Capítulo 19: dolor

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—Se pondrá bien, señor, sólo es cuestión de un prolongado reposo, por ahora le sugiero no forzar la pierna, permanezca en cama por lo menos dos semanas

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—Se pondrá bien, señor, sólo es cuestión de un prolongado reposo, por ahora le sugiero no forzar la pierna, permanezca en cama por lo menos dos semanas. Puede agendar una cita y de acuerdo a los avances que yo vea podrá comenzar a usar muletas.

Asentí con la cabeza algo malhumorado. Eso pasa cuando tomas decisiones imprudentes.

En la sala de espera habían puesto la televisión y ver que alguien me había grabado en el café y gracias a ello me habían tachado de loco me enojaba sobremanera. En el video se veía algo borroso cómo abría la puerta y mi cuerpo salía volando. Incluso hubo un entrevistado que de haber tenido enfrente, hubiera golpeado:

—Yo le dije que no lo hiciera, porque nos ponía a todos en peligro, pero yo creo que no estaba bien de salud mental porque abrió la puerta y se fue. No me extrañaría que haya muerto —dijo el hombre negando con la cabeza con desaprobación.

—Pobre estúpido, ¿cómo se le ocurre abrir la puerta con un clima así? —dijo Tom a mi lado, después de que volvieran a pasar el mentado video.

Gruñí sentado en la silla de ruedas, ni siquiera podía golpearle el hombro, porque mi brazo bueno estaba esguinzado.

—Era yo, idiota, ¿y estoy muerto? No, ¿verdad?

Sus ojos se dilataron por la sorpresa. Lo que me dio una idea clara de lo que venía a continuación:

— ¿Eras tú? —exclamó antes de estallar en carcajadas.

Bufé.

—El cuerpo de este arriesgado y afectado muchacho aún no se encuentra, pero los bomberos y cuerpos de servicio están en su búsqueda —dijo la conductora. Un comentario de twitter salió en el banner: "#Espero que haya pasado a mejor vida, porque le hariia un favor a la humanidad."

"¡Maldita sociedad!" Pensé rabioso. Malditos materialistas, adictos a la red, ¿por qué no hablaban del verdadero desastre que había ocurrido? ¿De las casas caídas? ¿De los sembradíos perdidos, las vidas? Sólo se burlaban de la desgracia de los otros...

—Ey, relájate, hermano —dijo Tom sin poder parar de reír.

—¡No me digas que me relaje!

¡Esto era una burla!

—¿Eras tú el de la tele? —preguntó mi hermana detrás de mí.

—¡Sí! —dijo Tom contrayéndose por la risa, otra vez.

Suspiré exasperado y guardé silencio.

—No te preocupes, yo no te considero loco —dijo Mara colocándose frente a mí—, te prometo que nadie sabrá de esto por mí.

Aizea me miró sonriente mientras tomaba la mano de Sorem, que como siempre estaba inexpresivo.

Cuando Tom la vio, su risa se ahogó abruptamente y su rostro se puso serio.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora