Negro.
Todo estaba sumido en una densa masa negra, tan obscura que no podías ni siquiera verte las puntas de los dedos, por mas que los acercaras a los ojos, era la clase de oscuridad donde comienzas a dudar de si en verdad puedes ver, donde sospechas que quizás perdiste la vista y por eso hay tanta oscuridad sin un gramo de luz.
No se podía ver nada, era como tener una venda en los ojos, una venda demasiad gruesa y oscura que no deja paso ni a un gramo de luz, pero la falta de visión activaba más otros sentidos, como lo era el oído. A lo lejos se escuchaba un llanto, un llanto desgarrador que te provocaba tirarte a llorar acompañando en su sufrimiento a la otra persona.
La fémina sin poder ver nada comenzó a dar pasos dubitativos, había algo en el llanto que la llamaba con fiereza, ella avanzaba a ciegas hacia el lugar sin saber de dónde venía, solo siguiendo el llanto, era como un estado de hipnosis.
Después de varios pasos logro llegar hasta la fuente del ruido, ahí donde el llanto se hacía más intenso y se lograban apreciar con claridad palabras susurradas, palabras de disculpa... de despedida, su corazón se estrujo al escuchar las disculpas que eran emitidas con tanto fervor, con la voz quebrada, quiso llorar por esa escena que estaba escuchando, hasta que escucho una palabra, un nombre y su sangre se congelo, se quedó quieta sin saber qué hacer, pues el nombre que pronunciaban... era el suyo.
Ella era Astrid.
...
Steven yacía dormido como un bebe entre sus sabanas de seda, a su lado estaba Roberta, la mujer de la cual apenas unas horas antes abuso, sin embargo este hecho no le afectaba en lo absoluto, no tenía problemas con su consciencia por golpear y violar a su esposa, no sentía remordimientos por permitir que su hijo hiciera lo mismo con su novia, mucho menos le perturbaba el sacar a criminales que son un peligro para la sociedad solo por el hecho de que estos llenaban sus cuentas bancarias, quizás Steve no tenía una consciencia, o esta estaba tan dañada que se amoldaba a sus ridículos y misóginos pensamientos.
El ruido de un teléfono celular lo saco de su sueño, maldijo en voz alta mientras tomaba el teléfono para apagarlo, estaba por hacerlo hasta que noto dos cosas muy importantes: 1 era su teléfono personal, 2 la llamada estaba siendo ejecutada desde un centro penitenciario, ninguno de sus clientes sabia su número personal, y además eran las tres de la mañana. La curiosidad pudo más y contesto.
—¿Quién habla?
—Papá, tienes que ayudarme, la policía me detuvo.
Steve en primera instancia quedo congelado por la impresión de saber que su hijo estaba detenido, pero se repuso rápido de esta.
—¿Dónde estás?
—Es una estación de policía al suroeste, pasando el hospital.
Steve se apresuró a tomar ropa para cambiarse, mientras escuchaba a su hijo.
—No hables con nadie, pueden usarlo en contra, llegare pronto.
Salió de la habitación sin decir nada, una vez cortada la llamada, no se tomó la molestia de despertar a Roberta, aunque esta estaba despierta desde el momento en que él salió de la cama, ella tenía un sueño tan ligero que al mínimo movimiento despertaba. No dijo nada, se quedó callada fingiendo estar dormida, le aterraba despertar y darse cuenta de todo lo que estaba sucediendo, que, si bien no lo sabía, ya podía hacerse una idea de que se trataba. Lo que durante tanto tiempo temió se había vuelto una realidad. Y no podía hacer nada al respecto... ¿o sí?
...
Rose no se había movido de su lado, seguía ahí sentada tomando su mano y llorando, no pudo dejar de llorar en ningún momento. Se sentía tan culpable, creía que era su culpa, su culpaba diciéndose a sí misma que si desde un principio hubiera hecho lo correcto dejando de lado sus temores nada de eso hubiera pasado, se decía que si ella hubiera hablado a tiempo su hija no estaría en ese momento entre la vida y la muerte.
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Abismo [borrador]
General Fiction¿Que tan profundo caerías por amor? La pacífica vida de Astrid da un giro brusco a la llegada de su vecino, quien era el prospecto perfecto, esa clase de chico que ves en las películas y aspiras a un día tener. Era todo lo que Astrid podía desear:...