d e r o t o a d e s t r o z a d o

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La llave que Gerard había puesto en mis manos, parecía abrir todo. El pequeño objeto de bronce pesaba nada en la palma de mi mano, pero en realidad, sentí como si sostuviese al mundo en mi llavero. Previo a eso mi llavero era una triste y lamentable excusa para nada. Todo lo que tenía era la estéril llave de mi casa, y nada más, mientras que la mayoría de los chicos tenían por lo menos 2 o 3 llaves. Para establecer lo obvio, yo no era como la mayoría de los chicos. Mis padres aún seguían casados, por lo cual no tenía la necesidad de cambiar el juegos de llaves los fines de semana o días festivos. Así mismo tampoco movía mi perezoso culo para conseguir mi licencia de conducir, y parecía que no lo iba a hacer en el futuro cercano. Simplemente no me molestaba en aprender algo más, algo que interfiriese en mi mente junto con sus telarañas. No era en sí el acto de aprender lo que me molestaba, porque, después de todo, a eso iba al apartamento de Gerard. Iba a aprender de ese hombre, especialmente después de que sellamos nuestro trato. Era el acto de regurgitar todo lo que se suponía que había aprendido en un examen, teóricamente probando mi inteligencia, lo que no me gustaba. De hecho lo odiaba. Odiaba los putos exámenes. Siempre me bloqueaba, o los reprobaba, o simplemente no los hacía en general. Prefería no pasarlos a propósito que pensar que mi inteligencia me había fallado. Me gustaba pensar que era un chico inteligente, no un genio o algo así, pero que sí podía hacerlo. Tenía un promedio de sesenta en cada ordinario, por mi odio hacia los exámenes. Sin embargo asumí que aprender a pintar en el apartamento de Gerard, no incluiría ningún tipo de examen final. Pero tratándose de Gerard, nada estaba tallado en piedra, a menos que fuese una obra de arte que él mismo hizo. Incluso eso, era susceptible al tiempo.

Esta llave, sin embargo, de algún modo sostenía la respuesta a ese examen, si alguna vez venía, y me sentí tan importante y honrado de tan sólo tenerla en mi presencia. Significaba que podía ir y venir en cualquier momento que quisiese; de repente me hizo darme cuenta que no tenía que atenerme a los duros confines de ese horario de 3 a 5 que antes tenía. Podía ir en el momento que quisiera, no lo había hecho hasta entonces. Pero tenía el presentimiento que una vez comenzáramos con nuestras lecciones de pintura, Gerard sería incapaz de correrme de su casa. Se convertiría en otro hogar para mí, y con suerte, muy pronto, podría llevar mi guitarra y tocar esas notas que normalmente mantenía en silencio. Pero eso me tomaría un largo tiempo, considerando que justo después de tener la llave que parecía abrir todas las puertas, todo el mundo pareció cambiar las malditas cerraduras.

Fui a la casa de Gerard al otro día con demasiado entusiasmo. Tenía la llave de un apartamento que podía llamar mío, si no podía hacerlo totalmente, por lo menos podía hacerlo por las pocas horas que pasaba ahí. Incluso había ido a su apartamento un poco más temprano, mis ligeros pies prácticamente flotaron todo el camino. Pero cuando giré la llave en la cerradura y entré, me encontré con un Gerard durmiendo la siesta en el sofá, con una botella de vino a su lado. Suspiré con pesadez, decepcionado porque absolutamente nada iba a pasar ese día, aún si él se levantase. Para el momento en el que la conciencia finalmente lo golpeara, sería demasiado tarde para empezar algún tipo de aprendizaje. Así que tomé los pinceles y limpié la jaula del ave, hablándole suavemente a Van Gogh mientras hacía mis tareas.

Ese día realmente se sintieron como si fueran tareas. Quería hacer algo más, hacer algo creativo con tantas ganas, pero él se había quedado dormido. Lo había hecho muchas veces antes, pero eso era cuando yo no tenía nada creciendo en el fondo de mi mente. Y por lo general cuando yo llegaba y él estaba durmiendo, se despertaba. Se tenía que despertar para abrirme, pero ahora podía dormir sin importarle nada. Y Dios, Gerard tenía el sueño pesado. Aún cuando se me cayó una taza, que se agrietó y partió en grandes pedazos, el se negó en moverse en lo absoluto. Su tenue ronquido hacía eco en la habitación, únicamente conectándose con el arrullo incesante de la pequeña paloma. Me fui temprano ese día, hice todo mi trabajo, absolutamente aburrido y decepcionado más allá de lo imaginable. Y mientras cerraba la puerta detrás de mí, Gerard aún seguía durmiendo.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora