Capítulo 39: El encuentro con Gaiam

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—¿Qué fue lo que pasó? —le pregunté a Iris

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—¿Qué fue lo que pasó? —le pregunté a Iris.

—¿No es obvio? —repuso con un hilo de voz— Llegó Gaiam y a los que no mató, los volvió esclavos.

"Estamos en otra dimensión, Ian. Cuando el hombre comenzó a poblar la Tierra, los grupos nómadas se fueron por distintos caminos y uno de ellos se topó con la entrada a esta dimensión. Dicen que tiempo después llegó un sabio que les enseñó todo lo que sabemos hoy. Esta tierra era... —su mirada estaba perdida— era maravillosa y radiante. Pero pocos entienden esa belleza y Gaiam no es uno de esos."

Debo admitir que ya había presenciado tantas cosas tan sorprendentes, que creí cada una de sus palabras. Hace tal vez tres meses no le hubiera creído nada y hubiera pensado que estaba loca.

—Lo siento, Iris... —murmuré sin saber qué más decir.

Pasamos las horas en silencio. Era un silencio agobiante, cargado de palabras sin pronunciar, de recuerdos y sensaciones que se escapaban del entendimiento. En mi mente no dejaba de rondar el pensamiento de una muerte segura. Una vocecita pesimista en mi interior me decía que en el momento que había decidido hablar con Gaiam, había firmado mi sentencia de muerte. Sin embargo, había otro pensamiento más fuerte que acallaba esas palabras: de no ser por aquella osadía, probablemente mi hermana, Iris e Itsmani ya estarían muertos. "Lo único que lograste con tus palabras fue comprarles unas horas más de vida" insistió aquella vocecita.

Suspiré, rendido. Recargué mi espalda contra la fría pared y me dejé caer pesadamente, sosteniendo mi cabeza con ambas manos.

—Hele y Aydan van a venir por nosotros —dijo una voz de niño desde la celda contigua—, siempre lo hacen —aseguró.

¿Quién era yo para contradecirá a Itsmani? Además, su lógica de niño era infalible, porque para él un "siempre" implicaba todavía una corta vida. Para mí un "siempre" implicaba más de veinte años. Y veinte años eran prueba suficiente de que el "siempre" no existía más que para la muerte.

—¿Hemos considerado ya la posibilidad de escapar? —preguntó mi hermana a nadie en particular.

Iris asomó la cabeza entre los barrotes de su celda y negó con la cabeza.

—Conozco demasiado bien estos calabozos como para saber que es prácticamente imposible, más si hay un siope de por medio en la operación. Él se adelantará a cualquier pensamiento de huida que tengamos...

Suspiré pesadamente incapaz de seguir luchando contra las ideas desmotivantes que se agolpaban en mi cabeza. Ya ni siquiera sabía para dónde mirar, porque en cualquier lado que mis ojos se detuvieran veía frías paredes grises.

Itsmani fue mi salvación cuando me rogó que le contara historias. Su curiosidad y su serenidad me despertaron una serenidad propia.

Le conté del Río Marlin conectado al Mar por el que a veces íbamos cubiertos por una tupida vestimenta de palmeras. Mis tíos tenían una casa escondida en la selva y después de encallar el bote, seguíamos un sendero bastante estrecho para llegar a su hogar. Ellos no tenían hijos, así que se permitían grandes lujos. Lu en ese entonces era una bebé, pero era demasiado curiosa y un día tomó una tarántula que había encontrado en el sillón de la casa y se la llevó a mis padres.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora