Capítulo 40: Dos mundos

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Recuerdo antes de llegar a este mundo y siento cómo el frío me cala por dentro

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Recuerdo antes de llegar a este mundo y siento cómo el frío me cala por dentro. La verdad nunca he sabido expresar con palabras el horror que era vivir en la dimensión de la que vengo.

Aquella tarde, mirando por la ventana, los pensamientos dolorosos me invadían lentamente como veneno ponzoñoso.

De donde yo venía, no había Tierra que pisar ni luz solar. Tampoco había Lunas, entonces la oscuridad hubiera sido nuestra realidad, si no fuera porque había seres de luz que brillaban, iluminando el camino de cada criatura contenida en ese mundo infernal. No existían las palabras y en algunos casos, ni el pensamiento. Los complementos de los animales se guiaban por la razón, nadaban donde había cielo y volaban donde había Agua —si es que a esa sustancia mortífera se le podía llamar así—.

Nirva siempre decía que todo lo existente en el mundo de la madre Naturaleza tiene su opuesto en mi mundo. Para mí, esa era la desgracia: nosotros sufríamos todo lo que ellos carecían. Enfermedades, oscuridad, dolor...

"También carecemos de cosas buenas que solo existen en tu mundo" escuché en mi cabeza.

Gruñí colocando ambas manos sobre mis sienes, tratando de sacudir los pensamientos ajenos.

Entonces me invadió un nuevo recuerdo. El día que Gaiam me trajo a este mundo tuve mi primer encuentro con Nirva. Esa fue la única ocasión en la que nuestros Elementos se enfrentaron. La verdad, en el fondo de mi ser, yo recordaba esa batalla con profundo rencor, pues era la viva prueba de que Nirva no era tan débil como aparentaba. Si ella no hubiera ganado, yo no hubiera logrado cruzar a este lado. Por eso la odiaba. Ella, en todos los sentidos, representaba lo que yo no era. Una mejor vida, llena de luz y oportunidades para mi inimaginables.

Lo más doloroso para mí era que mi vida irónicamente dependía de quien más odiaba. La fortaleza de Nirva era la que me mantenía viva aquí.

Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, deseé con todas mis fuerzas poder destruir a Nirva y liberarme del fuerte lazo que nos obligaba a permanecer juntas. Deseé mi libertad, porque eso era todo lo que mi lastimado ser verdaderamente anhelaba. Por eso entendía que Gaiam deseara conquistar hasta el espacio más recóndito de la madre Naturaleza. Él, como yo, luchaba contra una realidad inevitable. Él veía sus vidas pasar, veía los espacios que ocupaba y veía la misma historia repetirse. La paradoja del conocimiento de lo inevitable. Él trataba de evitar una realidad que veía pasar una y otra vez en su existencia. Pensaba que a fuerza de repetir su acción lograría romper el ciclo y con ello adquirir su libertad, pero su propia acción desencadenaba la repetición de su historia.

Vivía en un bucle.

Yo también.

Mi odio hacia Nirva y mi deseo de libertad eran más fuertes que cualquier otro sentimiento "razonable".

—Lárgate, Nirva —grité cuando noté que sus pensamientos se imponían más fuertemente en mi cabeza.

Ella ignoró mis palabras y tocó a la puerta. Con sus ojos pude ver que portaba una taza con un contenido oscuro.

—Por favor, Roaya —me suplicó del otro lado.

—¡Lárgate! —repetí exasperada. Su actitud siempre colmaba mi paciencia.

—Te traje chocolate caliente —insistió.

—¡Te dije que me dejaras en paz!

Dejó la taza sobre el suelo y se marchó. "Disfrútalo" dijo para sus adentros.

¿Por qué conmigo dominaba el odio y el deseo de libertad? ¿Por qué con ella dominaba el amor y el deseo de amistad? No lo entendía y me molestaba mucho. Yo la trataba mal intencionalmente, porque deseaba destruirla y ella lo sabía, ¿entonces por qué continuaba con la misma actitud condescendiente hacia mí?

La respuesta llegó fugazmente a mi interior: la paradoja de lo inevitable. Ella, como yo, vivía en un bucle.

Suspiré.

Secretamente, y lo digo con ironía porque no le puedes guardar secretos a alguien que lee tus pensamientos, abrí la puerta, tomé la taza y disfruté del chocolate mirando por la ventana. Terminé bombardeando con chispas a los hombres que trabajaban abajo cargando piedras, encantada de verlos quejarse por las quemaduras sufridas en su piel desnuda. Eso era mejor que pensar y recordar.

En ese momento yo no sabía las implicaciones de aquellos pensamientos en todo lo que se avecinaba.

Y, tengo que admitir, se avecinaba mucho todavía. 

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora