Versalles

598 56 7
                                    

Cuando quiso darse cuenta, la habían cambiado de ropa, se había despedido de sus damas y con unas nuevas damas de compañía caminaba por aquella especie de tienda de campaña sintiéndose como una extraña. La ropa era muy distinta, llevaba un cancán, los colores y los vestidos pomposos eran la última moda en Francia, el corsé estaba tan apretado que creía que no iba a poder respirar. Le recogieron el cabello en un moño decorado con lazos del mismo color turquesa que el vestido, lleno de capas de terciopelo debido al frío invierno. Pero no se sentía realmente incómoda

Se dirigían a ver a Madame Adelaide, quien todo el mundo conocía como Madame Troisième, tía de su futuro esposo. Varias veces le habían advertido que tuviera cuidado con aquella mujer tan estirada. Pero ella sabía que sería parte de su familia. Bajó del carruaje hacia una especie de carpa realizada con terciopelo azul, allí la esperaba una mujer vestida con un amplio vestido, su peluca de pelo blanco como la nieve estirada hacia arriba se le hizo algo graciosa, hasta que se dio cuenta de que aquel lugar poco tenía que ver con su país de origen.

-Buenas tardes alteza, mi nombre es Madame Adelaide.-se presentó la adulta realizando una pequeña reverencia. 

Lo cierto es que para ser la tía de su esposo, no parecía tener más de veinticinco años, María tenía hermanos más mayores que ella. 

-Hola.-sonrió la chica.

La joven se tiró a los brazos de la mujer dándole un cálido abrazo que por supuesto aquella frívola mujer no le devolvió, de hecho, se sintió sumamente incómoda al respecto. María se aclaró la garganta alejándose suavemente de la adulta, miró al suelo pensando en lo que acababa de hacer, pero no pasó ni un segundo cuando de nuevo Adelaide posó su dedo índice en su barbilla haciendo que levantase la cabeza hacia arriba. 

-La delfina no agacha la cabeza. 

-Lo siento.-se disculpó en un susurro.

-Una futura reina no pide perdón.-respondió la adulta en un tono sumamente estúpido e incluso borde.

Sus ojos fueron desde su pelo a sus zapatos, la adulta realizó una mueca con la cabeza que no le gustó nada a María, pero prefirió callar antes de volver a meter la pata con aquella mujer. 

-Bueno, al menos tienes carne para rellenar el vestido, cuando crezcas te desarrollarás más.

Musitó sus últimas palabras, se giró sobre sí misma y comenzó a andar, sus nuevas damas de compañía le indicaron que debían seguirla. Ella caminaba sin decir nada, solo observaba las distintas partes de la carpa, había varios soldados, le llamó la atención la cantidad de pelucas que todo el mundo llevaba, a veces incluso personal de trabajo llevaba una peluca blanca.

-¿Me entiendes cuando hablo?-preguntó de nuevo en tono descortés aquella mujer.

Tras un silencio y un suspiro de la joven asintió con la cabeza, Adelaide no se había dignado a tan siquiera girar la cabeza para hablar con ella.

-Sí, se hablar alemán, francés, español y sueco. Incluso el lacayo de mi madre me enseñó algo de latín.

Todos los criados parecieron sorprendidos, pero de nuevo la adulta no parecía conforme con eso, quizás era porque Madame Adelaide apenas sabía hablar un idioma aparte de su idioma natal. 

-Lo mínimo que se espera para la futura reina.-respondió con un retintín celoso.

Subieron de nuevo a un carruaje, María esperó que aquel viaje no se le hiciera tan largo como el anterior o acabaría prefiriendo caminar hasta Versalles. Madame Adelaide se sentó delante suya completamente recta al lado de su dama de compañía. Ella la imitó mirando por la pequeña ventana de la puerta, aunque hacía frío llevaba un abanico en sus manos. 

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora