Oía el distintivo ruido metálico de los cubiertos contra los platos de cerámica. Oía a mi madre suspirar y a mi padre aclararse la garganta, su puño cerrado apretaba contra su cara con severidad. Oía cómo la comida entraba en sus bocas y era masticada suavemente con los labios bien cerrados y luego tragada, consumida por el acto mismo de la consumición. Oía todo, y eso era lo único que podía hacer: oír. Mantuve mi mirada fija en el plato sin comer de ejotes, una rebanada de jamón jamón glaseado y arroz. Se veía horrible y sabía tan malo como parecía. Había una lata de refresco sin abrir, junto al lava trastes, que ni siquiera me había molestado por abrir. Por lo general, cuando llegaba a casa a la hora de la cena, tomaba una lata de refresco e incluso a veces la terminaba antes de que mi mamá sirviera la comida. Pero no esa vez. Ni siquiera tenía hambre. Y no quería limpiar los restos del fuerte vino que había consumido en el apartamento de Gerard ese mismo día. Todavía sentía el extraño y cosquilleante sabor de ese amargo jugo cuando movía mi lengua tratando de ver si podía descubrir alguna sensación diferente. Había odiado el sabor de la bebida que me habían servido, pero ahora la encontraba creciendo en mí. Igual que como Gerard lo hacía.
Fue completamente obvio para ambos, mientras estábamos en la puerta, con mis pies puestos en la luz oscura de su sala, que volvería al día siguiente. Cuando Gerard lo sugirió, con pocas palabras en medio la conversación, me puse muy nervioso. No sabía si realmente quería ir a la casa de un artista para ayudarle a limpiar, mientras bebía su lujoso vino. Simplemente no me parecía lo correcto. No obstante, cuando él me dio la opción, diciendo que todo dependía de mí; me sentí aún más nervioso. La primera vez lo tomé como una orden. Una declaración que no me daba opciones; eso fue lo que me puso nervioso. Necesitaba tener el control, al menos en algo. Necesitaba saber qué pasaría y no lo entendí cuando Gerard lo dijo la primera vez. Sin embargo, cuando dijo que no tenía que regresar si no quería, mi corazón dio un vuelco. Quería quedarse. Mi corazón sentía que pertenecía a ese sucio apartamento lleno de pintura. No me di cuenta de cuánto lo quería mi corazón, hasta que se lo quitaron. Y ahora podía controlar las cosas. Podía decidir si ir o no. Y sí quería. Pero aún teniendo el control, no tenía idea de lo que iba a suceder.
Ir mañana a la casa de Gerard, me hacía cagarme de miedo. No tenía idea ni de por qué exactamente, pero apenas pensaba en eso, sentía cómo mis manos comenzaban a sudar, cómo la sangre golpeaba violentamente en mis venas y cómo mi cabeza daba vueltas. Estaba preocupado por algo, pero no era como si pudiera tomarlo y arrojarlo a basura junto con todas las imágenes que giraban en espiral en mi mente. Sabía que tenía miedo de que alguien se enterara. Esa era una preocupación mayor. Si alguien -especialmente mis amigos-, se enterasen de que estaba yendo a la casa del artista gay, inmediatamente sería etiquetado como gay. No sería la primera vez que pasaría, pero no quería traer viejos recuerdos. Había pensado que la escuela primaria y la incomodidad de la pubertad habían terminado para ese punto. Tenía diecisiete años y ya no me parecía gracioso que alguien tuviese una erección en el medio de la clase de gimnasia de hombres. Ya había superado todo eso, pero no todo el mundo. El simple hecho de estar hablando con una persona gay, y además una mayor, era suficientemente malo. De repente me empecé a preguntar si alguien nos había visto juntos en el parque, sentados y hablando. Salvo que alguien se hubiese escapado de la escuela y me hubiese seguido hasta el parque. Era imposible. Estaba a salvo; por ahora.
Había otro aspecto sobre todo el asunto gay que apenas había tocado en mi cabeza. Sabía que si me juntaba con Gerard, la gente asumiría automáticamente que estábamos haciendo cosas juntos. O que él se estaba aprovechando de mí. Era el caso clásico de pedofilia. ¿Un hombre de 40 años se hacia de un chico de preparatoria el cual 'se ocuparia' de sus suministro de arte después de la escuela? Cuando me repetía la línea en mi cabeza una y otra vez, no sonaba para nada bien. E incluso hizo que me retorciera sobre mi asiento, sobre todo cuando pensaba en Gerard mirando y dibujando a los niños de la guardería en el parque. A simple vista, podía ser algo muy mal visto. Pero incluso si la situación se veía mal, sabía que Gerard no era así. Había conocido a ese hombre por solamente 2 días y en los primeros cinco minutos nos había revestido a mí y a mis amigos con pintura, a pesar de todas las palabras que pudiesen entrar en conflicto, sus emociones y gestos no concordaban con las de un pedófilo.
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1. the dove keeper (frerard) *traducción*
Fiksi PenggemarFrank es un muchacho de diecisiete años de edad que no quiere crecer y tiene pequeñas aspiraciones para cualquier cosa más allá de estar parado afuera de la tienda de licores local y emborracharse. Pero cuando conoce a Gerard, el viejo y conocido ar...