Eso de conseguir ropa fue una tarea verdaderamente tediosa. Había por montones en cada tienda que íbamos y la idea de probarme cada una de las prendas me causaba pavor ¡¿Cuándo acabaríamos?! ¿Mañana? ¿Pasado?
Ian intentó tranquilizarme con la idea de que sólo debía probarme lo que me gustaba, pero después de la segunda tienda, sin siquiera estar segura de mis propios gustos, salimos a descansar a la plaza con apenas una falda larga y un top... creo que así le había llamado...
Sorem no fue de mucha ayuda. Él no había comentado nada en ningún momento del proceso, así que Ian le sugirió que pusiera pulgares arriba cuando algo le pareciera apropiado. Solo una que otra vez lo hizo.
Para entonces, sentados en la banca, mirábamos exhaustos cómo la gente pasaba.
—Cuéntenme... entonces los dos vienen de distintos... —vaciló— ¿Padres?
Sorem y yo negamos con la cabeza simultáneamente.
—Tierra, Agua, Aire y Sol. Todos somos hijos de nosotros mismos —Ian frunció el ceño, indicándome con la mirada que no estaba entendiendo a lo que me refería—. Todos nacimos al mismo tiempo, pero Agua es más grande que Océano, que es más grande que Mar, que es más grande que Lago y que Río. Por eso somos hijos, aunque nacimos al mismo tiempo —expliqué—. Nuestra misión es completar el ciclo de la vida y permitir que el Agua fluya. Mi tarea antes de llegar aquí era guiar a las Corrientes hacia Río y Lago. Un trabajo monótono después de repetirlo por tantos miles de años.
Ian parecía sorprendido de mis palabras, pero se limitó a asentir con la cabeza.
Sonreí y retomé mi historia, haciendo pequeñas representaciones con el Agua de mis propias manos. Una esfera "gigante" que se dividía en secciones y de repente se volvía una cascada por la que saltaban peces y acababa volviéndose una gota.
—¡Mamá! ¡Mamá! —exclamó una pequeña que miraba mis manos fijamente— ¡Mira! ¡Mira!
Ian rápidamente se puso frente a mí y tomó mis dos manos, que recuperaron su forma.
—Es... —hizo una pequeña pausa— hermoso lo que haces —sus ojos se cruzaron con los míos— ¡Nunca había visto nada igual! —pero su semblante se entristeció, ¿por qué contradecía el significado de sus palabras?— Es sólo que no es prudente que los humanos vean eso... no todos reaccionan como Mara y yo. Y eso va para los dos —concluyó mirando a Sorem también.
Asentí lentamente con la cabeza, bajando la mirada.
Ian suspiró.
—Oye, no es...—miró hacia otro lado para después volverme a encarar— No me perdonaría si les pasara algo.
Aquellas palabras provocaron que una media sonrisa se dibujara en mi rostro, ¿qué podría pasarnos?
—Ian... no te preocupes por nosotros. Nos podemos proteger.
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Ojos de Agua y manos de Fuego
FantasyPrimero que nada y creo que probablemente ya lo sepas: el Agua NO habla. Y no lo sé por ser como tú ni como los otros, lo sé, porque yo soy Agua. El silencio es la peor de mis eternas maldiciones, así que ahora que mi madre Mar me ha dado la oportu...