Extasis

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Advertencia: Este capítulo contiene contenido erótico explícito. Se recomienda ser +18 para leerlo.

Tras despedirse de una manera cordial de todos los asistentes de la fiesta, toda la familia real subió a un amplísimo carruaje. El duque regañaba a Gabrielle, pero esta se dedicaba a mirar por la ventana mientras lo ignoraba. Josefina y Luis también hablaban en susurros, los reyes sin embargo no se dirigieron palabra alguna. El ambiente podía cortarse con un cuchillo y la discusión entre Gabrielle y su marido era cada vez más acalorada.

-Duque, ruego que perdone a Gabrielle, yo insistí en este baile, toda responsabilidad cae sobre mí.

Entonces el duque pareció tranquilizarse o al menos fingió hacerlo. Realizó una reverencia y todos permanecieron en silencio. Los duques fueron los primeros en bajar del carruaje. La siguiente parada fue Versalles y cada matrimonio se dirigió a su habitación. María temblaba como un perrillo asustado, casi todo el servicio se encontraba durmiendo por lo que tuvieron que desvestirse ellos mismos. El rey quitó la chaqueta de sus hombros con un fuerte movimiento, pero María no se movió de la puerta.

-Majestad yo... Lo siento. Ruego que me disculpe. No pensé lo que hacía y...

-María. -interrumpió su marido levantando la mano.

Ella cerró los labios de inmediato, se sentía desnuda, como una niña a la que acababan de descubrir una travesura. Pero el carácter del rey la tranquilizó en seguida pues se mostraba comprensivo y amable como siempre.

-¿Habéis pasado un buen rato?

Auguste quitó la peluca de su cabeza y la colocó en el escritorio dejando su pelo al natural, algo alborotado por el tiempo que la había llevado puesta. María se vio sorprendida tanto por la pregunta que su esposo acababa de hacerle como por el tono que había empleado, tan hogareño y dulce como siempre.

-S... Sí.

-Entonces ha valido la pena. ¿Ha hecho Leonard ese vestido?

María se miró, era un vestido muy atrevido, sobre todo para Versalles, pero nadie podía negar que se veía como una anténtica diosa. Quitó su peluca con las manos y sus mechones rubios cayeron por sus hombros y su pecho.

-Sí, lo diseñó hace tiempo, pero me dijo que no había encontrado a nadie que lo portara como él quería, ha sido un regalo, no me ha dejado pagarle por ello.

-Tiene razón. Estás preciosa.

Aquellas palabras ruborizaron a la joven, Auguste se sentó en una de las mesas de té que la habitación otorgaba por decoración, pues no era corriente que se tomara el té en el dormitorio. Abrió un pequeño armario y sacó una botella de champán llena de polvo, esa botella debía de haber llevado ahí algún tiempo y ser de una carísima etiqueta.

-Gracias, majestad.

Auguste pareció pensar qué decir exactamente, como si estuviera milimetrando las palabras exactas. Tragó saliva y pasó la palma de las manos por su pantalón para secar el sudor de estas debido a su nerviosismo.

-¿Estáis demasiado cansada como para tomaros una copa conmigo? Sería una pena que ese vestido no estuviera más tiempo en vuestro cuerpo y no parece que halláis disfrutado la última parte de la fiesta.

María alzó las cejas a modo de sorpresa, pero no pudo evitar sonreír. Asintió repetidas veces y se acercó al otro sillón mientras su marido abría la botella. Llenó las dos copas y le ofreció una a su esposa, brindaron con una sonrisa amplia en el rostro y probaron el líquido que entró en sus labios como si fuera agua bendita.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora