Lámpara en la oscuridad: llevando el testimonio de Jesús a quienes buscan la luz

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"Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohíbas, porque el que no está contra nosotros, por nosotros está".

(Lucas 9.49-50. Reina-Valera, 1995).

La verdad no puede ser desvanecida de la mente. Uno puede intentar distraerse con vanidades o incluso huir de ella, pero el cuerpo siempre encontrará la manera de revelar la realidad que tanto se rechaza. Aunque un hombre procure escapar, no puede borrar las huellas que la verdad deja en su conciencia, ni volver a las sombras, así como tampoco puede cegarse una vez que sus ojos espirituales han sido abiertos. Del mismo modo que una mariposa no puede volver a ser oruga tras haber desplegado sus alas, el hombre no puede negar lo auténtico una vez que ha recibido el don del conocimiento.

El poder de la revelación transforma la naturaleza de quien antes caminaba en tinieblas, alineando sus prioridades con la verdad absoluta. Quien es confrontado por la gloria del Señor renuncia a sus viejos hábitos ante el fulgor de la santidad y elige ser guiado hacia la perfección de la fe. Sin embargo, quien retrocede nunca ha conocido auténticamente esa verdad, pues, al ser comprendida, provoca un cambio irreversible al revelar una realidad superior que trasciende lo instintivo y lo material.

Los apóstoles habían visto a "uno" que echaba fuera demonios en el nombre del Señor, pero ¿quién era este "uno"? En el libro de Lucas, se menciona: "me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribirte por orden, excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido". (Lucas 1:3. Reina-Valera, 1995).

Si seguimos el orden cronológico del libro de Lucas y nos mantenemos fieles al texto, es plausible que este "uno" que expulsaba demonios, pero que no estaba entre los discípulos, se refiera al endemoniado de la tierra de los gadarenos. Este hombre había estado poseído durante mucho tiempo, viviendo en condiciones inhumanas y habitando en los sepulcros. Cuando se encontró con Jesús, el Señor, al verlo, le ordenaba al espíritu impuro que saliera de él. Esta poderosa historia se narra en Lucas 8:26.

El hombre endemoniado, al igual que el prisionero del mito de la caverna de Platón, no puede regresar a su antigua vida una vez que se le revela la verdad. La profundidad de su milagro hace que retroceder sea imposible. Al recobrar su juicio, se da cuenta de las condiciones inhumanas en las que vivía y le pide a Jesús que le permita quedarse con él. Sin embargo, Jesús le responde: "Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo". Desde ese momento, el hombre comienza a difundir en toda la ciudad las maravillas que Jesús había realizado en su vida. En Marcos 5:20 se menciona: "Y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban".

Es posible que se hayan vuelto a encontrar, pero ahora lo harían de una manera diferente. La transformación del endemoniado fue tan radical que se volvió irreconocible. Cuando Juan le dice a Jesús que hay "uno" que echa fuera demonios en su nombre, el Señor responde: "El que no está contra nosotros, por nosotros está". Marcos 9:39 añade: "No se lo prohibáis, porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre que luego pueda hablar mal de mí". Aunque el endemoniado deseaba seguir a Jesús, el Señor tenía otros planos para él. Por eso, no se unió a los discípulos cuando se lo propusieron; anteriormente, Jesús le había encomendado una misión, que él entendió y fortaleció con compromiso.

Cuando Juan menciona al "uno" que echa fuera demonios, se refiere a una categoría específica, ya que así fue como se manifestó el amor de Dios en el endemoniado. Su agradecimiento y compromiso se tradujeron en compartir con otros lo que el Señor le había otorgado. Imaginen cuántos hombres fueron liberados gracias a él; su potencial era inmenso y no debía ser desaprovechado. Si el demonio lo llevaba al desierto para que viviera en el anonimato, el poder de Dios lo impulsaba hacia las multitudes, donde su don podría florecer. Así, la única estrategia de Satanás para limitar su potencial era mantener en esa condición.

La principal táctica del enemigo es desanimarnos, haciéndonos sentir incapaces de alcanzar lo que Dios ha propuesto para nuestras vidas. Busca aislarnos de Dios para controlar nuestra mente; sin la luz que nos guía, podríamos llegar a creer que la oscuridad es nuestro destino. Sin embargo, es crucial entender que la palabra capaz de cambiar vidas es aquella que vive en nosotros. Lo que transforma a otros no es solo la información que poseemos, sino lo que hemos superado y aplicado en nuestra propia vida.

Recuerdo un relato en el que varios hombres de fe intentaron ayudar a un alcohólico. Le llevaban evidencias científicas sobre los efectos perjudiciales del alcohol, conversaban y pasaban tiempo con él, pero nada parecía funcionar; el hombre continuaba con sus viejas costumbres. Fue solo cuando un ex alcohólico, ahora caminando en la fe, se acercó a él que algo cambió. Nuestro testimonio tiene el poder de incentivar a otros a transformar sus vidas. A veces, debemos atravesar experiencias difíciles que, aunque dolorosas, se convierten en bendiciones para los demás. Nuestra propia historia puede alertar e inspirar a otros a perseverar en la fe en Jesús. Ver a alguien en la misma situación que una vez enfrentamos despierta una empatía genuina y el deseo de ayudar, ya que nos recordamos a nosotros mismos en su lucha.

Como se menciona en 2 Corintios 1:3-4: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios". A través del dolor, encontramos identificación con los demás y, gracias a la consolación divina, podemos ofrecer nuestro apoyo. C.S Lewis lo expresa de manera elocuente: "Los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos". Si no tuviéramos debilidades, no podríamos apoyarnos mutuamente, pues caemos para ayudar a otros a levantarse, ya que conocemos bien la sensación de caer.

La transformación del endemoniado nos enseña que la verdad se compone de tres fases:

1. El deseo de encontrar: "Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá". Nadie puede encontrar la verdad sin la voluntad de buscarla. Como dice Trinity a Neo en la película Matrix: "La respuesta la encontrarás por ahí. Te está buscando. Y te encontrarás siempre que lo deseas".

2. La decisión de aceptar: los que cuidaban a los cerdos, al atestiguar la verdad, huyeron porque se aferraron a su paradigma, pidiéndole a Jesús que se marchara por miedo a las pérdidas materiales. No querían comprometerse a cambiar, pues valoraban más sus ganancias que su libertad espiritual. Este escenario es similar al mito de la caverna de Platón, donde el hombre libre que regresa a salvar a los prisioneros encuentra resistencia, incluso violencia. Del mismo modo, el hombre rico, al descubrir la verdad, optó por regresar a su hogar, ya que la verdad requiere desprenderse de nuestras comodidades intelectuales y materiales, algo que no todos están dispuestos a hacer. Así, muchos pueden conocer la verdad, pero no todos están prestos a amarla. Como explica el Señor en la parábola de la red: "Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge todo tipo de peces" (Mateo 13:47, Reina-Valera, 1995). Esto enseña que el reino de los cielos es accesible para todos, pero habrá una separación final. En él conviven tanto el bien como el mal a lo largo de la historia humana, pero llegará un momento en que solo aquellos que han buscado y vivido conforme al Reino serán finalmente aceptados, mientras que quienes no lo hicieron serán apartados.

3. Compromiso de ejercer: la responsabilidad de compartir la verdad revelada es innegable. Aquellos que han experimentado una revelación están respaldados por su nueva conducta. Aunque quienes los conocen puedan rechazarlos, no pueden negar el cambio que han experimentado. El hombre que ha tenido un encuentro con Jesús reproduce en otros lo que Jesús hizo en él, pues sus acciones son un reflejo de la verdad que ha recibido. Una vez que uno se compromete con la verdad, actúa en consecuencia, y tiene la autoridad para influir en la vida de otros, porque el Señor lo ha transformado.

Esto nos ayuda a comprender mejor la parábola de la lámpara en Lucas 8:16: "Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz". Esta enseñanza nos recuerda que el Señor nos enciende para que iluminemos a aquellos que viven en la oscuridad.

Gloria a Jesús

Un café con Dios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora