44- Amor de padres

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Llegar a casa debía parecer un alivio, pero estaba lejos de serlo.
Bokuto descansaba sobre el reposet de la sala con una compresa fría sobre el rostro, su madre haciendo llamadas desde la cocina en voz baja.

Unas horas habían pasado y la hinchazón de su cara parecía disminuir, dejando entre ver una silueta oscura color rojo sobre el pómulo. Seguramente se oscurecería mientras más pasará el tiempo.
No se veía tan mal como al momento de tener la reciente hinchazón, pero seguía teniendo los signos tatuados notablemente en su piel.

Se preguntaba si la práctica habría terminado mientras miraba el techo de la sala.
¿Las chicas ya lo sabrían?
Iba a morderse el labio pero al mínimo movimiento su piel protestó.
Quizá el bullicio en Fukurodani ya habría hecho llegar el rumor hasta el equipo de volleyball.

¿Qué pensarían los demás? ¿Qué dirían sus amigos cuando llegara al día siguiente con aquel desastre encima?
Ya no podía faltar, perdería el año si volvía a quedarse recluida en casa.

Mentirle a sus compañeros con su ausencia después del incidente del vestidor era una cosa. Justificar el por qué llevaba la cara como Rocky después del tercer round era otra.
Había un límite para faltar a los entrenamientos, no podría ir al campamento o a las competiciones ni siquiera con las buenas notas que había obtenido.
Kuroo podría ayudarle a estudiar, pero tampoco hacía milagros. No haber asistido a clases ya la había retrasado, si no comprendía el resto de las materias, sería peor con matemáticas.

¿Debía decir lo que había pasado? Podría traerle muchos más problemas, al fin y al cabo, estaba ahí gracias a que su madre había hablado de más, o eso era lo que creía.
Takafumi no le había dirigido la palabra después de eso, se había recluido en su habitación con el teléfono en la oreja hasta que este perdió por completo la batería, obligándola a salir a buscar el teléfono de la cocina, donde había pasado las últimas tres horas hablando en chino sobre algo que Bokuto no lograba entender.

La albina suspiró ¿Que había dicho exactamente en esa entrevista?
Hablar le había costado el rostro está vez ¿Debía acaso quedarse callada de nuevo?
¿Qué pasaba con Furita? Cada día se convencía más de que algo horrible tenía que sucederle en la vida para que actuara de esa manera.
Había dicho que no iba a poder terminar el año en la academia, pero siempre podía vigilarla desde fuera. ¿Qué tal si en uno de sus ataques de locura la acorralaba en algún callejón yendo camino a casa? ¿Qué si su padre, que al parecer estaba tan desquiciado como él, tenía un arma? Estaban prohibidas en Japón, pero el ya tenía cargos en su contra.
La migraña apareció nuevamente, demasiado pensar.

Sin darse cuenta, un auto se estacionó en la entrada, apagando con normalidad el motor y haciéndose camino hasta el pórtico.
La chica miró el reloj con pánico. Eran las 6:12 para entonces. No podía ser el abogado, si había aparcado en la cochera, tenía que ser su padre.

Hizo el amago de subir por las escaleras a hurtadillas, buscando irse a su habitación para que su padre no la viera cuando escuchó el traqueteo de la puerta, pero se petrificó en el primer escalón cuando los pasos de su madre vinieron desde la cocina.

Tenía el teléfono en la mano y la miraba con detenimiento.
—¿Qué estás haciendo?
Le preguntó sabiendo perfectamente que iba a esconderse en su recámara.

—No quiero que el me vea. Va a preocuparse.
Takafumi se acercó con lentitud, dejando el teléfono en el sofá y tomándole con cuidado por los costados de la cara.

—No es tu culpa ¿De acuerdo?
Limpió con los dedos las lágrimas que habían resbalado repentinamente por su costado intacto.
La albina agachó la mirada, sorbiendo por la naríz y escuchando el tintineo de las llaves en la puerta.

Hug me [BokuAka] Genderbender TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora