Astrid estaba por abrir la puerta para entrar en la comodidad de su hogar, estando a unos pocos segundos de abrirla, esta se abrió de forma abrupta lo que hizo que Astrid diera un respingo, Rose del otro lado tenía una apariencia desprolija y sudorosa como si hubiese estado realizando alguna actividad física, sobre sus manos sostenía contra su pecho una carpeta de cuero en color marrón. No le dio una sonrisa como habitualmente lo hacía, lucia más bien asustada de verla ahí, como si esta pudiese leer sus pensamientos o ver a través de ella.
—¿Estas bien mamá?, luces agitada.
Rose asintió repetidas veces, Astrid no le tomo importancia al que su madre no la veía a los ojos, pero debió de haberle dado importancia, debió de importarle esos pequeños detalles, si los hubiese detectado a tiempo su futuro habría sido muy diferente.
—Sí, yo tengo que irme. —Rose tenía la cabeza gacha, era como si tuviera vergüenza de que su propia hija la mirase.
No le dio tiempo a Astrid de despedirse debido a que Rose escapo del umbral de su casa lo mas rápido posible, casi corriendo.
La actitud de Rose era visiblemente extraña, incluso Astrid quien era tan distraída la pudo notar.
Un poco turbada por lo ocurrido fuera de su casa, Astrid se adentró a su hogar, dejo tirada la mochila sobre uno de los sofás al igual que las bolsas con las compras. Fue directamente a la cocina de donde tomo una manzana.
Mientras comía la manzana subió escaleras arriba, iba sumida en un artículo sobre el estreno de un nuevo libro que no se dio cuenta de las bragas de encaje que estaban tiradas fuera de la habitación de sus padres, y si las hubiera visto las atribuiría a que sus padres tuvieron intimidad en su ausencia, resulta asqueroso el pensar en eso, pero son cosas que como pareja obviamente suceden.
Hasta haber atravesado la puerta de su habitación fue donde divisó a un intruso observando los cuadros que colgaban en su pared, de haber sido otra persona habría salido de inmediato de esa casa, pero no era cualquier persona, era su novio, y tu novio no te puede hacer daño... ¿o sí?
Creyó conveniente el dejarlo admirar sus cuadros, mientras ella se deleitaba con una buena vista de su espalda cubierta por una playera roja, debió de haberle prestado atención a las arrugas que presentaba la playera, podría ser solo un error común, pero para alguien tan pulcro como él la sola idea de ponerse una prende arrugada era inconcebible.
Camino con cautela hasta estar detrás de él, lo abrazo por la espalda pasando sus delgados brazos por la cintura de su novio, estando con sus manos sobre este pudo comprobar que su abdomen era duro, dando a entrever que su cuerpo era trabajado. — por un segundo se preguntó cuántas tablillas tendría—.
Angelo aparto los brazos de su novia de su cuerpo, el enojo presente desde la entrada a la escuela no se había disipado, al contrario, solo crecía cada minuto más, Angelo sentía que explotaría en cualquier momento, la suma de errores cometidos en un día eran demasiados.
Astrid tendía a comportarse de forma sumisa la mayor parte del tiempo, la necesidad enfermiza de querer mantener a las personas a su lado la orillaba a querer complacerlos en todo lo que fuera posible, cambiando su actitud para agradarles así a personas que eran temporales, pero de vez en cuando sucedían cambios en ella "Momentos de rebeldía" los llamaba ella.
Angelo la miraba con fijeza, sus bonitos ojos color esmeralda estaban envueltos en negrura, sus pupilas estaban dilatas, la rabia recorría sus venas, una sensación famélica por dañarla lo embargaba, quería romperla, destruir todos los trozos de su ser hasta que quedaran hechos cenizas y ya nadie jamás los pudiese volver a unir. Crearía una nueva versión de esa chica, una versión perfecta para él.
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Abismo [borrador]
Ficción General¿Que tan profundo caerías por amor? La pacífica vida de Astrid da un giro brusco a la llegada de su vecino, quien era el prospecto perfecto, esa clase de chico que ves en las películas y aspiras a un día tener. Era todo lo que Astrid podía desear:...