CAPÍTULO XXXIX "NO TIENE REMEDIO"

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  Llevábamos tres días de fiesta loca y parece que no quiero detenerme, estoy enojado y no volveré a Londres hasta que esté listo para ver la cara de la mentirosa y sus súbditos

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  Llevábamos tres días de fiesta loca y parece que no quiero detenerme, estoy enojado y no volveré a Londres hasta que esté listo para ver la cara de la mentirosa y sus súbditos. 

No lo puedo creer, quién sabe desde cuándo el Keane me miraba a la cara y seguro en su mente pensaba lo muy estúpido que soy por no haberme dado cuenta que dormía con mi hermana y lo que es peor, que ella ya tiene otras prioridades donde no figuro, sin mencionar que Rachel prefirió terminar conmigo que subir al auto y escuchar mis putas razones por las cuales siento que ardo más que el jodido infierno. 

—Aquí conocí a mi buen amigo José Manuel Aragón. 

—¿En serio? —replicó Harry. 

—Sí, aquí nos conocimos, no sé qué mierdas estaba haciendo un latino en Liverpool, pero él parecía estar muy cómodo con el asunto, me metí en un aprieto por una chica y él me salvó, le dije que le debía una y el muy cabrón la cobró al segundo que supo quién era. 

—Qué audaz, creo que le tienes mucho cariño. 

—Le tengo mucho cariño, se ha comportado como un buen hermano mayor, es inquisitivo y dictador, pero sé que es por mi bien —bebí un trago más, Harry no podía sostener muy bien la cabeza ya, está ebrio. 

—¿Crees que nos quiera ayudar a saber qué es lo que pasó con mi papá? 

—Claro, es José Manuel Aragón, nos ayudará si se lo pedimos. 

—No lo conozco tan bien como tú. 

—Lo hará, vamos a descubrir lo que pasó con tu padre y haremos que paguen todos los que estuvieron metidos es esa maldita conspiración que, al parecer, no les va a durar mucho. 

—¿Qué haremos con el vídeo del Murr? 

—Por el momento no quiero hablar de nada que relacione al maldito Keane, ya tuve suficiente de él por hoy —nos dieron otros dos tragos, los bebimos, en realidad perdí la cuenta en la sexta ronda, para la media noche estábamos completamente ebrios bailando con unas chicas— ¿Tienes un tatuaje en la espalda? —cuestioné a Emily Rose. 

—Lo tengo —se bajó un poco el vestido, de por sí el escote le terminaba en la espalda baja, entonces descubrí que lucía un poderoso lobo, elevé una ceja. 

—Es precioso. 

—Eres tú y si quieres puedes ver qué hay más abajo —sonreí con malicia. 

—Puedo estar muy enojado con el mundo, Emily Rose, pero tú y yo sabemos la razón por la cual permití que llegaras lejos esta vez, dicho lo anterior, sigue bailando —sonrió con perversidad antes de girarse y mover ese par de caderas como lo haría Shakira, tragué saliva. 

Después de un par de horas estaba cansado y un poco menos ebrio, Emily Rose se acercó a mí cautelosamente. 

—Te estaré esperando en el hotel. 

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