Mops

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El marqués miraba hacia su portafolio con el ceño fruncido. Realmente, no había nada que lo estuviera molestando, durante años esa había sido su expresión más utilizada y sin darse cuenta, los músculos de su rostro habían adoptado esa pose como la natural. 

El adulto se aclaró la garganta y acercó la delicada pluma hacia la tinta para firmar el documento sobre los nuevos soldados que se incorporaban al ejército francés. No podía evitar sentir como su estómago se cerraba al ver como cada vez esos chicos eran más y más jóvenes. Los chicos veían en el ejército una vía de escape a la hambruna y las necesidades que encontraban en su vida diaria. 

Las puertas se abrieron dejando pasar a un muchacho vestido con el uniforme militar. Aunque su postura era recta, y era alto en comparación al resto de los soldados, el marqués de dio cuenta desde su posición que sus hombros eran delgados dándole un aspecto casi femenino. Llevaba aún su gorro colocado en la cabeza y realizó una reverencia bastante torpe, inclicando las rodillas en vez del cuerpo. No recordaba tener ninguna reunión con ningún soldado por lo que su formación militar le hizo llevarse la mano directamente hacia su muslo de manera disimulada comprobando que su arma se colocaba en su lugar. 

-Marqués de Lafayette.-saludó el joven. 

-No recuerdo haber concretado nada con usted, mi señor, discúlpeme. ¿Puedo ayudarle?

El marqués se levantó devolviéndole una corta y protocolaria reverencia mientras intentaba adivinar la identidad de aquel extraño sujeto, pues había algo que se le hacía extremadamente familiar en aquella silueta. El sombrero estaba a la altura de sus cejas por lo que sus ojos y casi su nariz no eran reconocibles. Era imberbe, por lo que debía de ser aún muy joven. Sus brazos eran finos y sin forma y la chaqueta de terciopelo parecía adaptarse a su cuerpo en algunas zonas donde debía caer con soltura.

-¿Acaso no me reconocéis? 

El joven se llevó una mano hacia su sombrero, Lafayette estaba entrenado por los mejores soldados de toda Francia y había tenido lecciones por los mejores soldados de América, por lo que no tardó apenas tres segundos en colocar su arma en la frente del joven cuando este aún no había llegado a revelar su identidad.

El sombrero cayó al sueño creando un suave sonido hueco al caer sobre las botas de los soldados. Solo fue necesario ver los ojos de la joven para que el capitán suspirase aliviado. 

-Me ha asustado, majestad.-respondió Lafayette colocando de nuevo el seguro a su arma y dejándola en la funda correspondiente a su uniforme.

María rio mientras caminaba con los hombros más relajados hasta cololcarse delante de un ostentoso espejo. Se colocó de puntillas para verse mejor y arrastró los dedos por sus mejillas para difuminar el exagerado colorete que esa misma mañana le había colocado madame Deniau, por supuesto el maquillaje iba a juego con el precioso vestido nuevo color burdeos antes de que se lo cambiase por aquel uniforme que le había pedido en secreto a Leonard. 

-Creía que érais más valiente, mi señor. No sabía que os asustaríais por una damisela vestida como uno de vuestros subordinados. 

-No esperaba encontrar debajo de un sombrero de cabo a la reina de Francia travestida de militar, mi reina. 

María rio ante el serio semblante de Gilbert. Se acercó hasta él colocándose justo a unos centímetros de su pecho para recoger de nuevo su sombrero. Lo cierto es que la ropa de hombre era mucho más cómoda que los pesados vestidos a los que se les superponían capas y capas de materiales cada vez más gruesos y lujosos. Incluso pudo evitar llevar peluca recogiendo su cabello en una coleta baja adornada con precioso lazo blanco.

-Parece que no os alegráis de verme.-susurró la joven levantando la barbilla.

-Eso sería imposible... Majestad.-susurró el adulto colocando una mano en su cintura mientras acariciaba su espalda con el pulgar en movimientos suaves y lentos.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora