Capitulo 26.

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El cielo se pintó de tonos naranjas y amarillos, era digno de admirarse durante o horas.—o los minutos que este duraban.— y justamente en esa maravilla de la naturaleza fue que Astrid logro encontrar consuelo, algunas lágrimas bajaban por su rostro que se había tornado un poco rojizo, no lloraba por el punzante dolor en su entrepierna, tampoco lo hacía por lo que había perdido o rompido, lloraba porque había hecho aquello que siempre le aterro, y no había disfrutado ni una minúscula parte, los recuerdos de las agresiones a su madre biológica no paraban de invadir su mente, y se sintió sucia, quería lavar su cuerpo con esmero hasta que inclusive la piel comenzara a sangrar, a pesar de que lo había hecho con Angelo a quien ella amaba y que este fue tierno y delicado durante todo momento no ayudo a aminorar ni un poco la sensación de pérdida y suciedad.

Cuando arribaron en el muelle Astrid lucia ida, no hablaba a menos que Angelo le preguntara o hiciera algún comentario, ni siquiera logro disfrutar lo cariñoso que Angelo fue durante todo momento.

Él estaba satisfecho, había logrado lo que quería, y el sentimiento de posesión que antes estaba presente solo tomo mucha más fuerza al tener sexo con ella, era claro que sería cariñoso con ella.

Mientras Angelo conducía en silencio, Astrid divagaba en sus recuerdos y lo noto, el pánico se hizo presente.

—Angelo.

Ante el tono exaltado de su voz Angelo aparco en la acera, para voltear a ver el rostro lleno de terror de la rubia sentada a su lado.

—¿Estas bien cariño?

Astrid comenzó a negar, mientras hundía su rostro entre sus manos, quería llorar, quería gritar, quería hacer cualquier cosa que aminorara el pesar de su pecho.

—No... usaste condón, ¡Te viniste dentro de mí! —comenzó a llorar apenas pronuncio esas palabras.

Angelo golpeo el volante al escucharla, se repetía en su mente lo estúpido que había sido, no quería tener a un maldito mocoso en su vida, no en ese momento.

Quería golpear cualquier cosa, inclusive a la chica que estaba a su lado, pero no podía hacer eso, debía de pensar con la cabeza fría.

—Tranquila, conduciré a una farmacia y compraremos una pastilla de emergencia, todo va a estar bien amor.

Astrid elevo su rostro para enfocar los bellos ojos esmeralda, su vista estaba nublada a causa de las lágrimas que inundaban su rostro, débilmente asintió, sabía que la pastilla no era 100% segura, pero trataba de aferrarse a cualquier alternativa que no la hiciera madre a los 16.

—No... vuelvas a olvidarlo. —pronuncio con un hilo de voz.

Angelo quien había vuelto a encender el vehículo y conducía con destino a una farmacia la miro con indignación y coraje.

—Quizás esto no habría pasado si tú me lo hubieras recordado. —su voz presentaba un deje de enojo.

Y Astrid quien estaba al borde del colapso por tantos sentimientos en un solo día exploto.

—¿Ahora es mi deber recordártelo? ¡Tú eres quien deseaba hacer esto, no yo, así que el que hayas sido tan idiota como para olvidarte poner un maldito condón no es mi culpa!

Angelo freno de golpe.

Sus ojos resplandecían en enojo, quería golpearla, tomarla del cuello y hacer que se arrodillara suplicando perdón, sí, eso sería maravilloso y excitante, pero haría algo mejor, destruiría su mente, dejaría su autoestima hecha cenizas. 

—¡Vaya!, no sabía cuan desagradable había sido para ti, eres una malagradecida, deberías de estar agradecida de que yo me fijara en ti, mírate, eres tan simple y aburrida, quien querría estar contigo, ni siquiera tu propia madre te quiso. —sus palabras acidas y cargadas de veneno lograron justo lo que desde un principio habían deseado: herirla.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora