Capitulo 37.

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Todo quedo en un abrumador silencio.

Astrid no podía creer que hubiera reunido valor para por fin expresar en voz alta lo que durante tanto tiempo vago en su mente.

Una carcajada inundo el interior del vehículo.

Angelo aparco el coche, en una esquina.

La risa de Angelo no paraba, Astrid miraba todo confundida, esa no era la reacción que Astrid esperaba. Ella creyó que gritaría y la molería a golpes, pero contrario a eso su reacción fue reírse.

—En verdad me has hecho reír, ¿Cómo se te ocurre pensar en terminar nuestra relación?, escúchame muy bien Astrid, tú no puedes apartarte de mí, no hasta que yo me canse y te deseche. Eres un juguete, y yo aún no me he cansado de jugar contigo.

Astrid no pronuncio palabra, solamente se quedó allí llorando, mientras que todo por fin lo veía tan claro, aquello que durante poco más de un año estuvo oculto para ella, la venda invisible que cubría sus ojos poco a poco iba cayendo.

Ella quería por primera vez en mucho tiempo poder respetar sus propias decisiones, pero su corazón sangrante seguía latiendo por él, aunque este hubiera manifestado abiertamente frente a ella que solo era un juguete, ella no podía dejar de amarlo.

Y Angelo sabia eso, tenía plena consciencia de que su determinación se derrumbaría con un par de palabras dulces y vacías.

El auto emprendió marcha nuevamente.

...

Abrió la puerta sin delicadeza alguna, adentrándose al que se hacía llamar su hogar, no tenía ánimos de hacer nada más que sumergirse en su miseria y autocompasión.

—¿Dónde estabas, princesa?

Astrid quien estaba por subir las escaleras se detuvo al escuchar esa voz, con pasos lentos se acercó a la sala donde su padre se ubicaba.

Las imágenes de ese horrible día se reprodujeron en su mente, magullando su alma.

—Salí a dar una vuelta con Angelo

—Sé que no he sido el mejor padre, he estado muy ausente últimamente por mi trabajo, pero te prometo que dentro de poco todo volverá a la normalidad, sabes que puedes contarme cualquier cosa ¿verdad, princesa? —Mark había estado notando ciertas conductas extrañas en su hija.

Se forzó a darle una sonrisa a su padre, cuando en realidad lo que deseaba era llorar.

—Lo sé, papi, si me disculpas me gustaría darme un baño.

Mark sonrió viendo a su hija irse por las escaleras, se dijo a si mismo que todo estaba bien y que solo era su paranoia, èl también trataba de engañarse.

...

Luz intermitente de las velas alumbraba la estancia a penumbras, el cuerpo desnudo de la fémina estaba sumergido en el agua perfumada de la bañera, su mente divagaba entre recuerdos y gruesas lagrimas rodaban por sus mejillas hasta fundirse con el agua de la bañera.

En su mente se mezclaban diferentes recuerdos, ella en su odio hacia sí misma se encargó de sacar a flote todos los recuerdos amargos, esos que ella trataba de esconder cada día en lo recóndito de su cabeza.

Recordó todas aquellas veces que vio a su madre—biológica— atendiendo clientes, recordó todos los adjetivos con los que tanto hombres como mujeres la etiquetaban, y la palabra "puta" no dejo de rondar por su mente ni un solo segundo.

Sentía asco de su propia piel, se restregaba la esponja por su piel con tanta fuerza que esta quedo roja e irritada, pero aun así ella no se sentía limpia, creía que no había jabón lo suficientemente fuerte como para acabar con la suciedad que ella sentía, pues esta no estaba en su piel, sino en sus células, en su corazón, en su alma atormentada por un amor que poco a poco la iba consumiendo.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora