e l a r t e d e l s e x o - p a r t e d o s : c o l o r e s

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Éramos bastante buenos haciendo arte con nuestros cuerpos; siempre estábamos practicando. Era la manera en que Gerard tomaba mi mano tan pronto entraba al apartamento, o el cómo decía su nombre, siempre volvíamos a la forma más primitiva y básica: el sexo. Estuviéramos desnudos en el suelo, en su cama, o incluso contra la pared, con uno de los dos jadeando y murmurando algo incomprensible mientras el otro penetraba. Logré ganar más seguridad, mientras él ganaba más resistencia, e incluso empezábamos a intercambiar de posición a mitad del acto, sólo para cambiar las cosas. A Gerard le gustaba ver las obras de arte desde diferentes puntos y le daba diferentes significados. Cambiar de posiciones era su manera de hacerlo. Hacía una nueva imagen con un nuevo significado. Ahora estábamos durmiendo en el otro extremo de la cama.

Todo parecía llevarnos siempre a tener sexo. Podíamos estar haciendo la tarea más mundana y de una estábamos uno encima del otro, con nuestras caderas estrellándose entre sí, dura y lentamente. Nuestra forma de tener sexo siempre cambiaba un poco cada vez, nuestras lenguas encontraban un nuevo lugar de placer, probaba una nueva área o teníamos una posición diferente. Él era el de las ideas sobre las nuevas posiciones, mi mente inexperta no sabía nada sobre sexo gay antes de venir aquí, me dejé contemplar un poco. Algunas de las posiciones que sugería eran incómodas, para mí y para él, pero cuando ponía sus manos sobre mi cintura, tranquilizándome, todo se volvía bueno. Había algo en sus manos que me daba seguridad cuando las ponía sobre mí. Siempre estaban cálidas, eran mucho más grandes que las mías, y me apretaban fuertemente. Sus dedos se extendían a lo largo de mi suave piel, masajeando, y atrayéndome a él con su palma. Me dejaba llevar a nuevas aventuras. Descubrí cuánto podía doblarme. No sabía que podía ser tan flexible, tan elástico. Y aún así seguía siendo hermoso, según Gerard.

Estaba seguro de que ya habíamos tenido sexo por casi todas las superficies del departamento. Cuando la semana recién empezó, el piso y la cama -o cualquier superficie horizontal- mantenían todo nuestro interés y concentración. E incluso, en un punto, lo hicimos en la mesa de su cocina, después de haber cenado lo que preparó para mí. Rápidamente, el entorno horizontal dejó de ser interesante. Éramos insaciables, y cambiamos de lo horizontal a lo vertical. Las paredes nos llamaban, y sin decir ni una sola palabra, estábamos frente a ellas, apoyándome como lo había hecho en la ducha la noche anterior en la que sobrepasamos todo lo que estaba a nuestro alcance. Gerard era siempre el que me sostenía; yo no era lo suficientemente fuerte como para cargarlo. En mi espalda a veces se incrustaban pedazos de pintura por la posición en la que estábamos, pero no me importaba. El arte cubría sus paredes, y como éramos arte en sí, lo cubríamos, y nos consumía también

Nos reíamos la mayoría del tiempo mientras teníamos sexo, de cada acción despreocupada e inocente, o incluso seductoramente. Una vez, cuando me había apoyado contra la pared, Gerard dejó caer el lubricante cuando estábamos a punto de comenzar. En vez de maldecir y quejarse de lo tenso que estaban sus brazos, nos reímos y empezó a besar mi cuello lentamente. Nos dirigimos hacia del sofá, recogió el lubricante y nos preparamos para iniciar de nuevo. No sentíamos urgencia cuando teníamos sexo. Si algo salía mal, lo arreglabamos. Habíamos tenido otros incidentes como el del domingo pasado, cuando Gerard no pudo tener una erección, pero tratamos de no entrar en pánico. Cuando pasaba era yo quien lo penetraba, o simplemente no teníamos sexo. Aunque el no tener sexo era algo raro en nosotros. Ya no hubo más, o por lo menos no muchas discusiones sobre la edad, el miedo o la culpa. Sólo teníamos sexo y tratábamos de no detenernos demasiado en las cosas. Gerard ni siquiera me había dado muchas lecciones. Todo era más centrado en el arte, centrado en los placeres, y a la vez, suponía que eso era una lección en sí. Había algo que hacía que valiera la pena vivir en éste mundo; no todo era malo, y él trataba de mostrarme eso. La mayoría del tiempo sólo nos divertíamos, y parecía ser algo que ninguno de los dos habíamos experimentado en mucho tiempo.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora