Capítulo 29: Mar de lágrimas

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Sentía el Agua en la sangre fluir en cada cuerpo presente en la casa

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Sentía el Agua en la sangre fluir en cada cuerpo presente en la casa. Era una confusión de olores y flujos con distintas presiones que hablaban más de la persona de lo que probablemente cada presente hacía en aquel momento.

—Es interesante ver a los humanos —comentó Sorem cuando una chica cayó en sus brazos.

Los dos nos sobresaltamos.

—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó como si tuviera la lengua trabada— ¿Están bien?

Sus ojos se posaron sobre Sorem que le regresó una mirada impasible ayudándola a incorporarse.

—Gracias —dijo ella—, mi nombre es Leila, es un gusto... —todavía ni siquiera acababa de hablar cuando se tambaleó hacia atrás y Sorem y yo la tomamos de los codos— Perdón, perdón —se disculpó de nuevo—. Mis amigos me dicen que me pasé de copas —sonrió divertida—, pero la verdad es que hay mucha gente como para caminar derecho, ¿no?

Miré a mi alrededor frunciendo el ceño. Cierto que la casa estaba llena, pero si su aseveración fuera cierta entonces nadie en la casa caminaría derecho, ¿qué lógica manejaba esta mujer?

—No hay problema, ¿tú estás bien? —le preguntó Sorem sin perder la serenidad en su semblante.

Ella negó con la cabeza.

—Es que no encuentro el baño... —murmuró bajando la cabeza como si estuviera avergonzada.

Sorem frunció el ceño con un cierto disgusto antes de ofrecerse a ayudarla.

"¡Genial!" pensé a sabiendas de que me quedaría sola en una fiesta que ni siquiera comprendía. Aydan había desaparecido después de que la tal Angélica se llevara a Ian. Tom tampoco era una opción para pasar el tiempo, de cualquier manera, había huido tan pronto habíamos puesto el primer pie dentro de la casa.

Sorem y Leila se desaparecieron entre la gente cuando una mano rodeó mi cintura.

Me volví sobresaltada encontrándome con unos ojos verdes que me fueron desconocidos.

—Hola, linda. Te noto desorientada... ¿Necesitas ayuda?

Intenté deshacerme de su agarre, pero era insistente y no me soltaba.

—No —repuse alejándome lo más que sus manos me permitían.

—Eres muy guapa, ¿te lo han dicho?

Para aquel momento ya nos habíamos mezclado entre la gente.

—Por favor, déjame... —dije secamente.

—Vamos a bailar —insistió—. Eres la primera en la noche que se resiste a mis encantos.

Me guiñó un ojo cuando llegamos a la pista, que, al igual que todo, estaba repleta de gente. En realidad, no era que hubiera distinción entre lo que era la pista y lo que no era, simplemente la gente se ponía a bailar a mitad de la habitación.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora