s o l e d a d - p r i m e r a p a r t e

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Estar en el apartamento de Gerard realmente me hacía sentir como si estuviera en mi propia casa. Había momentos en los que realmente se sentía como si hubiera vivido ahí toda mi vida. Sabía dónde estaban las cosas. Sabía que era raro y mantenía sus cuchillos en un cajón separado del resto de su otros cubiertos, cerca de la tabla de cortar. Sabía cómo funcionaba su vieja estufa; tenías que empujar la perilla antes de darle vuelta, y que el segundo mechero no funcionaba. Encontré sus ollas y sartenes y cocinaba con ellos, abría la nevera y tomaba lo que quisiera sin sentirme culpable o pedirle permiso. Sabía dónde guardaba las bombillas que eran sólo en caso de que una de las lamparas se fundiera y tuviera que remplazarla. Incluso sabía qué tipo de jabón usaba y qué olor prefería y compraba más de una vez en la tienda. Era sólo conocimiento básico y lo demostraba en consecuencia.

Me sentía tan orgulloso y fuerte al caminar a través de su puerta. Sentía como si el apartamento fuera mío también. Empezaba a caminar por él sin esperar a que me mostrara el camino, porque ya conocía el camino. Y la mitad del tiempo, ni siquiera tenía que preguntarle a Gerard adónde ir; sabía adónde, también. Ser líder era algo que nunca había hecho antes, ni siquiera en las casas de mis amigos. Cuando Gerard y yo no estaban juntos, hablando o teniendo sexo, yo era capaz de encontrar el camino de vuelta. No teníamos que hablar todo el tiempo, o estar juntos.

Cuando estaba con mis amigos, una gran parte del tiempo, forzaba mi mente para pensar en algo que decir. Me daba pánico quedarme en silencio, porque no debía pasar o sería mi culpa por no ser lo suficientemente interesante para mantener el flujo del diálogo. Por lo general, Sam nunca cerraba la boca, por lo que no tenía que preocuparse por ese tema. En torno a las nuevas personas, era una cuestión totalmente diferente. Me era muy difícil; mucho. Me sentía inferior y aburrido por no poder mantener una sencilla conversación. No era capaz de ir más allá de un '¿cómo estás?' sin sentirme incómodo en mi propia piel y la mayor parte del tiempo, prefería revertir a hablar del tiempo, así no sentía como si fuera un silencio total. Y honestamente, si tenía que volver el clima de Jersey una conversación principal, entonces estaba mal. El clima nunca ha cambiado. Con Gerard sin embargo, si no estábamos hablando, no nos esforzábamos por hacerlo. Simplemente no hablábamos; sólo estábamos con el otro y apreciábamos el silencio.

Tenía que admitirlo -me puso nervioso al principio. Pensé que las cosas se habían vuelto aburridas y que estaba cansado de mí. Gerard generalmente hablaba mucho, y no eran tonterías como con las que yo acostumbraba llenar el aire. Cuando decía algo, lo decía en serio. Era conmovedor y detallado, siempre importante. Cuando ese primer silencio se apoderó de nosotros, especialmente después de que empezamos nuestra relación, recuerdo que el pánico volvió a mí. Nunca había estado en esa posición antes, cuando era simplemente el chico que limpiaba sus materiales de arte y obtenía lecciones. No importaba que no siempre estuviéramos hablando, porque esa no era la razón de nuestras reuniones. Pero ahora que estábamos cogiendo, parecía como un aspecto muy importante el tener una conversación. Y me quedé helado. Mi lengua se sintió como un peso muerto en mi boca; un cadáver listo para ser cortado. Al tratar de hacer frente y seguir con vida, sucedía algo dentro de mí que era como si alguien pusiera un desfibrilador en mi caja de voz.

Empecé a hablar de nuevo, y a hablar mucho. Decía cualquier cosa que se me venía a la cabeza. Empecé diciéndole a Gerard acerca de una de las pinturas que vi en un libro cuando tenía siete años probablemente, y como no lo entendí. Sobre cómo odiaba el museo, ya que mi madre me había arrastrado ahí para reunirse con unos de sus amigos -no muchos, en realidad. Estaba bastante seguro de que le dije sobre el clima en ese fatídico día también, pero no podía recordarlo. No oía mis propias palabras salir de mi boca, que estaba hablando. Escupiendo detalles al azar. Le dije que nunca me habían gustado los museos, incluso cuando mi madre no estaba, porque prefería los viajes de estudios en la escuela que eran a los zoológicos y parques y otras cosas que involucrara animales -¿Él sabía que me gustaban los animales? ¿A él también le gustaban?- sólo seguía hablando. Era un poco triste, recordándolo, especialmente porque Gerard no estaba respondiendo a mucho, eso me hacía ponerme aún más nervioso. Pensaba que iba a desmayarme por la falta de aire debido a mi auto-conversación antes de que Gerard finalmente pareciera darse cuenta de que estaba muriendo.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora