuestros encuentros y así podía tener algún tipo de interacción humana con él.

Sorprendentemente, Gerard no hablaba mucho. Cuando no estaba dentro de su propio mundo, pintando o durmiendo, estaba cantando alguna mala ópera con todas sus fuerzas. Vagaba por su casa mientras lo hacía, sin tener nada de vergüenza por sus habilidades (o la falta de estas). Ni siquiera parecía notar que yo estaba en el cuarto cuando cantaba. Tenía que forzar mi boca para que se quedara callada y no riera, mientras su boca libremente se abría ampliamente, tanto que podía atrapar moscas. Aún cuando nunca lo dijo, no creía que él apreciara que yo me burlara de sus habilidades para cantar. Conociendo a Gerard como lo hacía, posiblemente me retaría a que me subiera con él y cantara, para ver si lo podía hacerlo mejor. Así que me quedaba callado y suprimía mis risas, especialmente cuando alcanzaba esas notas altas que podían hacer añicos al vidrio. Creo que lo más bonito de eso, es que él realmente creía que lo hacía bien. El hombre era un artista increíble, pero podía invertir en unas clases de canto, eso es seguro.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora