Abrí los ojos como saliendo de un trance. Mi cuerpo estaba helado y yo estaba tirada en el suelo. Había Fuego por todos lados, cuando me percaté de las siluetas aún postradas frente al coche, sólo que esta vez se enfrentaban a una figura de Fuego.
Sentía que me evaporaba, y aprovechando la oportunidad, me elevé de nuevo con poco alcance visual, pero fue lo suficiente para acercarme a las siluetas y nublarles la vista a ellos.
Sacaron una segunda esfera y supuse que intentarían darle a la figura de Fuego, pero conforme el calor aumentaba, mi vapor también, hasta que todo quedó totalmente blanco, al punto que ni ellos mismos podían ver sus manos negras.
Entonces una bola de Fuego apareció de improviso frente a ellos y dio de lleno con la esfera, la cual dio una descarga a los dos cuerpos más cercanos. Estos levitaron por un momento, se contorsionaron en el Aire y cayeron con estrépito en el suelo.
Yo me elevé todavía más hasta que el Aire fue lo suficientemente frío como para que yo pudiera estabilizarme. Fueron largos minutos hasta que me convertí en gotas de Agua. Caímos al suelo y recorrimos el asfalto juntándonos al centro de la calle. Me convertí en humana y miré a mi salvador.
Quise sonreírle, pero mis fuerzas flaquearon, seguramente por el impacto de la esfera que se había estrellado contra mí. Iba a caer contra el suelo, cuando unos brazos fuertes me sostuvieron.
—Hermana... —dijo una voz masculina alarmada— resiste.
"Resiste..." recordé. A pesar de que mi vista se tornaba nuevamente nublada y mis extremidades dejaban de responderme, intenté hablar:
—Regrésame al edificio... —murmuré— pregunta por... Ian... y... So... rem.
—Resiste, resiste... —continuó, ¿me había escuchado?
—Pregunta por Ian... y... Sorem.
—No me dejes —dijo ahora con voz firme—. Intenta mantener los ojos abiertos —¿Los tenía cerrados? ¿Qué pasaba?
De repente, como la primera vez, mis latidos se volvieron tan fuertes, que la voz de mi hermano Fuego se convirtió en un susurro casi imperceptible.
—¡Agua! —gritó a lo lejos antes de que su voz desapareciera.
Miré a mí alrededor esperando ver la luz del padre Sol, pero me encontraba en mi estado normal: yo era Agua, Agua como cuando había nacido y como sería el resto de la eternidad.
Quise gritar. La inmensa soledad de las entrañas de Mar me causaba escalofríos. Me sentía abandonada.
Y aun así mi voz no salió, porque el Agua no habla.
Entonces quise llorar, ¡había perdido tan rápido la oportunidad de ser humana y ser como ellos! Aquello verdaderamente me ponía tan triste.
"¿Por qué, madre?... ¿Por qué me permites sufrir?" sollocé en aquella inmensidad. Pero como siempre, Mar no contestó más que con su interminable azul.
Miré hacia arriba por primera vez y me encontré con la imagen del padre Sol distorsionada por el reflejo de Agua. Fui hacia él, deseosa de ver la superficie por última vez.
Entonces salí a la superficie y el Aire entró a mis pulmones... ¿Pulmones?
Observé la playa a lo lejos y me encontré con la mirada de Ian y la de mi hermano Fuego. Los dos extendieron sus manos.
Nadé hasta llegar frente a ellos. Estaban parados sobre un muelle.
Ambos se inclinaron y tomaron mis dos manos, sacándome de entre las garras de Mar, cuando escuché un grito desgarrador:
—¡Agua!
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al abrir los ojos. Me incorporé con ímpetu hasta quedar sentada en el suelo de madera.
Parpadeé varias veces con la respiración agitada. Lágrimas se derramaban por mi rostro hasta juntarse en mi mentón y caer en mi regazo.
Pronto caí en la cuenta de que había sido sólo un sueño y éstas pararon.
Respiré hondo hasta que mis latidos se calmaron y fui capaz de mirar a mí alrededor. Un muchacho, rubio, con el cabello recogido con una media cola detrás de la nuca, de complexión alta y fornida, estaba sentado en la esquina contraria de lo que era una habitación vacía de piso de madera y por la que apenas se filtraba la luz del padre Sol, pues las ventanas estaban selladas con tablones roídos por los años.
Cuando el muchacho levantó la mirada, descubrí que sus ojos eran rojos... ¿O anaranjados?
Me observó en silencio. Su mirada era tan intensa, pero intensa de una manera distinta a la de Sorem o Ian. Parecía que dentro de sus ojos se libraba una batalla silenciosa. Había inquietud en ellos.
Desvié mis ojos algo intimidada, pero vi de soslayo cómo sonreía levemente, ¿qué le parecía tan chistoso? Seguía sin comprender.
—¿Qué pasó? —exigí saber sin despegar la mirada de la pared.
—Las sombras te atacaron y yo te salvé.
Lentamente los recuerdos fueron dominando mis pensamientos. Recordé la batalla en el edificio en Llamas, la persecución, el ataque de las figuras de negro, cómo perdí la consciencia y cómo los despisté y la bola de Fuego dio contra la esfera.
—Yo te ayudé —repuse frunciendo el ceño.
Él soltó una amarga carcajada.
—¡Vaya que no! Por culpa de tu vapor pude haber errado el tiro.
Lo miré frunciendo el ceño más profundamente.
—Obviamente te di tiempo para que contratacaras. De otro modo la esfera te hubiera atrapado como a mí.
—Sólo deberías agradecerme —repuso con una cierta altanería que me molestó, ¿en serio pensaba que le agradecería? ¡No le iba a dar más motivos para exaltar su ego!
Me crucé de brazos.
—¿Dónde estamos? —pregunté entre dientes.
Él me miró fijamente, analizando mi postura con sus escalofriantes ojos rojos. El silencio se prolongó hasta que por fin despegó los labios:
—En una casa abandonada...
—¿Casa? —ya había escuchado esa palabra por boca de Ian— ¿Edificio?
Él asintió lentamente al tiempo que una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro. Muchas preguntas llegaron de golpe a mi cabeza.
—¿Cuándo llegaste? ¿Cómo sobreviviste? ¿Quiénes son las sombras? ¿Ya los habías visto antes? ¿Cómo...
—Ey... ey... —me interrumpió bruscamente— Si quieres que te conteste, hazme pregunta por pregunta.
Suspiré, encarándolo con sincera frustración. Guardamos silencio mientras yo ordenaba mis ideas.
—¿Cuándo llegaste?
—No estoy seguro —contestó encogiéndose de hombros— Llevo aquí el tiempo suficiente como para conocer costumbres de los humanos y mimetizarme con ellos— se señaló la ropa—. El día que llegué me rescató una familia en las afueras de la ciudad. Me dieron esto, pero no podía quedarme allí... tenía muchos sueños cuyo significado sigo sin entender y que me dejaban con la sensación de que allí no era mi lugar, así que me vine para acá y ocupé esta casa abandonada. La estuve observando varios días y parece que nadie repara en ella, la tienen olvidada.
Esa exhaustiva respuesta contestaba mis primeras dos preguntas, pero aún había mucho que discutir.
Miré los rayos de padre Sol por un momento, debatiéndome entre decir o no lo que tenía pensado... pero bueno... a final de cuentas era mi hermano, ¿no? Y me había salvado de un peligro hasta ahora desconocido para mí...
—Mi nombre es Helena.
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Ojos de Agua y manos de Fuego
FantasyPrimero que nada y creo que probablemente ya lo sepas: el Agua NO habla. Y no lo sé por ser como tú ni como los otros, lo sé, porque yo soy Agua. El silencio es la peor de mis eternas maldiciones, así que ahora que mi madre Mar me ha dado la oportu...