Capítulo 16: inestabilidad

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La noche pasó con extremada lentitud

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La noche pasó con extremada lentitud. Ninguno se movió de su paradero más que para colocarse en una posición cómoda para lo que restaba de aquella batalla interior. Sólo de vez en cuando mi cuerpo se contraía después de algún sonido alarmante, nótese que con ello me refería al movimiento de una hoja o algún molesto grillo con posibles ganas de asustar.

Lo que más me tenía ocupada aquella noche era el hecho de que mi mano siguiera negra. Cada vez que la tocaba me ardía sobremanera, pero después de un rato de intentar encontrar una posición adecuada para mi brazo, opté por recostarme de costado en el suelo y cerrar los ojos intentando despejar mi mente. Llegó un punto en el que perdí la noción de lo que me rodeaba. Pude haber tenido una araña recorriendo mi rostro y ni siquiera hubiera reaccionado ante su tacto peludo.

Entonces los primeros rayos del padre Sol alumbraron mi rostro como si quisieran despertarme. Sentí mi rostro arder y no pude evitar abrir los ojos... ¿Me había quedado dormida?

Me incorporé mirando a mi alrededor al tiempo que mis ojos se acostumbraban a la luz. Esperaba encontrar a Aydan en el lado opuesto, recargado sobre algún tronco, pero en su lugar encontré un espacio vacío. Me alarmé al pensar en la sola idea de que se hubiera ido.

Milagrosamente las semillas seguían en mi mano, pero sin él no sería lo mismo.

Cuando coloqué mis dos pies en el suelo, me tambaleé hacia atrás, pero unas fuertes manos estuvieron prestas a cacharme antes de que me diera un santo madrazo en la cabeza... ¿Era madrazo? ¡Bueno, Ian alguna vez había utilizado el término!

Fue cuestión de un respiro; como si el tiempo se detuviera un segundo en sus brazos y de repente la realidad volviera de golpe mientras mis pulmones se llenaban de Aire y mis pies se estabilizaban.

Me volví hacia él notando su creciente descontento... ¿Qué provocaba que no sonriera? ¿Por qué me miraba como si tuviera algo en rostro? ¿Sería que estaba llena de lodo? Obviamente no era posible, mi piel se regeneraba demasiado rápido como para que se ensuciara...

Suspiré intentando arreglar mi enmarañado cabello, cuando mi mano ardió al tacto mínimo.

Gemí levemente y la bajé con rapidez intentando calmar el dolor.

—Quise traerte algo de comer, pero sólo encontré algunos frutos. Espero que sea suficiente.

Al escuchar estas palabras, fue como si mi estómago recordara que era su obligación exigirme alimento cada determinadas horas, porque rugió en señal de fuerte insatisfacción.

Extendí mi mano sana y él dejó caer los frutos sobre mi palma, que se tiñó con su jugo. Los miré con avidez antes de devorarlos.

Aydan me miró frunciendo el ceño y recuperando por un momento su actitud altanera. Me alegré de que al menos por un segundo su preocupación se esfumara.

—¿Hay más? —pregunté buscándolos con la mirada.

Él rió levantando sus manos de manera que pudiera ver que ya no tenía más. Quise comprobarlo con mis propias manos, pero cuando lo intenté su mano envolvió mi muñeca y su semblante se entristeció cuando vio el negro que recorría casi toda la palma.

—No comprendo por qué sigue allí. Desde hace tiempo la marca debió quitarse.

Me encogí de hombros. Yo no sabía, pero eso no significaba que debía afligirme por ello.

—Mira —le dije sacando las semillas con mi mano libre—, todavía tenemos trabajo. Así que quita esa cara y caminemos de vuelta.

Sonrió levemente antes de escrutarme de pies a cabeza con la mirada y soltar suavemente mi muñeca.

—En alguna parte escuché que las damas van primero... —dijo dándome el paso sin perder esa expresión tan arrogante.

Moví mis pies intentando adivinar para mi fuero interior qué era lo que dama significaba en términos actuales... ¡Dios mío! Mar tenía tanto que actualizar desde su última expedición a Tierra; la información que contenían sus archivos era arcaica. En otros tiempos dama hubiera significado una mujer adinerada, noble y educada.

Caminamos por entre palmeras y helechos. La vida era palpable gracias a los sonidos y movimientos dentro de la misma, inclusive el olor le daba un toque propio. Muchas veces yo misma me preguntaba por qué era que ya no requería tomar tanta Agua como lo necesitaba al principio, pero estaba llegando a la conclusión de que todo iba ligado con el hecho de que mis pies tocaban Tierra húmeda; con ello era suficiente y me podía dar por servida el resto del día.

Ya que íbamos en silencio, empecé a considerar otros pequeños asuntos que remordían mi mente. Uno de ellos era la incesante pregunta respecto al bienestar de Ian, Sorem y Mara... me preguntaba qué harían en aquel momento, si aún estarían buscándome o si ya se habrían dado por vencidos... si Mara ya se estaría mostrando más altruista o Sorem más expresivo, ¡era tan increíble la memoria humana! ¡Podía imaginármelos como si los tuviera enfrente! Pero el pensamiento de que Sorem estuviera creciendo y yo no pudiera ver ese proceso, me entristeció, por lo que decidí sacarlo de mi mente. Si Aydan era inestable con la furia, yo era inestable con la tristeza... Yo... inestable con la tristeza...

—¡Aydan! —grité emocionada ante mi descubrimiento.

—¿Qué pasó, hermanita?

—¡Helena! ¡Dime Helena! ¡Ayer cuando lo dijiste me recordó por qué elegí ese nombre! —le pedí suplicante con la mirada.

Él me escrutó seriamente con la mirada antes de rodar los ojos y corregir:

—¿Qué pasó, Helena?

—¡Tengo una verdad reveladora! —exclamé dando brinquitos.

—¡Ey, ey, tranquila! —dijo intentando pararme— ¡Tus brazos se convierten en aletas!

Me sonrojé al darme cuenta de que él estaba totalmente en lo correcto. Y cuando por fin recuperé mi cuerpo humano, dijo:

—Háblame de tu teoría reveladora —sus ojos refulgieron divertidos— ¡Sorpréndeme!

Tomé una gran bocanada de Aire antes de continuar:

—Tú eres inestable ante la ira, yo soy inestable ante la tristeza, probablemente Sorem sea inestable ante... ¿La intranquilidad? —mis últimas palabras se matizaron por la duda.

Aydan soltó una estridente carcajada. Fruncí el ceño, ¡nunca comprendía qué le causaba tanta gracia!

—Helena... ¡El autocontrol! ¿Recuerdas?

Até cabos lentamente y caí en la cuenta de lo que sus palabras significaban.

—¿Tú lo sabías desde el principio?

Él asintió con la cabeza continuando con el camino.

—Creo que los hermanos de Agua tienen información demasiado anticuada sobre lo que verdaderamente somos. Y es una lástima, porque a este mundo no nos mandaron para dar orden, ¿cómo vas a poner orden cuando tú mismo eres un caos? —hizo una breve pausa antes de continuar— Somos algo más... inestables que el propio ser humano. Y eso nos vuelve demasiado vulnerables.

—Sabemos poco porque Agua está alejada de la civilización. La Madre Tierra y el padre Sol viven esta realidad todos los días —dije a la defensiva.

—Inclusive Aire los vive muy de cerca —admitió Aydan.

¡Cómo había olvidado el pequeño detalle! ¡El padre Aire! Mis pensamientos empezaban a llevarme a otros y así sucesivamente. Aquella teoría me estaba dando mucho qué pensar, por lo que fue un alivio cuando avistamos el claro y las casas de cartón... Al menos así podía despejarme y concentrarme en otras cosas que no fueran mi origen y el de mis hermanos.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora