Ian me explicó los términos para describir la cocina, pero supongo que quien quiera que esté leyendo en este momento ya los conoce mejor que yo, de modo que ahorraré ese espacio para explicar otros asuntos relacionados con mi aprendizaje. Primero que nada, me sorprendió sobremanera la rapidez con la que la información se guardaba en mi memoria. Ian le llamaba memoria inmediata y además un agregado de memoria fotográfica, yo más bien se lo atribuía al hecho de que Mar anhelaba de alguna manera descubrir más sobre la naturaleza humana y todo lo que mi cuerpo sintiera, oliera, viera o escuchara podía volverse muy valioso... ¿Sería tal vez ésa mi misión?
Ian me entregó ropa suya excusándose porque Mara no se había mostrado muy solidaria. Aunque a mí me parecía irrelevante, porque no veía mucha diferencia entre hombre y mujer, sólo me deleitaba con la suavidad de las telas. Después me enseñó dónde dormiría. Me explicó que normalmente él dormía allí, que ese era su cuarto, pero como yo era la invitada, era preciso que yo ocupara su cama, ¿de verdad el día había pasado tan rápido?
Cuando me acosté sobre la cama me quedé dormida al instante, pues el Aire era cálido y arrullador. La ventana estaba abierta de par en par protegida por una red que Ian había llamado mosquitero.
Nunca había experimentado esa sensación de paz al dejar mi cuerpo de lado y centrarme en lo que era yo. Sentía que dentro de mí había un espacio infinito y un sin fin de vivencias y experiencias que bailaban sin parar... Era como si se encontraran en una fiesta de recuerdos y sentimientos que se transformaron en un extraño sueño donde yo era un pez y nadaba en el vientre de Mar, que reía y me decía: "Tú eres. Fluyes. Irás y vendrás de nuevo a mi regazo. Solo espera a tus hermanos."
En el sueño nadaba sin parar, continuando aquella danza silenciosa, hasta llegar a los confines del mundo, donde mi cola se transformaba en piernas y de pronto mis manos podían tocar al Sol, que parecía sonreírme desde lo alto de su posición. Mi madre continuaba susurrándome al oído: "Solo espera a tus hermanos"...
Desperté algo exaltada por la vivacidad del sueño, ¡la mente cada vez se mostraba más poderosa de lo que jamás hubiera imaginado!
Primero miré a mí alrededor desorientada, respiré hondo. El padre Sol seguía en su lecho, pero su luz ya comenzaba a asomar con tonos rojizos y anaranjados.
Me hubiera gustado recordar todo lo que había soñado, pero parecía que Mar quería que mi presencia en los dominios de la madre Tierra siguiera siendo un misterio.
En ese momento no supe qué hacer... ¿Debía esperar a que Ian viniera por mí? ¿Debía bajar a la cocina? El estómago me dolía sobremanera y yo no comprendía por qué.
Decidí incorporarme y asomarme por la ventana. Quité la malla que privaba mi vista y observé los contornos de las palmeras, escuché los sonidos que hacían los pájaros y sentí el cálido Aire golpear contra mi rostro; la madre Tierra despertaba con el padre Sol. Yo era testigo de eso y me encantaba.
Entonces sucedió algo que me sacó de mi ensoñación. Todo bajo mis pies tembló fuertemente, provocando que me tambaleara hacia atrás. Era tan fuerte que incorporarme me fue imposible, ¿estaba soñando todavía?
Escuché gritos afuera de la habitación. Estaba casi segura de que habían sido de Mara, y una vez más me nació la necesidad de protegerlos. Ante este pensamiento mi cuerpo se convirtió en Agua al tiempo que viajaba por el suelo de madera hacia al lugar de donde provenían los gritos.
Entré a la habitación contigua justo a tiempo de ponerme de barrera entre un mueble y Mara, que estaba a punto de ser aplastada por el mismo. El mueble seguía cayendo, pero frené su paso lo suficiente como para envolver a Mara y caer hacia delante para deslizarnos hacia la puerta.
—¡Mara! —escuché la voz de Ian desde el piso de abajo. Ella ni siquiera fue capaz de contestar, su pánico era tal que calentaba las partículas dentro de mí.
Una vez que cruzamos el umbral de la puerta mis Olas rebotaron contra las paredes y descendieron las escaleras con el cuerpo de Mara. Sabía que mi Agua no era suficiente para sacarlos a los dos de la casa, así que al llegar junto a Ian, que nos miró inmóvil a pesar del peligro que reinaba, dejé a Mara a su lado y llegué a la cocina.
Ian me había explicado que el "fregadero" sacaba Agua para lavar los utensilios de la cocina, pero en ese momento para mí se convirtió en la mejor de las soluciones.
Extraje el Agua desde las tuberías, incorporándolas a mi propia Agua. El temblor me llevaba de un lado para otro, pero ello no me impidió terminar con mi labor, y cuando fue suficiente el Agua regresé lo antes posible a donde había dejado a Ian y a Mara, ¡qué sorpresa me llevaría cuando no los vi allí! ¿Dónde se habían metido?
Me volví hacia la salida y descubrí que estaban a punto de alcanzarla. Flui hacia ellos, los envolví y salimos disparados al camino de la entrada donde aparentemente estábamos a salvo, pero quedé por todos lados, sintiendo la fuerza absorbente del pasto que amenazaba con convertirme en alimento de plantas, ni siquiera sabía cómo regresar a mi estado original y aún continuaba temblando.
Un árbol cayó de lado, obstruyendo el paso de salida. Sentí un arrebato de energía que me sacudió violentamente como si alguien me hubiera golpeado. Mi Agua salpicó todo el porche de la entrada y la fachada. Mi perspectiva una vez más se fragmentaba en miles de perspectivas que veían la Tierra, el cielo, a Ian y a Mara, el vecindario, el pasto y todo aquello que pudiera tocar con mi elemento.
Entonces, por fin, paró de temblar, pero yo quedé aún regada, viendo cómo Ian y Mara se levantaban, escuchando voces de personas que habían salido de sus casas, escombros de casas endebles, la respiración de las plantas, el movimiento agitado de la madre Tierra. Comprendí entonces que algo se había removido dentro de ella; aquello no había sido un simple temblor. Y mis sospechas se comprobaron cuando empecé a sentir la urgente necesidad de ir hacia la maleza tropical.
"Solo espera a tus hermanos" recordé fugazmente cuando recobré mi figura humana.
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Ojos de Agua y manos de Fuego
FantasyPrimero que nada y creo que probablemente ya lo sepas: el Agua NO habla. Y no lo sé por ser como tú ni como los otros, lo sé, porque yo soy Agua. El silencio es la peor de mis eternas maldiciones, así que ahora que mi madre Mar me ha dado la oportu...