Capítulo 33: Felicidad

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Llevábamos una semana en el cuartel secreto y no podría ser otra cosa que sincero al admitir que no me sentía a gusto

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Llevábamos una semana en el cuartel secreto y no podría ser otra cosa que sincero al admitir que no me sentía a gusto. Era evidente que los elementos eran más que bienvenidos, pero para Mara y para mí era otra historia completamente diferente. En situaciones como esta era cuando más extrañaba nuestra casa, donde no había ojos curiosos ni miradas reprobatorias todo el tiempo. Además, estar acá significaba un cambio radical en mi vida. Después del segundo día, el señor Durand me había permitido utilizar un teléfono para hablar al trabajo y renunciar. Durand había sido claro:

—No espere que después de haber conocido a los elementos su vida regrese a la normalidad.

¿En qué me distraería ahora? No tenía trabajo, universidad y la hostilidad de la gente era un tanto agobiante. Ni siquiera podía pasar tiempo con Hele, quien ocupaba su tiempo en entrenar su autocontrol, investigar con el señor Durand cómo deshacerse de la marca en su mano, y cuidar de Itsmani. Se trataba de una apretada agenda que apenas nos permitía intercambiar un par de palabras durante la comida.

Irisaura en ese sentido fue mi salvación en el tercer día. Ella me ofreció entrenar con los soldados a su mando. Esa primera semana había sido extenuante para mí. Aquí debo recalcar que sí hacía ejercicio antes de conocer a los elementos, pero dos o tres veces a la semana, además, había que agregar que mi pierna seguía en estado de recuperación. En la tarde, cuando nos permitían retirarnos, apenas y tenía energía para pensar lo mucho que deseaba el encuentro con mi cama. Había momentos incluso en los que no tenía siquiera las ganas para bañarme... ¡Y apenas era la primera semana!

En ese momento caminaba por el pasillo hacia la habitación, sudando la gota gorda por los últimos circuitos que tuvimos que completar. Mi mente vagaba entre el deseado descanso y una botella de Agua.

—¡Ian! —exclamó una voz dulce detrás de mí.

Me sobresalté al escucharla, pero acto seguido no pude más que sonreír.

—¡Pero si aquí viene la invencible chica de Agua! —repuse radiante.

Ella caminó a mi lado dedicándome una sonrisa que me robó el aliento.

—Hoy vencí a Aydan, ¿te imaginas? —dijo con un entusiasmo contagioso en la voz.

—¡Me hubiera encantado verlo!

Ella se abrazó cariñosamente a mi brazo y me jaló en la dirección contraria a la que íbamos.

La interrogué con la mirada.

—¡Oye! No todos los días sucede que nos encontramos caminando en el pasillo, además hoy Aydan está a cargo del baño de Itsmani, así que tengo espacio libre —se volvió hacia mí—, ¿por qué no aprovechamos para pasar el rato?

Solté una carcajada.

—De acuerdo, Hele, pero me agarras en el peor momento, ¡ni siquiera me dejaste perfumarme para la ocasión!

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora