María

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La joven corría por los amplios jardines de los que se sabía cada rincón, su vestido se movía debido a las vaporosas telas, su pelo suelto, rizado y rubio bailaba al son al que ella corría. Apenas había cumplido los catorce años, aquella era su última vez corriendo por aquellas flores donde primaban los colores blanco y rosa, los favoritos de la princesa.

Con solo catorce años y criada entre la realeza germánica-otomana sabía que su destino estaba cada vez más cerca, y que debido a su corta edad en el futuro no recordaría cada detalle de aquellos hermosos jardines. Por lo que se sentó sobre el césped y contempló como el cielo se teñía de tonos anaranjados y rosáceos en tierras germanas por última vez.  Cuando el sol volvió a esconderse como cada día entre los eminentes árboles, María decidió volver a palacio, donde su familia la estaba la esperaba, corrió hacia sus brazos como cada día para darle un beso. Su madre era una mujer muy buena y cariñosa, incluso llegó a ser llamada débil en las malas lenguas. María Teresa de Habsburgo agarró a su pequeña dándole un tierno abrazo, sabía que aquella sería la última cena que tomarían juntas. 

-He mandado a preparar tu comida favorita. Sopa de patatas.

Los ojos de la chica brillaron al ver todo el repertorio de comida, sobre todo cuando su mirada de dirigió a la porción de la mesa donde reposaban todos los pasteles recién horneados, su boca se hacía agua, se sentó colocando una servilleta de tela en sus muslos, agarró sus cubiertos sonriendo, saboreó la sopa y la bebida haciendo que su paladar experimentase una maravillosa sensación. 

Hasta que se percató de algo. Algo muy importante, dejó los cubiertos de nuevo en la mesa, su estómago se hizo un nudo y miró a su madre. 

-Mañana partiré a Francia. ¿No es cierto?

Su madre miró al suelo y asintió lentamente. Tras eso, la joven y su madre hablaron durante toda la noche, su única comunicación pasaría a ser por carta, se abrazaron y compartieron cientos de anécdotas. 

"¿Recuerdas madre cuando Leopoldo cayó por las escaleras delante de los duques de Alba?, ¿Recuerdas mi ángel cuando tu hermana Carolina te adornó el cabello de flores y te mandamos a retratar?" Cuando la reina María Teresa envejeciese y su cerebro no le dejase volver a recordar todos aquellos recuerdos y María fuese una adulta que caminase por Versalles, solo las paredes recordarían aquella dolorosa y hermosa despedida.

María se despertó al día siguiente en su cama por última vez, olió las sábanas impregnándose de ese hogareño perfume que no volvería a oler, mirando las paredes que jamás vería de nuevo. Sus damas la vistieron como de costumbre, las conocía desde que era muy joven, más que su servicio, eran sus amigas. 

-¿Crees que tu marido será guapo? Los franceses tienen fama de ser hombres muy bellos. 

-No lo sé, mi madre dice que no me preocupe por ello, que con que me dé herederos será suficiente.-respondió María mirando el pequeño espejo de plata.

-Estoy segura de que serás muy feliz allí.-sonrió Erika alisando los pliegues su falda.-Vamos a echarte mucho de menos.

Una sonrisa tierna se dibujó en los rasgos de la joven, no desaparecía el nudo del estómago, se sentía abrumada por la situación, no importaba cuanto tiempo llevase preparándose mentalmente para aquel acontecimiento. Sus damas la acompañarían todo el viaje hasta París, por lo que no sentía que debía despedirse de nadie aún. 

Pero sintió como todo se derrumbaba cuando se sentó por última vez en su cama, donde su madre iba a arroparla todas las noches, aunque su niñera se encargase antes de hacerlo. Miró al techo, a su tocador, donde sus hermanas y ella se habían cepillado el pelo hasta tarde pues decían que así lo liberaban de las impurezas del día. El sonido de la madera la hizo girar la cabeza, no habían llamado a la puerta, por lo que sabía que se trataba de alguien importante, su madre, vestida de luto, como siempre, la observaba desde allí. 

-Está todo listo, María.

La joven se levantó y siguió a su madre, fue ella misma quien cerró la puerta de su antigua habitación, el carruaje con todo su equipaje la esperaba fuera, se giró para despedirse de su madre, aunque sus ojos estaban totalmente cristalizados, intentó ser fuerte y no llorar. María Teresa abrazó a su hija fuertemente.

-Pórtate bien con el pueblo de Francia, que sepan que les he enviado un ángel.-susurró su madre. 

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora