A Medianoche

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María se negaba a abandonar el Trianón. Estaba demasiado cómoda junto a sus hijos y su mejor amiga como para hacerlo. Incluso las jóvenes se dedicaron a recoger los huevos del gallinero, caminaban con ropa cómoda y coronas de flores. El otoño hacía que las setas brotaran del suelo y las hojas secas cayeran con delicadeza de las ramas. 

La joven escribía una carta a su hermana Carlota contándole como se había aficionado a la vida rural y como llevaba casi una semana sin asistir a palacio para nada más que lo necesario. Ese tiempo a solas le había venido bien para desconectar del mundo. Un sirviente tocaba el piano mientras ella tomaba una taza de té, algunos lienzos estaban sin acabar en una esquina, pues la joven había decidido retomar una de sus pasiones más ocultas, la pintura.

Gabrielle entró en el salón junto con Aglaè. Ambas sonrieron y tras una reverencia se sentaron al lado de María. 

-Voy a avisarte para que lo sepas, pero tu esposo va a venir a verte. Según tengo entendido, lo ha pasado algo mal. 

María miró a su amiga y suspiró. Aunque ver a Auguste no era lo que más le apetecía, solo el pensamiento de imaginárselo solo durante todas las horas del día, no podía evitar que su corazón se rompiera.

-De acuerdo, me cambiaré en cuanto acabe la carta. 

La puerta se abrió con precaución y las tres mujeres se giraron rápidamente, pues no era normal que alguien entrase sin permiso a menos que fuera una persona muy cercana. 

El joven Max entró en el Trianón y al sentirse observado se rascó la cabeza haciendo que su peluca se moviese más de la cuenta, pues el joven no estaba acostumbrado a ese tipo de trajes. 

-Lo siento. ¿Interrumpo algo?

María negó con la cabeza y lo invitó a pasar con la mano. Sus sobrinos corrieron hasta él agarrando sus brazos. 

-¿Qué te trae por aquí? ¿Te ha dado el señor Moreau un descanso de tu clase de esgrima?

-El señor Moreau se encuentra enfermo así que he decidido venir aquí.-dijo intentando zafarse del agarre de los niños.-En realidad... Venía a... Preguntar si podría dar un paseo con la señorita de Polignac. Solo será por aquí cerca, no nos alejaremos.

Aglaè se puso roja de vergüenza, pero parecía muy ilusionada, miró a su madre para poder pedirle permiso y Gabrielle miró a María en busca de aprobación. La reina asintió dándole a ella la responsabilidad de su hija, pues los reyes se habían ofrecido a pagar la dote de la joven, dándole así acceso a casi cualquier hombre de la corte.

-Claro que podéis, archiduque, por favor no os adentréis en palacio, no quiero que Jules monte un escándalo por no haberle preguntado. 

Maximiliano asintió con la cabeza y la adolescente se puso en pie para dirigirse a su lado con nerviosismo. 

-¿Podemos ir nosotros también?-preguntó Jules acercándose a su hermana. 

-¿Y nosotros?-preguntó María Teresa.-Por favor, madre. ¡Podríamos montarnos en las barcas!

María rio y asintió con la cabeza. 

-Claro, decirle al cochero que vais de mi parte y os dará un paseo por el ríachuelo.

-Gracias, María.-sonrió el joven. 

Los chicos salieron del Trianón y María guardó la carta para enviarla. Gabrielle suspiró mientras miraba por la ventana, esta parecía mucho más relajada que de costumbre. María sonrió y cogió de nuevo su taza de té. 

-¿En qué piensas, mi querida Gaby?

La joven miró a su amiga y sonrió mientras se encogía de hombros. 

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora