31- Hablemos

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Los días habían sido pesados para sobrellevar.
Había hablado apenas con el equipo de volley sobre ello, mayormente con Fuko, ya que a pesar de ser quién más le regañaba en el grupo, también había estado a su lado desde el primer año y era a quién más confianza le tenía en aquel momento.

Quizá Akaashi podría escucharla, pero creía que ella también continuaría analizando lo sucedido, y realmente, no quería que ella la viera tener una de sus catarsis como lo hacía su psicóloga. Porque, si, su madre la había estado acompañando a sesiones de asistencia profesional después de los primeros días en que el almuerzo había regresado intacto a casa y Bokuto apenas salía de su recámara estando en casa.
En casa, las cosas no estaban yendo tan bien.

Justamente, después de haber estado evitando toparse con Akaashi -otro de los temas que no estaba yendo tan bien- eludiendo asistir a las prácticas, había terminado escondida entre las escobas y trapeadores del aula de mantenimiento dentro del gimnasio.

No podía volver a casa temprano, porque su madre seguía en Tokio e iba a preguntar por qué no estaba en el club. Darle otra preocupación no estaba en sus planes, así que buscó un lugar seguro y no tan alejado para quedarse, optando por el pequeño salón de mantenimiento.

Todo marchaba de maravilla, ella miraba cosas sin sentido en su teléfono o jugaba un poco con las aplicaciones instaladas mientras la práctica terminaba y luego volvía a casa. Ninguna de las chicas le decía nada cuando la veían al finalizar la práctica y estaba agradecida por eso.

Esa había sido su rutina por algunos días, y todo iba viento en popa, claramente, hasta que escuchó ruidos desde dentro del salón.
¿Había ratas en aquel pequeño lugar?

Buscó el sitio de donde provenía el sonido, tenue y pausado, casi imperceptible entre los sonidos del gimnasio.
Alcanzó un trapeador, tanteando con el hasta que logró darle a algo que se movió.

Ahí escondida entre las colchonetas, unos ojos grises la miraron soñolientos.

-¿Akaashi?
Preguntó bajando el mango de madera.

La morena tardó unos segundos en lograr enfocarla en su línea de visión.
El pómulo se había aclarado un poco, pero la marca del moratón seguía pintada en su rostro.
Sin embargo, aunque hubiese estado más adormilada, la hubiera reconocido solo con la silueta.

-¿Bokuto-san?
La albina continuaba con el trapeador en la mano mientras Akaashi conseguía sentarse contra la pared, su mejilla marcada por haber pasado tanto tiempo contra las colchonetas.

-¿Qué se supone que haces aquí? La práctica está casi por terminar.
Preguntó la de melena oscura.
La albina se encogió de hombros
-¿Me golpeaste con un palo?

Bokuto miró en todas direcciones, dejando de lado su arma y disculpándose repetidamente.
-¡Lo siento!- Hizo una pequeña reverencia -No sabía que estabas aquí.
La morena parecía genuinamente desorientada. ¿Enserio estaba durmiendo en la bodega de limpieza? No lo hubiera creído de no estarlo presenciando con sus propios ojos, pero lo que en verdad le intrigaba en aquella situación era ¿Por qué?

-¿Has tenido un mal día?
Se animó a preguntar, mordiéndose la lengua internamente apenas había terminado.
¿Con que derecho se lo preguntaba cuando ella había estado evadiendo esas conversaciones?

Dejó de mirarla, clavando sus ojos en el suelo y jugando con sus dedos.
-No tienes que responder, si no quieres.

-No han sido buenos días, supongo.
Respondió la morena, espabilandose apenas, mientras se frotaba los ojos.

Bokuto volvió a mirarla, esta vez era Akaashi quien tenía sus pequeños orbes grisaseos puestos en otra parte.
¿La estaba pasando tan mal?

Aún con la tenue iluminación, podía ver las marcas oscuras bajo sus ojos.
¿Aquello era causa suya? ¿Había alguna otra situación por encima? ¿Que tal si su amiga estaba pasándolo peor que ella?
Sintió el corazón encogerse.

Akaashi en realidad no parecía molesta. Estaba evidentemente cansada, terriblemente agotada.
Parecía que en cualquier momento caería nuevamente sobre la superficie de las colchonetas y no podría despertarla nunca.

¿Eso era de alguna forma su culpa?
No sabía que pensar, pero verla así conseguía sacarla de su enajenamiento.
Quizá no era el fin del mundo. Quizá debía salir de ese estado de animo y buscar otras alternativas además de escapar cada que podía a su realidad.

Era tiempo de sacudirse el polvo y continuar. No podía cambiar lo sucedido, pero revictimizandose no conseguiría nada tampoco.

Al levantar la mirada, Akaashi seguía estando frente a ella, en completo silencio.
Probablemente, comenzar con recuperar su amistad sería un gran paso.

Tragó con fuerza el nudo en su garganta, empezando a hablar con suavidad.
-Siento haber estado evitandote- Se disculpó -No quiero hablar de lo que pasó, así que pensé que si no teníamos contacto por un tiempo, simplemente todo pasaría...
Hizo una pausa, suspirando pesadamente.

-La verdad es que quiero estar contigo desde entonces, pero temo tener una crisis estando juntas- Miró al piso con una expresión molesta -Me enoja mucho no poder hacer las cosas que hacíamos antes de todo esto.

Infló las mejillas. Ni el serio discurso lograba cambiar el aura adorable de la albina. Ni siquiera un poco para Akaashi.

-También lamento haber insistido tanto cuando era evidente que no querías hablar aún. Lo siento.

Bokuto le dio media sonrisa, aun con la mirada clavada en el suelo.
-Akaashi...
"Aún me gustas" "me gustas muchísimo" intentaba articular, pero no conseguía que sus pensamientos se convirtieran en palabras.
-Tú... ¿Quisieras venir a mi casa?

Se palmeó mentalmente, al no conseguir formar una oración de tres palabras tan simples.
Pero, contrario a la batalla mental que estaba teniendo consigo misma, la pelinegra sonrió. Sus bonitos ojos grises resplandeciendo como en mucho tiempo no había visto.

-Me encantaría, Bokuto-san.

La calidez que habían tenido siempre comenzó a extenderse entre ellas, una sensación que aseguraba que todo iba a mejorar.

-Y... ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que estarías en la práctica.
Preguntó la de mechones, con mucha más confianza.
-No he podido dormir en los últimos días.
Le respondió Akaashi, jugando con sus dedos. Bokuto comenzaba a darse cuenta de que tenía ese hábito y le parecía gracioso. Hasta Akaashi tenía sus manías.

Estaba a punto de comentarlo cuando una cabellera larga y castaña entró por la puerta, quitándole las palabras de la boca.
-¿Qué hacen las dos aquí?- Miró de Akaashi a Bokuto, luego una pequeña sonrisa se asomó por sus labios -Bueno, creo que no importa. La practica ya terminó.
Tomó una de las escobas antes de regresar a la parte principal, pero no sin antes mirar sobre su hombro a Bokuto.
-¿Estás bien?
La de mirada dorada asintió, siendo observada por Akaashi.

El silencio se hizo presente una vez que estuvieron solo ellas, mucho menos incómodo que las veces anteriores.
-Tengo que llamar a mi madre para avisar que llegaré tarde.
La otra asintió.

-Por cierto, mamá sigue en casa- Se encogió de hombros -Puede no ser el mejor momento pero... Podrías... conocerla...

Los labios de Akaashi se curvaron, apenas perceptiblemente. Una extraña sensación recorriendo desde su estómago hasta su pecho.
-Me encantaría

La albina apenas pudo evadir su mirada, intentando ocultar el sonrojo en sus mejillas. Como si sutilmente hubiera dicho algo de más.
Pero para Akaashi, más que la diminuta sonrisa reprimida de la otra, el brillo indescriptible en sus orbes dorados decía mucho más de lo que las palabras que podrían haber sido expresadas por la albina.

Conocer a la enigmática madre de Bokuto por fin. La primera vez había estado cerca de verla, estaba en shock, al punto que no podía recordar si tenía el mismo pelo bicolor o era completamente albina como su marido. Nadie podía culparla, después de todo, era quién había tenido que proporcionar muchas explicaciones esa noche.

Quizá no era un tema muy serio el conocer a la madre de una amiga, pero tanto Bokuto como ella sabían que no era el caso común cuando se trataba de ambas.
Podrían haber pasado un tiempo separadas, pero eso no aligeraba el peso de lo que habían estado maquilando con anterioridad.

Hug me [BokuAka] Genderbender TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora