Gens I

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Cuando el sol volvió a salir por el horizonte y se coló en la ventana de la habitación del marqués despertando a Gilbert antes que a nadie, el adulto miró hacia su lado, durmiendo como una niña estaba su perdición, descansaba sobre su hombro pues solo hacía un par de horas que habían decidido dormirse, hicieron el amor durante toda la noche dando por perdidos sus intentos de olvidar lo sucedido.

No podían tardar en prepararse en volver a la realidad pues ese mismo día llegarían a Viena.

Casi como si hubiera oído sus pensamientos, María abrió los ojos, pero volvió a acurrucarse en su cuello al instante. El marqués rio ligeramente y acarició su espalda.

-Tenemos que irnos, están a punto de despertarte.-le susurró en el oído.

María asintió con la cabeza y se levantó de la cama con pesadez, cuando sus pies tocaron el suelo de nuevo estiró los brazos hacia arriba mientras se giraba para mirarlo.

-Lo veré en el desayuno, mi señor.-dijo haciendo una exagerada reverencia.

-Estaré encantado de verla allí, majestad.-respondió el marqués imitando su gesto.

Después de un baño rápido, todas las sirvientas ayudaban a María a colocarse el vestido, Leonard lo había enviado como un regalo para ella. No era un enorme vestido de la corte francesa, en su lugar, era un hermoso vestido de color amarillo más parecido al de la corte austríaca, casi como una flor.

-Majestad, no podemos colocarle el resto de sus accesorios.

María levantó una ceja y se giró hacia ellas sin entender el porqué. Aún le quedaba el sombrero, los guantes y la chaqueta.

-¿Y eso porqué?

-Una persona nos pidió hacerlo ella. ¿Debemos dejarla pasar?

María se giró hacia la puerta, su hermana Isabel se asomó hacia la habitación, varias arrugas adornaban el contorno de sus ojos, pues esta era casi doce años mayor que María.

-Pero bueno, que hermosa está, majestad.

María sonrió con los ojos casi cristalizados y ambas se dieron un enorme abrazo, aunque no habían tenido una gran relación, María siempre recordaba imitar a su hermana mayor en todos sus actos.

-¿Qué haces aquí?

A pesar de que Isabel había ingresado en un convento junto a su hermana Ana, no parecía para nada una abadesa, portaba aún sus lujosísimos vestidos. María pasó los ojos por todo el cuerpo de su hermana y miles de recuerdos invadieron su mente, Isabel había sido durante años la más bella de todas las hermanas, su belleza fue tan conocida que incluso estuvo a punto de tomar el puesto que le correspondía a ella entonces, el de reina de Francia, pues Luis XV estaba más que dispuesto a casarse con ella. Los ojos de María se posaron entonces en el que había sido su bello rostro, todas las marcas tapadas por un pesado maquillaje pero que seguía siendo visible para todos. La marca de la viruela, la enfermedad que había destruido todos sus sueños posibles y que la había dejado encerrada en un convento para siempre al no encontrar esposo.

-Me dijeron que su majestad estaba aquí y no quería perderme a la reina de Francia.-dijo con una sonrisa.-Francia debe de ser genial, estás muy gorda.

María golpeó con suavidad el hombro de su hermana con su abanico mientras reía. Al haber perdido la belleza con los años, Isabel se había vuelto muy sarcástica, María siempre había sentido pena por su hermana, había podido tener uno de los futuros más envidiables del mundo y sin embargo el destino se lo había impedido.

-¡No me digas eso! Ya no tengo catorce años.

-Vamos, deja ya de llorar. Voy a terminar de vestirte.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora