Durante los siguientes días, Gerard y yo hicimos muchísimas pinturas. Tan rápido como cuando el aplastaba su arte y yo la cerveza, mis días de solamente limpiar cuando estaba en su apartamento, se convirtieron en un recuerdo lejano. Ya no tomaba sus siestas de rutina, en lugar de eso me enseñaba sobre el arte con el que soñaba. Sobre nuestros pies, con los pinceles en la mano, la paleta a un costado, soñábamos juntos y consumíamos al arte enteramente, siempre pintando, siempre viviendo. Y si luego había que limpiar algo, los pinceles ya demasiado cubiertos con nuestro despertar artístico, Gerard estaba ahí, a mi lado en el fregadero de la cocina, ayudándome con una sonrisa en su rostro. La única parte de la limpieza con la que Gerard no me ayudaba (más bien, se negaba a hacerlo) era con la jaula de la paloma.
-"Me conoce"- me informó cuando le pregunté por qué yo era el único que tenía que raspar la mierda de pájaro del suelo de metal, cuando prefería estar pintando con él. -"Me ha ayudado y sé como sentirla. Tú no lo sabes aún. Es parte de tus lecciones. Tienes que aprender a ser libre como la paloma."- acarició las suaves plumas blanquecinas con sus elegantes dedos, su rostro hacia el animal, dócil.
En un principio, reí de su declaración, no podía decirlo en serio, en especial su última línea. Las palomas son símbolo de la libertad, pero esta estaba encerrada dentro de una jaula la mayoría del tiempo. ¿Cómo podía eso ser libertad? Las palomas reales -las que son blancas y sostienen un ramito de olivo en sus picos - se suponen que vuelan sobre las colinas y a través de las nubes del inmaculado cielo azul. No se suponían que estuvieran enjauladas en la casa de un hombre de mediana edad, con sus plumas del color de perlas sin lavar. Puede que las palomas hayan consagrado la libertad, pero ese concepto y esa ave parecían ser tan diferentes y contradictorias a la que Gerard sostenía entre sus dedos.
Cuando mi risa cayó en la habitación como un eco destrozado, miré al artista y vi su serio rostro mantenerse igual. Asintió su cabeza hacia a mí, moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, como el ave que admiraba. Mi risa concluyó y continué limpiando nuevamente, mis vasos sanguíneos estallaban bajo mi piel como capullos de rosas.
-"Me recuerdas mucho a una paloma"- me informó, momentos después, su voz saliendo de forma fresca y líquida, recorriendo mi cuerpo y mis oídos. Colocó al pájaro nuevamente en su percha, lejos de él, mientras se deslizaba a través de la habitación y hacia mí, con esta nueva paloma en su mente. Me tiró una astuta mirada, casi desafiándome a sacarle ciertas respuestas, cuando mis labios se sentían inmóviles en mi rostro. Continuó vagando hasta que finalmente se sentó en el sillón, tirando sus piernas sobre los apoya brazos y dejándolas colgar sin ritmo. Aún me miraba con ojos entrecerrados.
-"¿Lo hago?"- encontré mi voz y comencé a cuestionar, lanzándole una mirada escéptica.
No tenía idea de si era bueno o malo el ser comparado con esa criatura, o con cuál estaba siendo comparado. No tenía idea de si quería ser esa ave mítica de la que la gente dependía, o si quería ser esa encerrada en una jaula. Estaba empezando a enamorarme de la blanquecina paloma y de esas pequeñas peculiaridades que tenía, al igual que Gerard, pero no podía suponer que ese era el significado detrás de las palabras del artista. Ya no era capaz de adivinar sobre asuntos de tanta importancia, especialmente con Gerard. No necesitaba hechos fríos y duros -esos eran horribles y pocos creativos. Solo necesitaba una base en donde poder formar mi opinión, y con la mente cambiante de Gerard, era como estar parado sobre un lago congelado a punto de quebrarse. Ya podía sentir la frialdad en el aire.
-"Sí,"- asintió, su rostro tomando una postura placida y pensativa. Chasqueó la lengua, descifrando cómo quería continuar con la siguiente frase. Miró sobre su costado, la luz del sol arrojando un resplandor sobre su pálida piel mientras sus labios exhalaban las palabras que su mente había creado.
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1. the dove keeper (frerard) *traducción*
FanficFrank es un muchacho de diecisiete años de edad que no quiere crecer y tiene pequeñas aspiraciones para cualquier cosa más allá de estar parado afuera de la tienda de licores local y emborracharse. Pero cuando conoce a Gerard, el viejo y conocido ar...