Abrázame

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María se sentó descansando el diván, las contracciones eran fuertes y su cuerpo bien sabía que su tercer hijo no tardaría demasiado en venir. María Teresa se sentó a su lado, la pequeña ya tenía cinco años y era una princesa perfecta, todos parecían tratarla con mucho más cariño y afecto de lo que le habían tratado a ella. Su pelo estaba recogido en una trenza, aunque ya había comenzado a usar pelucas, la joven prefería ver a su hija con el pelo al natural, el pelo castaño y ondulado de su padre contrastaban con los hermosos ojos azules que había heredado de su madre creando a una joven muy hermosa. Luis Carlos, su segundo hijo, por el contrario, parecía haber sido solo hijo de su madre, con el pelo rubio y los ojos azules, la sangre austriaca recorría sus venas.

Todos discutían en como sería la apariencia de su nuevo hijo, pero eso no era algo que preocupase a la joven madre, ella prefería esperar a ver qué le deparaba el futuro.

-¿Crees que ya viene?-preguntó Auguste colocando cariñosamente una mano sobre el vientre de su esposa.

-Sí, aún queda un poco, pero no pasará de hoy.

-22 de Octubre... Es una fecha muy hermosa. ¿No te parece?-le preguntó al pequeño Carlos que solo tenía dos años.

Este asintió y se acercó corriendo a su padre abrazando sus piernas, Auguste era un padre ejemplar, siempre miraba por sus hijos antes que por otra cosa en el mundo. Uno de los sirvientes secaba el sudor de María, no era común verla así, pero solo llevaba un camisón y el pelo suelto.

-¿Te duele mucho?-preguntó María Teresa.

-Solo un poco, no te preocupes.-la tranquilizó su madre acariciando su cabeza.

-Bebé.-señaló el pequeño en brazos de su padre.

Aunque el pequeño no tuviera ni idea de qué significaba realmente ser un hermano mayor, estaba a punto de convertirse en el mediano de la familia.

Auguste agarró la mano de María traspasando así todo su apoyo, los jóvenes reyes habían conseguido superar los obstáculos de ser padres mezclados con las responsabilidades reales, se llevaban maravillosamente y además de eso, se querían y admiraban. Todo lo que el reino y su propia familia necesitaban.

A las 4:00PM nació el tercero, Luis José. Otro niño que la familia acogió con amor como a todos sus hijos.

Como todos los años, volvió el verano y el jardín se llenó de flores, María tomaba el té con Gabrielle mientras todos sus hijos jugaban. El conde Fersén se encontraba con ellas, todos charlaban mientras el rey seguía en su despacho recibiendo un sinfín de reuniones.

-Creo que esto es todo por hoy. ¿Me equivoco?-mencionó el rey al acabar de firmar un contrato más.

-Así es, majestad. Todo está listo.-finalizó Blaisdell mientras los integrantes de la reunión abandonaban poco a poco el enorme despacho del rey.

El joven suspiró con las pocas fuerzas que le quedaban, se frotó los ojos y se levantó de su asiento para mirar por la ventana, sonrió al ver a su esposa disfrutando de sus hijos. El pequeño siempre estaba en brazos de su madre, incluso cuando aprendió a andar prefería la calidez de los brazos de María.

-El príncipe es un niño muy hermoso, majestad.-dijo Blaisdell colocando sus manos detrás de la espalda como de costumbre.

-Todos mis hijos lo son, he tenido suerte, tienen una madre muy hermosa.-contestó el rey.

-Tiene razón, majestad. Este último se parece mucho a vos. Tiene vuestros ojos.

-Así es, tiene los mismos ojos que mi madre.-sonrió Auguste.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora