Las jóvenes comenzaron a correr, pero la guardia real no tardó en caer. Las escaleras no estaban lejos, sin embargo, aquellas escaleras solo llegaban hasta la primera planta, aún debían bajar un piso más.
-Ve tú.-dijo Gabrielle mientras soltaba la mano de Carlota.
-¿Qué? No puedo dejarte aquí.
Los hijos de María no paraban de llorar y si no se daban prisa, su posición no tardaría en ser desvelada.
-Si no llegamos ninguna de las dos al carruaje, mis hijos no tendrán ninguna oportunidad, pero si tú vas, sé que puedo confiar en ti. No tienes tiempo que perder.-ordenó Gabrielle mientras empujaba la espalda de su amiga.
-Mandaré a Fersén a por ti.-prometió María.
Gabrielle asintió y las jóvenes se miraron con orgullo, pues habían compartido una vida brillante juntas. Gabrielle era sin duda una amiga valiosa.
La reina corría tirando de sus hijos, estaba terriblemente cansada, pero apenas podía sentirlo debido a la adrenalina. El sonido de los cristales volando en mil pedazos era abrumador, además de los gritos y los disparos.
Gabrielle corría por los largos pasillos buscando a Jules, no sabía que hacía, pero sabía que tenía que proteger tanto a la reina cómo a sus propios hijos.
Jules no andaba lejos de allí, había robado una escopeta de caza de su majestad e incluso algunas de sus ropas aprovechando el caos. Por supuesto había consumido sustancias estupefacientes que eran notables en sus ojos y boca. Caminaba nervioso mientras apuntaba a todo lo que se movía con su arma. Los ojos verdes del joven viajaban por todos los amplios pasillos decorados con alfombras de terciopelo y jarrones llenos de flores silvestres.
Divisó a su aún esposa no lejos de allí, la mirilla del arma viajó con rapidez a su ojo derecho mientras la punta de la escopeta apuntaba hacia la cabeza de Gabrielle.La bala salió disparada del arma hasta estampar contra uno de los jarrones haciendo que este estallase. En una reacción inesperada, la joven se colocó detrás de la mesa, sus manos y piernas temblaban y sabía que debía luchar por su vida. Gateó hasta quedar detrás de la siguiente mesa de decoración.
-¡Gaby!-gritó mientras colocaba otra bala en la recámara.-¡¡Ni se te ocurra esconderte!! ¡O te advierto que será peor!
El corazón de la joven golpeaba tan fuerte su pecho que podía notar como su piel se movía en consecuencia. Tragó saliva y continuó gateando usando los muebles como escudo. El joven terminó de bajar las escaleras, se encontraban entonces en el mismo piso. Gabrille se esforzaba en que ni siquiera la respiración se le notase, el tener que llevar aire a sus pulmones se convertía en una gran dificultad y un trabajo pesado. Otro disparo impactó sobre una escultura que adornaba el precioso pasillo haciendo que aquella hermosa figura de Hermes se quedara sin mano.
-¡¡Sal!!-ordenó el joven mientras recargaba el arma.
Al ver que se encontraba en un callejón sin salida, la joven no tuvo más remedio que secarse las lágrimas y subir los brazos para levantarse poco a poco a medida que sus rodillas se estiraban. El arma y los ojos de Jules volvieron a apuntar directamente a la joven que le mostraba su espalda.
Gabrielle apartó las lágrimas de sus mejillas con el antebrazo y se giró con lentitud para quedar delante de su marido. Este subía y bajaba el pecho con rapidez, realmente no esperaba tan siquiera encontrar a Gabrielle en aquel caos, su huida había sido un despiste de los guardias debido al poco personal, pero nunca fue su plan inicial. Realmente, él nunca tuvo ninguno. Fue gracias a Gabrielle que tanto él como Aglaè no habían muerto de hambre en aquella fría y deshabitada mansión que su padre le había dejado en herencia.
-Mi amor...-susurró la joven.-¿Qué te han hecho?
Jules no comprendió las palabras de su esposa a pesar de haberla oído perfectamente, la joven no tardó ni un segundo en correr hacia sus brazos y abrazarlo con todo su amor. A pesar de todo, Jules era el amor de su vida desde que tenía uso de razón, un hombre tan guapo que todas las mujeres se peleaban por él, sin embargo, aquel hombre solo tenía ojos para aquella chica introvertida que prefería pasar los días en el piano que en los grandes salones, que llevaba el pelo lleno de trenzas y el color de sus ojos parecían irreales, brotaban magia.
Fue un cúmulo de problemas lo que distanció a la pareja, entre ellos los enormes problemas económicos que habían tenido. Si no hubiera sido por eso, jamás se había visto una pareja tan encantadora y enamorada uno del otro.
El brazo del joven pasó con lentitud hasta la espalda de su esposa, tardó al menos un minuto en soltar el arma y rodear su cintura con fuerza mientras apoyaba la cabeza sobre la suya.
-Querida... Mi esposa... Mi niña.-dijo con ternura tal y como la llamaba desde que la conocía.-Yo solo quiero irme de aquí.
La joven colocó las manos sobre sus mejillas acunando el hermoso rostro de su marido entre sus palmas, los ojos de Gabrielle se empañaron y asintió con la cabeza.
-Claro que sí, los niños nos están esperando, vamos a irnos de aquí. Vamos a ser muy felices.-prometió.
Quizás la palabra que mejor los definía era la de un amor tóxico y dependiente, uno que más que hacerles volar juntos, les había cortado las alas a los dos. Encerrados en aquella cárcel de oro y con la puerta abierta, pero sin poder salir.
La mano del joven fue a parar a la nuca de su esposa para acercarle la cara hasta la suya, se fundieron en un profundo beso antes de comenzar a andar hacia la salida. Iban abrazados mutuamente mientras caminaban en silencio hacia el gran portón. Jules se veía ligeramente destrozado y demacrado debido a su tiempo en prisión.
Un gran grupo de manifestantes armados con instrumentos para arar la tierra, cuchillos de cocina y algún arma de no mucho calibre se acercaron a ellos con rápidez, pues era obvio que tanto Gabrielle como Jules no habían pisado un trabajo de verdad nunca. Los furiosos manifestantes hicieron que la pareja se parase, Jules se colocó delante de Gabrielle para protegerla antes de pasar.
-¡No!-gritó Gabrielle agarrando su brazo.
-Tranquila.-ordenó Jules quien parecía realemente relajado ante la situación.
Los manifestantes cada vez se acercaban más y más, su sed de venganza podía verse en sus ojos y no parecían tan siquiera dispuestos al diálogo.
-¡No toquen a su majestad!-gritó Gabrielle, los ojos de Jules se tornaron confusos.-¡Es vuestro rey! ¡No pueden hacer esto!-siguió gritando después de soltar el brazo de Jules.
La elegante casaca y su hermosura le daban a Jules un aspecto muy propenso al del monarca, quizás un rey tal y como cualquier persona que no había visto nunca a Auguste se imaginaría al rey de Francia.
-Gabr...-comenzó a hablar el joven.
-¡¡Es un ladrón!!-gritaba un hombre apuntándolo con su hoz.
-¡¡Así es!! ¡¡¡Cogedle!!! ¡Merece morir!-gritaba la muchedumbre.
En poco tiempo, el joven fue rodeado por una gran multitud, los ojos de Jules miraron a Gabrielle por última vez, pues aquellas personas no tardarían en destrozarlo. Aunque lo último que Gabrielle sintió en su pecho fue una profunda tristeza y sintió algunas lágrimas cayendo por sus ojos... Las alas de Gabrielle habían al fin vuelto a brotar. Por fin era libre. Jules había sido el amor de su vida, el amor de la duquesa de Polignac. Pero era hora de que Yolande de Polastron comenzara a vivir de verdad.
También rodeada de varios manifestantes se encontraba una persona muy importante en Versalles. María y sus hijos.
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María. (TimePrincessGame) Terminada.
Hayran KurguHistoria basada en el video juego TIME PRINCESS. Ante todo esta es una historia de ficción.