Capítulo 20: La confusión de Aire

22 0 0
                                    

Una semana más había pasado sin Helena, pero al menos yo veía que Mara era feliz, y eso me daba tranquilidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una semana más había pasado sin Helena, pero al menos yo veía que Mara era feliz, y eso me daba tranquilidad. Sorem y yo nos entendíamos —aunque aquí cabe mencionar que él y mi hermana parecían entenderse mucho mejor—, además, conocer a los elementos le daba un toque bueno a mi vida. Aizea particularmente era de una naturaleza muy curiosa, a todo le buscaba un porqué y siempre andaba de un lado para otro, explorando y averiguando. Daba la sensación de que iba y venía como el Aire.

Ese día ella me había dicho que le daba curiosidad lo que se aprendía en la universidad, así que pedí los permisos pertinentes en la dirección y entramos juntos a la facultad de arquitectura. No pude evitar reparar en que muchos no dejaban de verla con curiosidad cuando caminábamos por los pasillos. Estaba seguro de que era por los ojos, pues, aunque ya tenía una buena práctica con el parpadeo, la transparencia de sus pupilas era difícil de ignorar.

Cuando llegamos a mi casillero, Tom se unió a nosotros, pero estaba inusualmente serio.

—Hola, hermano... —y pareció querer decir algo más, pero guardó silencio.

Al volverme con los libros en la mano entendí por qué guardaba silencio: Aizea le sonreía deslumbrante. Se había recogido el cabello, lo que resaltaba sus facciones de pómulos marcados y el leve rubor de sus mejillas.

Entonces Tom tragó saliva y desvió la mirada.

—Hola, Tom —dijo ella sin perder la sonrisa.

—Hola, Aizea —se volvió hacia mí bajando la voz— ¿Nos va a acompañar?

Fruncí el ceño.

—No seas infantil y pregúntale tú. No sólo tienes esa bocota para mentar madres —repuse.

Tom me miró con súplica, pero al entender que yo no lo apoyaría, se volvió nervioso hacia ella. El bullicio de los estudiantes caminando por el pasillo era tan fuerte, que apenas se escucharon las tímidas palabras de Tom, pero Aizea no tuvo que acercarse para escucharlo. Ello era de esperarse, era hija del Aire, ¿no?

Le contestó con una voz más clara y potente:

—Sí, Tom. Me voy a quedar con él hasta la última clase.

Me puse a analizar la situación, ¿era normal que Aizea causara ese retardo mental en las personas o era solamente Tom? Recordé cuando conoció a Gabriela en el trabajo y cómo ésta la miró recelosa y le sonrió con franca antipatía que perturbó levemente a Aizea. Mi duda quedó resuelta inmediatamente. Era Tom. Reí para mis adentros.

La primera y única clase de aquel día hubiera sido aburrida como siempre, si no hubiera sido porque Aizea puso de cabeza todas las teorías del profesor. Cada cosa se la cuestionaba.

—... El hombre le dio ángulos perfectos, era lo que se buscaba cuando los griegos construyeron sus templos. Eran creaciones innatas y propias del ingenio humano, que todavía hoy en día tienen impacto y nos han llevado a desarrollarnos hasta lo que somos ahora. La arquitectura es nuestra historia plasmada directamente en la vida cotidiana, así como nuestro aspecto. No es algo implícito como lo son las palabras, el idioma.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora