Prefacio.

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Las mejillas regordetas de la linda pelirroja comienzan a teñirse de un color carmín, ella aún se encuentra en shock al encontrarse tal escena, su mano aferrada a la manija de la puerta comienza a hacer una gran presión provocando dolor, sin embargo ella está demasiado impactada como para sentir el como su piel se comienza a teñir de rojo por la presión. Por fin reacciona y sale despavorida del umbral del departamento.

Hace unas semanas que  había llegado a Boston por las vacaciones de primavera. Recién había salido del internado donde estaba y lo primero que quiso hacer fue ir a buscar a su tan querida prima, a esa dulce niña con quien había compartido sus alegrías, tristezas y sin fin de travesuras. Lo que no esperaba era encontrarse con una chica completamente diferente a la Astrid que conocía. Esta chica era todo lo contrario a lo que alguna vez fue Astrid, esta chica era fría y tenía serios vicios. Todo lo contrario a la chica dulce y caritativa que dejó en Australia. Y sus acciones ¡Oh Dios sus acciones eran imprudentes y egoístas! Desde que llegó a Boston notó el radical cambio en su prima y por supuesto su comportamiento no pasó inadvertido.

Llegaba cada noche con un chico diferente, salía todas las noches de fiesta y siempre llegaba alcoholizada. Esta en definitiva no era la Astrid que ella recordaba.

Saliendo del umbral de la entrada a los departamentos comenzó a caminar para tratar de despejar su mente de la embarazosa escena que había presenciado.

Ella había salido a desayunar debido a que  Astrid aún no llegaba, cuando tomó el picaporte sintió una mala sensación pero decidió ignorarla y al abrir la puerta encontró a su prima teniendo relaciones con un chico sobre el sofá. Ella quería salir de ahí, pero sus pies no respondían, estuvo congelada lo que a ella le parecieron minutos eternos en realidad solo fueron unos cuantos segundos, claro que posiblemente hayan sido los segundos más largos de su vida.

Deambulando por las calles empezó a analizar el comportamiento de Astrid, algo no cuadraba en ese cambio tan drástico, era cierto que las personas cambian, pero jamás espero el encontrar a tan distinta persona. La luz del sol se estaba esfumando con su último aliento en un hermoso arrebol, dentro de poco las farolas alumbrarían las calles, supliendo así el trabajo del sol durante la noche, sabiendo que no podía estar toda la noche en las calles tomó el primer taxi que encontró y estando en este tomo una decisión. Estaba decidida, la confrontaría, necesitaba una explicación del porqué había hecho esto de su vida. Quería ayudarla.

Ingresó al departamento temerosa de encontrarse alguna escena igual a la anterior, pero el departamento estaba sumido en un completo y abrumador silencio. Era claro que Astrid ya no se encontraba ahí pero sabía que regresaría y Kendall decidió esperarla. Esperó durante largas horas al regreso de Astrid, ese tiempo lo utilizó para meditar lo que le diría. Necesitaba sacarla de ese abismo, estaba desesperada por sacarla de esa vida que había escogido. Sabía que no podría acabar bien, los excesos la terminarían consumiendo hasta dejarla hecha cenizas y por el amor que ella sentía no podía dejar que ella se destruyera.

Se hicieron las cuatro de la mañana y Kendall escuchó el sonido de las llaves y los pasos torpes que delataban que había estado tomando nuevamente. Una Astrid ebria, con el cabello revuelto y su maquillaje corrido entro al departamento con pasos torpes para dejarse caer sobre el sofá.

—¿Donde has estado Astrid?.— Kendall se sentía muy triste de ver a su prima en ese estado.

—Me he divertido muchísimo Keni, deberías de hacer lo mismo.—arrastraba las palabras en cada oración dando a ver qué había bebido bastante.

Kendall se acercó a ella, se arrodilló delante suyo y tomó su rostro entre sus manos obligándola a verla. Y lo que sintió al ver ese rostro que solo reflejaba una gran tristeza que trataba de esconder con alegrías falsas le provocó unas inmensas ganas de llorar por su prima, por lo que se estaba convirtiendo.

—Por favor Astrid dime que te sucedió, tú no eras así. Por favor dímelo, quiero ayudarte.– la súplica en su voz era muy notoria, ella se encontraba en un estado de desesperación.

—No me ha sucedido nada, soy muy feliz ahora.– su voz sonaba decidida pero si la conocías tan bien como Kendall lo hacía, te podías dar cuenta que en el fondo se escuchaba una súplica silenciosa.

Quizás era la Astrid del pasado, la verdadera, que trataba con todas sus fuerzas de salir a la superficie antes de hundirse en el abismo de los vicios.

—No, tú no eres feliz Astrid. Tú sabes que no eres esta persona que tratas de ser. Por favor te lo suplico déjame ayudarte. ¿Que te sucedió Astrid?

Astrid se levantó derrotada y con los ojos cristalizados encendió un cigarrillo para después dar una calada y expulsar el humo. Estaba frente al gran ventanal que dejaba a la vista toda la ciudad, las cientos de luces se extendían con incandescencia, era una vista digna de admirar, más sin embargo Astrid no las veía. No miraba a Kendall, no miraba siquiera la ciudad, estaba perdida en sus recuerdos y solo dijo cuatro palabras. Cuatro palabras que simbolizaban el motivo de su destrucción

—Su nombre es Angelo.



Astrid en multimedia.

Hermosa portada hecha por xUnaPersonax de la editorial ReedInHouse

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora