Eras tú

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La joven se giró sobre sus talones para mirarle, el marqués de Lafayette la observaba desde un par de rigurosos metros. Hizo una respetuosa reverencia y luego volvió a colocarse en una postura más cómoda.

-Me parece bien, mi señor, agradezco el esfuerzo que habrá hecho para acompañarme.-respondió la joven de manera natural.

La reina y el marqués entraron en el carruaje, sabía que serían varios días de viaje, pero su hermano Leopoldo quería unir a la familia al menos una vez más antes de que su madre fuese enterrada, por lo que no había tiempo que perder, todos sus hermanos viajaron desde muchísimas partes del mundo para ver a su madre por última vez, las cartas fueron enviadas en los últimos días de la emperatriz, si tenía suerte y se daban prisa podía llegar antes de que el corazón de su queridísima madre se parase para siempre.

María había extrañado muchísimo Viena y no podía creerse que fuese a volver. El marqués iba leyendo un libro, la joven sabía que sería un viaje en silencio, pero quizás eso le daría cierto tiempo para pensar.

-Majestad.-después de un par de horas de viaje el marqués habló.

-¿Sí?-preguntó la joven dejando su libro a un lado.

El marqués pensó por un momento, pero luego negó con la cabeza.

-No importa, ¿Necesita algo?

-No, estoy bien.-respondió María volviendo a su libro.

El marqués asintió con la cabeza, entablar conversación no era su fuerte y María tampoco quería hacerlo, de vez en cuando se dedicaban una mirada, a veces estas chocaban e incluso a veces llegaban a dedicarse una pequeña y tímida sonrisa. La joven miró por la ventana quitando la pequeña cortina. El cielo estaba completamente negro y no tardaría en llover, la primera parada aún estaba lejos por lo que el cochero decidió ir más rápido.

-¿Cree que se avecina una tormenta fuerte?-preguntó María.

-Eso creo, el viento también es demasiado fuerte por lo que si llueve no tendremos más remedio que parar, el suelo estará demasiado encharcado.-se quejó el marqués.

María asintió con la cabeza indicando que estaba de acuerdo, siguió mirando por la ventana un rato más hasta que decidió volver a su libro. Maldijo no haber traído alguno más, o al menos uno que no estuviese a punto de terminar. La joven bostezó y cogió una de las almohadas colocándola en su oreja. El marqués la miró y no pudo evitar pensar que casi parecía una muñeca, María era una mujer demasiado hermosa como para pasar desapercibida, aún menos ante los ojos de Gilbert.

Solo había pasado media hora, pero la joven despertó debido a un horrible trueno, el marqués también se percató de ello y miró por la ventana.

-Estamos cerca de la casa de campo de Moûtiers. Ordené que nos dirigiésemos allí.-informó el marqués.

María miró por la ventana viendo que la tormenta se hacía cada vez más fuerte, suspiró sabiendo que aquello haría que se retrasasen demasiado. Cerró la cortina y se colocó de manera más recta en el asiento. No tardaron en bajarse del carruaje, la fuerte lluvia era imparable, aún menos con aquel diminuto parasol que había traído en sus pertenencias, el marqués se colocó justo a su lado pasando un brazo por su hombro y subiendo su otro brazo a sus cejas para poder ver con claridad. Las criadas intentaban hacer que la reina no se mojase, pero aquello era misión imposible, a pesar de que apenas fueron unos metros María estaba empapada.

Cuando entraron en la "casa de campo" como al parecer Auguste llamaba de pequeño y así se había quedado, se dieron cuenta de que estaba en un horrible estado, todo estaba sucio y desordenado, pues no estaba previsto para ser la primera parada de la reina.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora