El primer día triste

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Al oírlo, Auguste propuso tener mucho más cuidado en las reuniones y alejar a los contagiados.

Decidieron desayunar con los duques de Polignac y sus hijos ya que estos no habían tenido ningún síntoma. María Teresa tomaba leche de su tazón hasta que sintió un trozo de pan en su frente. Frunció el ceño y miró directamente a una persona.

Jules, el hijo de Gabrielle, que solo era un par de meses mayor que ella rio mostrando la ausencia de sus dos paletas debido a la caída de los dientes de leche.

-¡Para!-se quejó la pequeña.

-No he hecho nada.-dijo rodando los ojos.-Habrás sido tú sola.

-¿Yo? No, has sido tú.-respondió cogiendo un papel y tirándoselo como venganza.

El trocito se quedó pegado en su peluca y fue ella la que rio tapando su boca. María giró la cabeza para mirar el escándalo que los pequeños estaban montando y ambos al notar la mirada de la reina sobre ellos comenzaron a comer como si nada hubiese pasado intentando evitar una regañina. María y Gabrielle hablaban sobre la comunión de sus hijos, ambos iban a sus clases de catequesis juntos y la harían el mismo día. Auguste se levantó aún sin haber acabado de desayunar, casi como todos los días y justo después de despedirse las mujeres decidieron trasladarse al trianón, así estarían alejadas de la gente y se protegerían de la enfermedad.

-¿Crees que Adelaide se molestará al enterarse de que no es la madrina de María Teresa?-preguntó la joven agarrada del brazo con su amiga.

-Que se enfade lo que quiera, los padrinos de María Teresa son Luis y Josefina, así lo decidió Auguste.

-Lo sé, es una pena que se trasladaran a París, las tres nos lo pasábamos tan bien... Por cierto, ¿Qué tal te va con tu marido? ¿Estás embarazada otra vez?

-¿Lo estás tú?-rio María.

Las dos reían mientras caminaban por el jardín, los trabajadores podaban los setos para que estos se vieran arreglados y armonizados en el jardín, sus hijos las acompañaban justo detrás de ellas.

-¡No! No lo sé, mi marido últimamente pasa muchas noches fuera de casa, puede que haya dejado a más de una preñada ya.-se quejó la joven mientras colocaba el parasol justo encima de su cabeza.

La frialdad y naturalidad con la que Gabrielle hablaba de las constantes infidelidades de su marido le helaba la sangre. Era incapaz de imaginarse a Auguste así, quizás porque bien sabía lo escrupuloso que su marido era con todo el mundo y por eso era incapaz de imaginárselo con cualquier otra mujer. Aunque no era de extrañar, las infidelidades eran lo normal en Versalles, siempre había gente chismorreando sobre quién se acostaba con quién y mirando con detalle a los hijos de todas las damas viendo si se parecían más a su amante que a su marido.

Instintivamente miró hacia atrás observando a sus hijos, Aglaé, la hija mayor de Gabrielle llevaba en brazos a Luis José, la joven se comportaba con una hermana mayor con todos sus hijos, José era el más parecido a su padre, pero tanto Carlos como Teresa también tenían varios rasgos de él, nadie podía imaginarse que fueran de otro padre. O al menos se aferraba a eso.

-¿No te molesta?-preguntó.

-¿El qué?

-Que tu marido... Ya sabes, esté con otras mujeres.

-Mientras siga manteniendo a nuestros hijos me da igual lo que haga por ahí. Además...-la joven hizo una pausa para suspirar.-Bien sabes que yo tampoco he sido la esposa perfecta.

En eso tenía razón, María jamás la había juzgado, pero la había visto coqueteando en fiestas con múltiples hombres y sabía que se había acostado con muchos de ellos. A veces inclusos se sentía una idiota por ser la única que guardaba respeto por su marido.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora