Capítulo 38: Mar

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Abrí los ojos con pasmosa lentitud, sin entender por un momento en dónde me encontraba

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Abrí los ojos con pasmosa lentitud, sin entender por un momento en dónde me encontraba.

Los rayos del padre Sol se filtraban por entre las cortinas, deslumbrándome. Parpadeé un par de veces para acostumbrar a mi vista cuando me di cuenta de que mi cabeza estaba recostada sobre el pecho desnudo de Aydan.

Me senté de un salto sobre la cama sintiendo que aquella perfección era cegadora y atraje las cobijas contra mi cuerpo cuando me di cuenta de que no tenía una sola prenda encima.

En ese momento los recuerdos de la noche comenzaron a invadirme en contra de mi voluntad, jugueteando con mis afectadas emociones, que de por sí no estaban en el mejor estado: los besos por todo el cuerpo, sus caricias, la fogosidad de sus movimientos y él adentro de mí.

Un escalofrío agradable recorrió mi espalda. La sensación era aun más impresionante que el ritual del baile de los humanos. Reflexioné la situación por un par de minutos más, rebuscando en la memoria que me había dejado Mar. Entendí que aquel acto que habíamos llevado acabo era la forma en la que los humanos se reproducían.

Abrí los ojos por la sorpresa y levanté las sábanas para observar mi estómago... Sabía que las mujeres cargaban con los niños en la panza, pero no entendía verdaderamente cómo funcionaba ese proceso. Me alarmé... ¡¿Entonces iba a tener un hijo con Aydan?!

—Dudo mucho que tengamos la capacidad de reproducirnos, Helena —dijo Aydan sin abrir los ojos. Su voz estaba más ronca de lo habitual.

Fruncí el ceño.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque si pudiéramos reproducirnos, estoy seguro de que ya habría más de nosotros entre los humanos.

Suspiré con cierta decepción. Así que además de ignorantes nos habían enviado estériles al mundo humano, ¡qué maravilloso regalo! —nótese el sarcasmo—.

—Pero... podemos sentir, ver, hablar, respirar como un humano, ¿no necesitaríamos para eso un cuerpo que funciona perfectamente como el de ellos? ¿un organismo completo?

—¿Te has cortado? —me preguntó, por fin, abriendo los ojos.

Lo pensé por un momento. En múltiples ocasiones, pero... no había sangre... solo me regeneraba.

—Son reflejos del disfraz humano que tenemos... —murmuró incorporándose por fin.

El calor subió por mis mejillas al ver su abdomen y sus brazos contraerse perfectamente hasta que recargó su cabeza contra la cabecera, ¡era tan perfectamente humano! ¡Su piel, su calor, sus músculos y su figura! ¿Cómo podían nuestros padres hacer una ilusión tan perfecta? Me negaba a creerlo...

Aydan me descubrió observándolo y sonrió antes de atraerme hacia su regazo.

Suspiré con una combinación de placer y frustración a la vez, decidida finalmente por enfocarme en lo primero. Recorrí su marcado abdomen y su pecho con mis manos, sintiendo cómo se estremecía ante mi tacto, ¡pero no podía evitarlo! Era como si mientras más lo tocara, mientras más cerca lo tuviera, entonces más podía estar segura de que era real.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora