Capítulo 13: El reencuentro

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Todavía cuando cruzamos el umbral de la puerta, su mano tomaba la mía

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Todavía cuando cruzamos el umbral de la puerta, su mano tomaba la mía. La respiración de ambos era agitada. Lo sorprendente era que ninguno de sus cabellos rubios se había movido de su lugar.

—Tenemos que cambiar de locación y de área de entrenamiento... —dijo entre dientes.

Me recargué contra la pared y cerré los ojos, ¿qué querían las sombras de nosotros?

—¿A dónde nos vamos?

Entonces reparé en nuestras manos entrelazadas y me sonrojé al tiempo que soltaba la suya.

Él no respondió, así que me volví hacia él, que sonrió con su acostumbrada sorna y frunciendo el ceño me miró de pies a cabeza.

—Bien, debo admitir que esta vez no lo hiciste nada mal. Estuvo mejor que la última semana, ¡pero sigues sin vencerme! Así que no lo tomes como un cumplido, más bien es momento de que te esfuerces aún más.

Abrí los ojos desmesuradamente por la sorpresa, casi le doy una cachetada, ¿cómo podía seguir con tal descaro si nuestra existencia peligraba? ¡Además! Yo le había ganado ¡Y por mucho!

—¡Te congelaste! —repuse molesta.

Él sonrió con ternura en los ojos... ¿Ternura? ¿A caso yo le causaba ternura? ¡Estaba hablando en serio!

Entonces, sin dejar de fruncir el ceño, se acercó a mí hasta que quedé acorralada contra la pared. Su rostro quedó a unos centímetros del mío.

—Dudaste al final —musitó con una voz suave que sonaba terriblemente amenazadora— dudaste como siempre.

Sus ojos rojos se encontraron por un momento con los míos. Le sostuve la mirada, desafiante, sintiendo cómo mi Agua comenzaba a hervir al grado que temí en cualquier momento evaporarme.

Pareció vacilar, como si fuera a decir algo más. Lo miré expectante, olvidando momentáneamente que estaba enojada y asustada.

Entonces desvió la mirada y se dio la vuelta bruscamente.

—Todavía no amanece. Salgamos de aquí.

Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta mientras intentaba tranquilizar mi respiración. Sentía que experimentaba un nuevo paquete de emociones difíciles de interpretar para mí... ¿tranquilidad? ¿calidez? ¿era calidez porque él era de Fuego? Aquella sensación en mi pecho permaneció conmigo durante un largo rato. Si bien, no supe cómo interpretarla, decidí disfrutarla y disfrutar del precioso silencio de un mundo que aun dormía cuando comenzamos a recorrer las calles de la ciudad.

Caminamos sin rumbo fijo durante horas. Cruzamos calles que aun dormían y esperaban los primeros rayos para despertar. Apenas cuando íbamos por las afueras de la ciudad, el padre Sol salió por detrás de un monte. El paisaje había cambiado drásticamente. De estar rodeados de grandes edificios, calles pavimentadas, postes de luz y alcantarillas, de repente solo había selva y caminos desiertos que parecían llegar hasta tocar el cielo en el horizonte. El único camino pavimentado nos dio pauta para seguir. Aydan dijo que los humanos le llamaban carretera. Era un camino especial para los monstruos sin vida, así que debíamos caminar por la orilla.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora