Capítulo 27: La esfera de luz

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—Fuimos a buscarlos, pero no estaban en donde nos dijeron —sonreí con inocencia—

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—Fuimos a buscarlos, pero no estaban en donde nos dijeron —sonreí con inocencia—. Fue culpa de Cook.

El piso tembló bajo mis pies y así mi sonrisa se esfumó tan rápido como llegó. Gaiam estaba molesto.

—No me importa de quién sea culpa... —se incorporó violentamente de su asiento— ¡¿Saben cuánto tiempo he estado esperando?!

Retrocedí unos pasos.

—A la próxima los tendremos —aseguré inclinando la cabeza.

Sentí su dura mirada posada sobre mí mientras caminaba en mi dirección hasta que su cuerpo quedó tan cerca del mío que podía tocarlo con mis manos extendidas. Su presencia era imponente. Era dos cabezas más alto que yo y tenía fuerza hasta en los dedos de los pies.

Estaba fulminante cuando lo encaré.

—¿A caso tengo que hacerlo yo?

Sonreí levemente. Yo sabía de antemano que era imposible que saliera de esta habitación por su inestabilidad emocional que con los años iba empeorando.

—No, mi señor. Denos una oportunidad más.

Él rió antes de soltarme una fuerte bofetada que me dejó indefensa en el suelo. Sentí la sangre recorrer mi mejilla. Sí, yo era más humana que Nirva y sus hermanos.

—Es la última... —dijo dando media vuelta de regreso a su trono— Salgan.

Nirva se ofreció a ayudarme, pero me negué de un manotazo y me incorporé sola.

La Tierra tembló aún más cuando abandonamos la sala. Los dragones de la entrada tenían ojos tan fulminantes como los de su amo, por un momento creí que nos comerían.

Cook, Karkarov y Alxandrina nos esperaban afuera, ¿cómo notabas quiénes eran hermanos y quiénes no? Karkarov y Alexandrina tenían la viva preocupación dibujada en sus rostros de porcelana y cuando dejamos atrás el recinto, Alexandrina corrió a abrazar a Nirva.

¡Cómo me repugnaba su cariño! Hice un gesto de asco y Cook rió estridentemente antes de acercarse a mí.

—¿Y sus complementos? —pregunté refiriéndome a mis otros dos "hermanos".

—Están entrenando —cuando Cook notó el entusiasmo en mi rostro, sonrió con sorna— ¡Pero a ti te toca neutralizar a la hija de Aire!

Lo miré molesta.

—Yo lo hice ayer.

Cook sonrió de oreja a oreja, sus facciones se volvieron más afiladas y su flequillo negro se agitó levemente.

—Eso te pasa por fallar.

Gruñí rabiosa y me alejé a zancadas de allí. No me iba a pelear con él, la última vez los siopes habían venido a detenernos y nos habían llevado ante Gaiam para que nos castigara. Mejor hacía que me las pagara en la arena de entrenamiento. Y con este sabroso pensamiento de venganza me adentré en el laberinto del castillo que cada vez se veía más abandonado.

De pronto, de estar transitado por molestos y ruidosos sirvientes, me encontré con un silencio sepulcral y pasillos desiertos.

Pronto llegué a una puerta de madera que daba a unas escaleras que descendían en caracol. Rechinó al abrirla, dándome paso a una oscuridad absoluta.

Maldije en voz baja al tiempo que encendía una Flama en mi mano.

Las paredes blancas con los años habían perdido brillo, no solo por los golpes, sino también por la sangre de las víctimas. Yo siempre había considerado que llevarlas hasta los calabozos era más tortuoso para nosotros que para ellos, porque las escaleras eran demasiado estrechas como para pasar cargando varios cuerpos, entonces había que hacer muchos viajes.

Abajo, abrí una segunda puerta que me dio paso al piso subterráneo. Un solo guardia siope custodiaba las celdas, pero no me miró porque no podía; era ciego como todos los de su tipo.

—Vine a neutralizar a la hija de Aire —informé pasando a su lado.

Ni siquiera se inmutó.

Entonces me acerqué a la última puerta de madera, enmohecida por la humedad del ambiente. Detrás de ésta se encontraba la esfera que necesitaba.

La abrí cuando sentí un fuerte golpe de energía que me hizo sostenerme del marco de la puerta con la respiración entrecortada. A veces todavía me era difícil controlar mi figura humana frente a esa cantidad de poder.

Una vez que me hube recuperar, la observé fijamente.

Sólo mis "hermanos" y yo la podíamos tocar, porque estaba hecha a base de nuestra propia energía. Era totalmente contraria a todo lo que viniera de nuestros complementos, como lo era Nirva para mí o Alexandrina para Cook. Con una probada de la energía de la esfera perdían temporalmente sus poderes.

Tomé la esfera, que atrajo consigo toda la energía en el ambiente, y caminé por el oscuro pasillo hasta llegar a la última de las celdas, misma que estaba iluminada por un par de antorchas que no llegaba a contar ni con la mano.

Una chica colgaba del techo con cadenas amarradas de sus brazos. Su cabeza colgaba como si estuviera muerta, pero no faltaba mucho para que despertara... y cuando eso sucediera, daría mi golpe de gracia.

La paciencia se me estaba agotando cuando gimió y su cabeza se movió con pasmosa lentitud. Quería que estuviera totalmente despierta para que su dolor fuera consciente, así que dejé a mi impaciencia unos segundos más hasta que levantó su rostro y sus ojos transparentes y bondadosos me miraron con súplica.

—Adiós, linda —dije levantando la esfera en el aire.

—No, por favor —imploró con la voz quebrada.

Pero ignoré sus palabras, soltando la esfera directo contra su pecho.

Ella soltó un grito desgarrador antes de perderse otra vez.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora