Capítulo 32: Ejercicios para descargar la frustración

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:') Lo logré ! Al fin ! Este capítulo se lo dedico especialmente a Clemmie, porque es una escritora excelente y me parece absurdo que la gente haya insultado su historia. Así que con esto, Clemmie, espero darte ánimos, que lo que te digan otras personas no te haga sentir menos o detenerte a hacer lo que te gusta.

Saludos a todos y perdón por tardarme tanto.

Nessy


Después de mi pequeña tarea y recorrer los interminables pasillos, fui con mis "hermanos" a la gran Arena que se encontraba detrás del castillo, en la parte más cercana a una profunda barranca

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Después de mi pequeña tarea y recorrer los interminables pasillos, fui con mis "hermanos" a la gran Arena que se encontraba detrás del castillo, en la parte más cercana a una profunda barranca. Solo los altos muros que rodeaban el castillo evitaban a los soldados que peleaban en la Arena de una muerte segura.

Para llegar a la Arena tuve que pasar por la cocina, donde damas y sirvientas quisquillaban al tiempo que lavaban platos y cocinaban. Después crucé las caballerizas de madera, con altos techos y un hedor a excremento de animal que penetraba en la nariz y parecía impregnarse en la ropa. Por último, pasé al lado de la herrería real, observando los cascos y las espadas que colgaban del techo.

La Arena me recibió con un silencio perturbado por mis hermanos, que luchaban en el centro. Se veían diminutos desde las gradas.

Me quedé observando sus movimientos por un momento, ¡se veían tan ridículos! Parecían animales salvajes, sin gracia ni talento.

Reí mientras descendía a su encuentro. Pronto mis pies tocaron la Tierra seca y se encaminaron al centro.

Una vez al lado de Cook le sonreí con malicia.

—¡Siempre tan poco habilidoso! ¡Das lástima!

Me encaró con la rabia contenida y yo no pude más que ensanchar mi sonrisa.

—¡Idiota! —gruñó antes de provocar un temblor que hizo que me tambaleara hacia atrás.

Me incorporé fulminante y sin miramientos le lancé una bola de Fuego que le dio de lleno en el pecho, propulsándolo hacia atrás.

Mirna, que era todavía más siniestra que yo, rió a carcajadas como si se tratara de una arpía.

Sus ojos negros se cruzaron con los míos.

—Se ve que el día de hoy vienes más fuerte de lo común, ¿acaso estuviste molestando tanto a Nirva que se deprimió de nuevo? —me preguntó con una curiosidad morbosa que me molestó.

Aunque lo que decía era cierto, mientras Nirva más débil o vulnerable estuviera, yo me volvía más fuerte. Era una ley natural. Como su complemento yo tenía todo lo que ella no tenía.

Sin detenerme mucho a pensarlo, le lancé una bola de Fuego a Mirna, quemando de paso una hilera de obstáculos. Mirna se encargó de quemar el resto con una ráfaga de Viento que desvió mi ataque de su objetivo.

Ojos de Agua y manos de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora