Aydan me quitó de un empujón y sus manos se encendieron.
—Saca a los otros de aquí mientras yo los distraigo.
Me hubiera gustado recordarle el pequeño detalle de que no estaba en condiciones para ello, mi pierna me lo hubiera agradecido mucho, pero mi instinto de supervivencia fue más fuerte, así que con grandes esfuerzos corrí hacia las escaleras y las subí, escuchando cómo las Llamas del Fuego comenzaban a lamer paredes y muebles en la entrada.
Con un esfuerzo sobrehumano subí el último escalón. Sentía que la pierna me quemaba, además de las molestas gotas de sudor que comenzaban a recorrer mi rostro, al grado que el sudor amenazaba con nublar mi vista.
Respiré hondo tratando de normalizar mi respiración antes de reanudar mi carrera.
Cuando quedé frente a la puerta de mi habitación, abrí la puerta de golpe, apoyándome de la muleta.
—Levántense, tenemos que salir de aquí —dije sin rodeos, prendiendo la luz.
Hele y el pequeño se levantaron agitados. Ella me miró consternada, pero se incorporó con rapidez y tomó a Itsmani de la manita, jalándolo fuera de las cobijas. El pequeño estaba todavía muy adormilado.
La Tierra comenzó a temblar y entendí que ya no tendría que ir a despertar a mi hermana; Sorem ya estaba despierto. Sin embargo, abandoné mi habitación y me dirigí a la de Mara para cerciorarme de que todo estuviera bien.
Al entrar, mi hermana me vio desde la cama con los ojos dilatados. La Tierra comenzó a temblar más fuerte, al grado que se prendieron las alarmas de los coches estacionados en la calle.
—No hay tiempo que perder. Nos vamos por el jardín trasero —le instruí al prender la luz.
Mara, como saliendo de un trance, se incorporó y lo primero que hizo fue correr al baño.
—¡Mara! ¡¿Qué rayos haces?!
—¡No me voy a ir en pijama!
¡¿Es que no entendía la magnitud del problema?!
—¡Sólo agarra dinero y salgamos de aquí!
—Está escondido en mis cajones, ¡revisa! —dijo apenas asomando la cabeza desde el baño.
¿Por qué chingados todos olvidaban que mi pierna estaba mal?
—¡No puedo, Mara!
—¡Ian! ¡Tu estás en ropa interior, así que mejor decide! ¿Ropa o dinero? —repuso desde el baño.
Caí en la cuenta de la verdad que contenían sus palabras y no tuve más remedio que salir apresuradamente a mi cuarto por lo primero que encontrara. Apenas iba por la camiseta, cuando Helena irrumpió en la habitación y me jaló de un brazo.
Se empezaron a escuchar disparos en el exterior.
—¡Ian, ya no hay tiempo que perder! ¡Todos están abajo, solo faltas tú! —exclamó, volviendo su agarre más insistente. Sus ojos viajaron a mi pierna— ¡Déjame ayudarte!
ESTÁS LEYENDO
Ojos de Agua y manos de Fuego
FantasyPrimero que nada y creo que probablemente ya lo sepas: el Agua NO habla. Y no lo sé por ser como tú ni como los otros, lo sé, porque yo soy Agua. El silencio es la peor de mis eternas maldiciones, así que ahora que mi madre Mar me ha dado la oportu...