El lugar era mucho más familiar de lo que había esperado.
Había sido su lugar de juegos los sábados por la tarde cuando era niña, pero jamás imaginó que a casa de la abuela donde había crecido se convertiría en su hogar.
Su habitación ahora era el doble de grande y ni siquiera la enorme cama conseguía quitar la sensación de vacío que le inundaba al ver tanto espacio.
Se había acostumbrado a la comodidad de los espacios pequeños, pero no podía quejarse. Tendría que buscar una forma de rellenar aquellos huecos gigantescos que sus pertenencias no lograban llenar.Suspiró una vez más, levantándose de la cama y alisando su vestido para estar presentable en la cena.
Poco faltaría para que Bokuto y sus padres llegaran, así que tenía que terminar de vestirse antes de que el timbre sonara en la entrada.
Se miró al espejo, tocando el borde de encaje sobre sus piernas desnudas.
Nunca había podido usar algo tan corto fuera de la escuela y los entrenamientos desde que había sido abusada.
Dejó escapar el aire repentinamente, dándose cuenta de que había hablado para sí misma por primera vez del tema sin censurarse.Le tembló la mandíbula, pero la sensación de satisfacción llenó por completo su pecho.
Se veía realmente linda. Se sentía realmente linda con los muslos descubiertos, sin ninguna pena de ello.El broche dorado de su cabello seguía en su lugar, asomándose coquetamente de entre las pequeñas ondulaciones de los rizos.
Se colocó una ligera capa de brillo sobre los párpados y gloss en los labios. Se sentía satisfecha con la imagen que le devolvía el espejo.-¡Keiji!
Llamaron a la puerta de su habitación
-Adelante
Dijo casi al instante, girando hacía la puerta que era arrastrada con lentitud para abrirse.
Delante de ella, su madre lucía el vestido más bonito que le había visto usar en sus 16 años de vida.
-¿Cómo se ve?
Preguntó con brillo en los ojos la joven mujer, sus pendientes sobresaliendo del bonito recogido que se había hecho en el cabello.
-Creo que Kentaro y Takafumi-sama tienen suerte de tenerte.
El sonrojo y la risita infantil brotaron de su interior con naturalidad, delantando su emoción.-Es la primera vez que uso algo de una diseñadora- Dijo mirando el vestido por cada ángulo que le era posible -Fumi lo ha enviado ayer junto a una caja de rosas de jabón.
Le sonrió mientras acomodaba algunos mechones sueltos del cabello de Keiji.-Te ves preciosa.
Dijo con un tono sincero, apretándole los hombros con una sonrisa de ánimo.
-No hay nada que temer, ¿De acuerdo? Tu padre y yo vamos a apoyarte.Akaashi asintió, tomando una bocanada de aire.
-¿Conseguiste ponerlo en una caja?
La morena miró hacía su escritorio la pequeña caja de terciopelo negro. Haciendo una afirmación con la cabeza.
-Le va a encantar.Le animó, dando unos pasos hacia atrás.
-Los invitados no tardarán en llegar.
Se quedó junto a la puerta, esperando por si su hija necesitaba alguna cosa antes de volver al salón principal.-Estaré lista.
Intentó sonreírle, pero los nervios se habían instalado en ella y solo pudo ofrecer una retorcida y seria expresión.Hatsu cerró la puerta corrediza, y Akaashi se quedó sola nuevamente, mirando la cajita sobre el borde del escritorio, expectante.
Si, estaba convencida de hacerlo. Pero eso no le quitaba los nervios.
Fue a recostarse nuevamente en la cama, invadida por la ansiedad de la espera y los pensamientos volátiles sobre posibilidades acerca de como podría reaccionar Bokuto.
Ella lograba leerla tan bien, que sin duda podía escuchar el sonido alargado de la letra "a" en su apellido saliéndole del pecho mientras moqueaba, pero una espinita de incertidumbre en su cabeza pinchaba en la posibilidad de ver el desagrado de su padre y los otros invitados mientras abría su corazón.
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Hug me [BokuAka] Genderbender TERMINADA
Fanfiction¿Y si fueran chicas? Bokuto era feliz con su vida, al menos hasta que Konoha le insinúa que no tiene amigas fuera del club de volley. Akaashi tiene un propósito claro después de haber ingresado a Fukurodani: Recuperar su vida. He aquí la historia de...