Capítulo 24: Sin necesidad de...

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Llegué a casa exhausto y sin ganas de hablar

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Llegué a casa exhausto y sin ganas de hablar. No me sentía capaz de darle la cara a Sorem y decirle que había perdido a su otra hermana.

Sin embargo, no pude evitar el encuentro.

Mara me recibió en la entrada y me miró consternada al reparar en mi semblante. Sorem caminó detrás de ella sin inmutarse.

Tragué saliva.

—Se llevaron a Aizea...

Mara me miró con los ojos dilatados por la sorpresa.

—¿Se la llevaron? ¿Quiénes? ¿La policía? ¿Tenemos que ir a recogerla?

Negué con la cabeza, recordando escena por escena de lo ocurrido hacía aproximadamente treinta minutos: después de la desaparición de Aizea, la policía había decidido retirarse para planear una búsqueda en todo el perímetro y las calles a la redonda, pero así como habían aparecido los hombres de negro, así desaparecieron.

Encaré a Sorem.

—Lo siento tanto...

Él sólo colocó una mano sobre mi hombro y me miró a los ojos con su seriedad habitual.

—No te preocupes, Ian. Ellas saben cómo cuidarse. Confío en eso.

¿Por qué a pesar de todo me trataba con amabilidad? "¡Perdí a tu hermana! ¡A tu hermana!" me daban ganas de gritarle. Prefería mil veces más que su rabia recayera sobre mí.

—No supe qué hacer... —admití— unos hombres de negro con los mismos poderes que ustedes se la llevaron, si no es que la mataron.

—¿Hombres de negro? —aquello sí pareció despertar su curiosidad.

—Sacaron látigos de Fuego y se elevaron en una montaña de Tierra... había una esfera —recordé su resplandor— Aizea intentó protegerse por todos los medios y de repente... —tragué saliva— ella gritó y tuve que cerrar los ojos, porque era demasiado intensa... para cuando pude abrirlos, ella ya no estaba.

Mara se cubrió la boca con ambas manos y Sorem, como siempre, no dijo nada.

Me fui directo a mi habitación y me tiré a la cama. Ya no podía aguantar más la frustración, ¡ya había perdido a dos! ¡A dos!

Golpeé mi almohada tratando de descargar mi enojo. Después el armario y las paredes fueron víctimas de mi agresión, porque no encontraba otra manera de desahogar todos los sentimientos que me embargaban por dentro.

Finalmente me decidí por una ducha. Me metí al Agua fría de la regadera y recargué mi cabeza en la pared, intentando olvidar todo. Desde mis padres y mi hermana, hasta a Helena y Aizea.

Tal vez me estaba dando una carga demasiado grande.

"Déjalo" pensé golpeando mi cabeza un par de veces contra el mármol frío como si así todos los recuerdos pudieran romperse en miles de pedazos e irse por la coladera junto con el Agua.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora