Notaba algo inusual en Ian, que a veces me miraba con ternura y a veces se ponía tan serio que su semblante se volvía frío.
—¿Qué pasa? —le pregunté preocupada.
Él sacudió la cabeza sin responder de inmediato.
—Son muchas cosas, Hele, no quiero abrumarte con ellas...
Rodé los ojos permitiendo que una pequeña sonrisa se dibujara en mi rostro.
—Ian, creo que de todos los presentes aquí yo soy la única con la que puedes hablar las cosas como son, aprovecha la oportunidad —le sugerí tratando de sobreponer mi voz a la música.
Él me devolvió la sonrisa, escrutándome intensamente con la mirada, a tal grado que mis mejillas se ruborizaron levemente.
—De acuerdo, ¿pero qué te parece a la hora de la cena? Mi deber ahora es enseñarte a mover esos pies.
Reí divertida y accedí con un asentimiento de cabeza.
Ian. sin perder más tiempo, me tomó de las manos y las colocó alrededor de su cuello con suavidad antes de encararme con sus ojos castaños, sonreír de nuevo e indicarme con la cabeza que me acercara.
Lo miré confundida.
—Coloca tus pies sobre los míos, primero quiero que sientas el ritmo —me susurró al oído.
Asentí lentamente y coloqué mis pies sobre los suyos.
Acto seguido él llevó un pie hacia atrás y otro hacia delante con un ritmo que hasta entonces había sido desconocido para mí.
—Cierra los ojos —me pidió.
Obedecí de inmediato sorprendida por lo que la música le podía provocar a mi cuerpo... era una sensación indescriptible, similar tal vez a lo que era fluir en el seno de Mar... ¡No! ¡Era aún mejor!... Era una combinación de libertad y euforia que se entremezclaban con mi respiración. Cuando menos lo hubiera pensado, mis pies se movían solos al ritmo de los de Ian, siguiendo sus pasos con una emoción abrazadora.
Reí conmovida, soltando mis brazos de su cuello para observar mis pies.
¿Eran mis pies los que se movían? ¿Tenían acaso vida propia?
—¡Oye! ¡Lo entendiste muy rápido! ¡Parece que eres un talento nato en esto! —exclamó Ian, divertido.
Le sonreí radiante.
Pronto entendí que cada canción tenía un ritmo diferente, aunque bastaba con que cerrara los ojos para escuchar con atención y adaptar mis movimientos a su cadencia. Me pareció una actividad tan entretenida que el tiempo se me pasó volando, especialmente al lado de Ian, que conforme observaba avances, me sugería movimientos con los brazos y con la cabeza. Posteriormente pasamos a otros pasos con los pies que aumentaban en dificultad, pero que me hicieron soltar un par de carcajadas.
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Ojos de Agua y manos de Fuego
FantasiPrimero que nada y creo que probablemente ya lo sepas: el Agua NO habla. Y no lo sé por ser como tú ni como los otros, lo sé, porque yo soy Agua. El silencio es la peor de mis eternas maldiciones, así que ahora que mi madre Mar me ha dado la oportu...