Capítulo 28: Oportunidades

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Al día siguiente de la discusión sobre el plan de Aizea al menos habíamos llegado a la conclusión de que debíamos hablar con nuestros padres

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Al día siguiente de la discusión sobre el plan de Aizea al menos habíamos llegado a la conclusión de que debíamos hablar con nuestros padres. Estuvimos discutiendo el momento adecuado, porque no siempre podíamos comunicarnos con ellos, ¿debíamos hacerlo juntos o separados? ¿en la noche o en el día?

No tenía mucho que Ian había regresado de clases y sólo esperábamos por Mara cuando llegó el amigo de Ian a la casa. Lo primero que me enojó de aquella situación fue que interrumpió inesperadamente la reunión.

—¿Quién es ese? —preguntó Aydan mirando por la ventana de la cocina.

Tomé un sorbo más de Agua siguiendo la dirección de su mirada.

Me encogí de hombros.

—Nunca lo había visto antes... —admití con una cierta indiferencia. Francamente no había estado el tiempo suficiente con Ian y con Mara para ver a sus conocidos. Los pocos días los había pasado con Sorem mientras ellos iban a trabajar o a clases.

El chico de rulos castaños y mirada juguetona me escrutó de pies a cabeza a través del cristal antes de colocarse junto a la puerta y tocar el timbre.

"¡Con qué descaro!" pensé indignada justo en el momento que el atardecer, con curiosidad insaciable, asomó por la ventana, traspasando el cristal con sus rayos de luz.

Ian se dirigió a abrir la puerta mientras yo me sentaba aun con el vaso de Agua en la mano y con la mirada de Aydan sobre mí.

Desde ayer no habíamos hablado mucho, principalmente porque yo seguía indignada por su falta de cuidado hacia la vida humana. De todos modos, él tampoco se había interesado en preguntarme qué sucedía. Estaba claro que a él le era indiferente la situación, pero yo tampoco tenía por qué dar explicaciones.

Pasaron unos cuantos segundos. Entonces lo inminente ocurrió: Ian abrió la puerta.

—¡Tom! —saludó a su amigo.

Se escuchó un fuerte apretón seguido de un par de carcajadas varoniles.

Ian y el tal Tom entraron a la cocina, haciendo acto de presencia con un par de risas que me irritaron por razones que francamente iban más allá de mi entendimiento. Aquella irrupción distrajo, por fin, la atención de Aydan, quien los miró con la misma irritación que yo.

La mirada taladrante de Tom se posó nuevamente sobre mí y tuve que voltear rápidamente hacia otro lado. Había algo en él que me hacía enojar todavía más.

—Hele, Aydan... —Ian señaló a su amigo— Él es Tom...

—¡Su mejor amigo! —lo interrumpió el aludido, sonriendo de oreja a oreja.

Mis ojos se posaron sobre los de Ian demandando una explicación a una presencia tan ingrata, pero todo lo que recibí por respuesta fue su cálida sonrisa y un guiño de ojo.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora