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Camino a Francia no solo se dirigían María y Carlota, por supuesto ni Amelia ni Isabel iban a dejar pasar esa enorme oportunidad, la joven sabía que su marido no le pondría el menor problema y que le venía bien tener la mente ocupada en otros asuntos. 

Las más jóvenes esperaban fuera de los carruajes mientras intentaban subir a los niños arriba. 

-¿Quieres hablar de lo de ayer?-preguntó Carlota.

-No es algo que me apetezca, si te soy sincera.-admitió la joven mientras movía el abanico con lentitud.

Las dos se giraron hacia el gran pasillo del jardín decorado con enormes flores, Isabel se acercaba a ellas caminando con elegancia como siempre mientras sus sirvientes llevaban su enorme equipaje. Carlota se cruzó de brazos negando con la cabeza. 

-Archiduquesa, ¿Veis normal comenzar el día con una copa de champán?-preguntó la mayor negando con la cabeza. 

Isabel se acercó pacientemente a ellas mientras sacaba su abanico, no había día en el que su hermana no estuviera deslumbrante, siempre portaba maquillaje y una gran gargantilla para ocultar sus pesadas marcas de viruela. 

-No es temprano si no he dormido aún.-explicó la mayor de todas mientras guardaba la llegada de su última hermana. 

Las tres miraban al horizonte desesperadas por la llegada de Amelia, charlaban sin mucha ímpetu pues prestaban más atención a que los niños no salieran corriendo hacia todos los lados. María miraba el carruaje desde fuera comprobando que tuvieran todo lo necesario. Escuchó un silencio por parte de sus hermanas y el ser madre le había enseñado que los silencios que venían sin aviso nunca eran buena señal. Se giró con lentitud y entendió el motivo, el marqués se acercaba hacia ellas, realizó una respetuosa reverencia sin mirarla a los ojos. María decidió acabar antes de alargar la conversación. 

-Majest...

-Buenos días, marqués. Imagino que viene a contarme que preferirá viajar con los hombres mientras las mujeres y los niños nos acomodamos en los dos carruajes más grandes, ¿Me equivoco?

El tono tan osado y tajante de María hizo que todos se vieran sorprendidos, el marqués entreabrió los labios ligeramente y después de un par de segundos solo se limitó a asentir. 

-Así es... Buen viaje, majestad.-se despidió con otra reverencia para dirigirse al otro carruaje que partiría de inmediato. 

La tensión podía cortarse con un cuchillo si se desease, pero ninguna de sus hermanas quería preguntar, Amelia apareció en la lejanía entrando en los jardines acompañada de sus hijos y esposo. Las tres archiduquesas la miraban desde el carruaje de manera quieta y recta, como si estuvieran a punto de pasar uno de sus antiguos exámenes de conducta.

El ambiente dentro del carruaje no cambió demasiado, era muy temprano por lo que la mayoría había optado por descansar, pero María no podía dormir, no podía dejar de pensar qué había pasado, quizás si nunca le hubiera dicho aquella seguirían como aquellos días. 


Pero eso era algo que nunca llegaría a saber, después de unas horas, su hermana Isabel despertó y se estiró justo al lado de su hermana, la adulta miró hacia el lado viendo que María ya estaba despierta. 

-¿Es hora de comer?-preguntó la mayor de todas buscando con la mirada algo para almorzar. 

María no pudo evitar reír, pero negó con la cabeza con suavidad. Se colocó de manera más recta y sacó su abanico. 

-Aún no, pero he traído un té muy especial, me lo regaló el emperador de Japón hace un tiempo, por mi cumpleaños. Pero casi está por acabar y no habrá para todas. ¿Está mal si solo nos lo tomamos nosotras mientras las demás duermen?

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora