Capitulo 55.

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Astrid se mantenía quieta mirando la puerta de madera barnizada como si esta fuera un monstruo, quería poner cualquier excusa para no asistir a su cita, pero la promesa que se hizo a si misma de intentarlo volvió a navegar por sus pensamientos. Tomo aire y con todo el valor que tenía empujo suavemente la puerta que se abrió con facilidad.

En la estancia predominaba el color blanco y la madera, al igual que varias plantas, había varios sillones en colores neutros y un escritorio en una de las esquinas, en un sillón se encontraba sentada una mujer entrada en sus cuarenta, vistiendo un pantalón café y una blusa de mangas largas y cuello de tortuga en color beige, su cabello estaba amarrado en un pulcro moño, su piel era oscura, a pesar de ya ser una mujer madura seguía siendo muy bella.

Esta al ver a Astrid formo una sonrisa dejando ver sus dientes blancos.

—Bienvenida, toma asiento por favor. —con una señal de su mano indico un sillón en color chocolate para dos personas.

Astrid visiblemente incomoda tomo asiento.

—¿Cómo estas hoy Astrid?

La idea de mentirle en algo tan sencillo como eso era muy tentadora, pero se reprochó a sí misma y se fue por ser honesta.

—He tenido días mejores.

La mujer noto la incomodidad que desprendía Astrid y le hablo con delicadeza.

—No te sientas incomoda Astrid, todo lo que digas no saldrá de esta habitación, aquí las paredes son sordas y mudas.

Astrid hizo su mayor esfuerzo por relajarse un poco y asintió.

—Háblame de ti, de tu vida, ¿quizás de tu infancia?

Astrid se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar.

—Nunca conocí a mi padre biológico, mi madre tenía quince años cuando me tuvo a mí, ella se dedicaba a la prostitución, no recuerdo sus rasgos detalladamente, pero recuerdo que su cabello era rubio, un poco más claro que el mío y que era bastante delgada, a veces me cantaba y su voz era melodiosa.

—¿La llegaste a ver con algún cliente?

Astrid agacho la cabeza apenada y a la vez molesta de tener que revivir esos sucesos que quería enterrar en lo profundo de su mente.

—Sí, fueron pocas las veces, pero recuerdo que a veces lograba ver a hombres encima de ella.

La mujer se mantenía atenta a todas las palabras de la chica.

—¿Qué sentías al ver a esos hombres?

La rubia clavo sus manos en el sillón, tomándolo con fuerza, con impotencia.

—Claramente no sabía lo que sucedía, para mi ellos eran monstruos que lastimaban a mamá, me sentía impotente, y creo que cuando lo comprendí al ser mayor me sentí asqueada, de ella, pero más de mi por juzgarla sin conocer sus razones.

—¿Qué paso después?

Astrid tomo un respiro antes de hablar, aun escocia como el primer día hablar de ello.

—Un día me arme de valor para enfrentar al monstruo, ese hombre la estaba lastimando, recuerdo que ella gritaba que no y él solo seguía, no se detenía, con mis pequeñas manos lo golpee en la espalda con todas mis fuerzas, seguro el tipo no sintió nada, pero me lanzo contra una pared y me rompió el brazo, creo que quede inconsciente después de eso, cuando desperté tenía mi brazo con un yeso y mi mamá no paraba de llorar y pedir perdón, después de eso me dijo que tendría lo que merecía y me abandono en un parque a unos pocos pasos de un policía. Pasaron tres meses y Rose y Mark me adoptaron, han sido todo lo que pude desear.  —su barbilla tembló cuando termino de hablar.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora