Rachel Black creyó tener una vida perfecta: un novio ejemplar y padres talentosos e importantes para la élite de Londres; sin embargo, los oscuros secretos que aquellos guardan la posicionan en un ambiente de mafia, corrupción y parafilias sexuales...
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Por mi se va hasta la ciudad doliente, Por mi se va al eterno sufrimiento, Por mi se va a la gente condenada, La justicia movió a mi alto arquitecto. Hízome la divina potestad, el saber sumo y el amor primero. Antes de mí no fue cosa creada sino lo eterno y duró eternamente. ¡Dejad los que aquí entráis, toda esperanza!
— La Divina Comedia, Dante Alighieri, 1304, Italia. Canto III, El Infierno.
"Busca la libertad, don tan preciado como sabe quién por ella dé la vida." dijo mi madre citando a Dante, durante sus últimos días de vida, hace ya tres otoños, había leído a Dante tantas veces y seguía sin comprender muchas cosas hasta que las tenía frente a mí ¿Qué podía comprender a los catorce? ¿Qué puedo comprender después?
Tiré de mi maleta con furia mientras la fría noche me golpeaba la cara, me limpié las lágrimas con el mismo furor que el viento y compré un boleto con destino a Manchester, justo había llegado a la estación antes de que tuviera que esperar por otro transporte, me apresuré al acceso, no soporto estar más tiempo en Liverpool, fue mala idea, lo sabía y no lo entendí.
— ¡Will! ¡Will! — una elegante mujer me persiguió por el andén, la ignoré mientras sentía la sangre subir de manera hermética a mi cabeza - ¡Will! ¡Will! - cuando estuvo cerca, tiró de mi maleta.
— ¿Qué mierdas quieres? ¿No crees que ya vi suficiente?
— Will, tenemos que hablar.
— Tú y yo ya tuvimos una última conversación, quédate con ello y déjame en paz.
— No te vayas así.
— ¿Tú lo vas a impedir? Suelta mi maleta y déjame ir antes de que pierda los estribos.
— Will, por favor, fue un error.
— Sí, sí Mariana, tú y yo fuimos un puto error, lo veo, lo entiendo y paso de largo, se acabó.
— William, por favor — lloriqueó mientras tiraba de la maleta —, no te vayas así, por favor, te lo suplico, me equivoqué.
— No, Mariana, el que se equivocó fui yo, contigo, Liverpool, los amigos, todo, fue un error, no se volverá a repetir, suelta la maleta ¡Ya! — respingó liberando la maleta —, no quiero volver a verte y si sucede, será una trágica coincidencia, aléjate de mí - me giré para abordar.
— ¡William! ¡William! ¡Por favor! — dicen que el amor todo lo perdona, pero no estoy de acuerdo, soy un fiel creyente de que cuando se ama, no se hiere y yo había recibió constantes muestras que no implicaban amor. Tomé asiento y miré por la ventanilla cómo los guardias de seguridad evitaban que Mariana subiera al tren, miré mi boleto de avión a Londres y respiré profundo, vaya jodida mierda — ¡William! ¡William!
Me puse los audífonos para no escucharla, Mariana puede ser muy ruidosa, siempre sabe sobresalir del resto de una forma u otra, apoyé mi frente en el cristal mientras mi mente viajaba a esa maldita noche de invierno, me encontraba en uno de los lugares menos decentes de Liverpool cuando vi a una hermosa chica entrar a ese humilde lugar a conseguir algo de tomar y no solo eso, unas cuantas miradas.