El día que lo perdimos todo

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-Cogedle.-ordenó aquel hombre.

Auguste dio un par de pasos atrás dispuesto a huir, pero aquellos hombres lo superaban en número.

-¡Mi hijo!-gritó colcando a su hijo detrás suya.

No tardaron ni unos segundos en tirar al joven al suelo mientras lo golpeaban, llamando por supuesto la atención de los otros dos presentes quienes se giraron rápidamente.

-¡¡Eso es!! ¡Dale a su majestad en el hocico! ¡¡Registrad el carruaje!! ¡La reina tiene que estar cerca!

La sangre de María se heló, el marqués agarró rápidamente su arma, pero las manos de María se lo impidieron.

-Vete.-ordenó la joven.

-¿Qué? ¡Claro que no! He prometido llevaros a salvo.

-Y si te matan ninguno se podrá poner a salvo. Eres el héroe del pueblo, no te pueden ver aliado con la familia real, Gilbert.

El joven respiró pesadamente, no había tiempo que perder, necesitaba pensar. Necesitaba actuar.

-Ven conmigo.-dijo finalmente.

María se miró su amplia barriga de embarazada, apenas podía andar, menos podría huir.

-No puedo.-susurró.-Llévate a Carlota, la matarán sin dudarlo, llévatela, ella al menos tendrá una oportunidad. Debes llevarte a los niños. ¡Mi hijo! Coge a José.

La joven se giró viendo como su hijo lloraba paralaizado del miedo, incluso los mocos salían de su nariz a la par de las lágrimas, uno de los hombres estaba a punto de acercarse a él, era demasiado tarde para salvar a José.

-No hay tiempo. ¡Vete!-ordenó de nuevo la reina.

El brazo de Lafayette se colocó en la espalda de la princesa para que esta no cayese de sus brazos mientras negaba con la cabeza.

-Voy a volver a por tí.-prometió.-Lo juro.

El marqués colocó una mano en su mejilla y besó sus labios rápidamente antes de acercarse a un caballo para salir corriendo de allí. María no perdió tiempo y corrió con todas sus fuerzas hasta José a quién cogió en brazos antes de que aquel salvaje se acercase a él.

-Vaya... Vaya... La reina de Francia.-respondió el hombre quién parecía el encargado de todo.-Tan bella como las revistas de sociedad hablan de ella. Me ha tocado la lotería.

-Suelten a su majestad.-ordenó María.-¡¡Ahora!!

Los hombres pararon, realmente no estaban haciéndole un daño severo a Auguste, seguramente debido al miedo que tenían si aquel acto tenía alguna consecuencia en el futuro. El joven tosió y María se puso de rodillas para ayudar a levantarlo, el joven consiguió ponerse al menos sentado.

-Tú no eres nadie para darme órdenes.-respondió el adulto.-Registrad el carruaje, todo lo que tengan ahí es nuestro.

Auguste se colocó en pie de nuevo, no iba a darse por vencido tan fácilmente, agarró a María por la cintura en señal de protección. Aquellos hombres registraron todo el carruaje, gracias al cielo, Carlota y Lafayette se encontraban lo suficientemente lejos para ser vistos.

El carruaje quedó prácticamente vacío, se llevaron hasta los cojines y las velas que lo decoraban y antes de darse cuenta, se encontraban de nuevo en París. Solo que esa vez, se encontraban en un calabozo.

Los habían despojado de todas sus joyas y bienes que llevaban encima, la celda era fría y sombría, solo era iluminada por un par de antorchas. María se encontraba sentada en el mugroso colchón que poseía el calabozo con su hijo en brazos, este parecía más tranquilo, pero jamás perdonaría lo que aquellas personas le hicieron pasar a sus hijos.

María. (TimePrincessGame) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora