Capítulo 27: ¡Los opuestos se atraen!

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Sorem, Aydan, Ian y yo por fin hablamos sobre Aizea

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Sorem, Aydan, Ian y yo por fin hablamos sobre Aizea. No llegamos a un plan en concreto; sin embargo, yo permanecía con la firme idea de que era momento de hablar con nuestros respectivos padres. Estaba segura de que ellos podrían darnos una mejor solución que el repertorio de ideas que barajeábamos en ese momento. Ninguna de ellas parecía llevarnos a nada.

Ian se fue a trabajar después del desayuno y Mara se encargó de algunos quehacerse de la casa antes de irse también, sólo quedamos los hermanos e Itsmani.

Por un largo rato nos entretuvimos con su entusiasmo, porque miraba todo y preguntaba de igual manera, hasta que Sorem sugirió llevarlo a conocer el jardín.

Itsmani no lo dudó ni un instante y salió corriendo con Sorem pisándole los talones. Al final los dos salieron de la casa y empezaron a jugar con la Tierra. Los observamos por un rato desde la ventana cuando Aydan abordó el tema que menos deseaba.

—Practiquemos el autocontrol.

—No hay a dónde ir —repuse cruzándome de brazos.

Él sonrió levemente ante mi poco entusiasmo.

—Me encargué de preguntarle a Mara. No estamos lejos de una sección de la playa que es privada. Es parte de una reserva que tiene el estado. Nadie puede entrar.

Maldije en voz baja.

—Si es privada está mal que vayamos ahí —murmuré.

Su sonrisa se ensanchó.

—Privada para los humanos, pero nosotros no somos humanos.

Le informamos a Sorem que saldríamos. Yo albergaba la esperanza de que él no estuviera dispuesto a cuidar al niño y nos pidiera que nos quedáramos, pero su reacción fue decepcionante, él sólo asintió con la cabeza con la prometedora mirada de que Itsmani no se aburriría en nuestra ausencia.

Al poco rato ya caminábamos por la acera, y yo maldecía para mis adentros.

El día, como era de esperarse, estaba soleado y el calor reinante debía ser agradable para los humanos, pero no para mí y mi condición acuosa. Instintivamente coloqué mi mano sobre la botella de Agua que llevaba en el bolsillo. Había decidido llevarla porque no sabía qué tan lejos caminaríamos.

El trayecto tomó un largo rato que se caracterizó por un silencio sepulcral. La realidad era que Aydan y yo no nos habíamos sentado a platicar sobre lo ocurrido desde que habíamos llegado a casa de Mara y de Ian. Yo aún me preguntaba qué había hecho aquellos dos días que se había ausentado, y al mismo tiempo sabía que él era el único que había vivido mi dolor de cerca y que en el fondo lo entendía.

Me di cuenta de que yo tenía todavía muchas cosas que decir y muchas otras que llorar. Recordé que Ian me había dicho que probablemente estaría en un duelo las próximas semanas, porque lo que yo había sufrido era una pérdida muy grande... ¿Qué pasaría con Aydan? ¿Cómo se sentiría él?

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora