Capitulo 27.

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El ambiente dentro del coche se apreciaba tranquilo, estaba impregnado de olor a menta y el perfume de Angelo, Astrid amaba ese olor, podría embriagarse de él.

Astrid miro fijamente el perfil de Angelo, aquellos hermosos ojos esmeralda adornados de unas largas pestañas negras que resaltaban aún más sus ojos, sus cejas pobladas de color azabache, aquella blanca piel que contrastaba con el negro de su cabello, sus labios rellenos de color rosa y su nariz respingada que tenía diminutas pecas alrededor, y Astrid se sintió agradecida de tenerlo como pareja.

Angelo era perfecto ante sus ojos, aun cuando este le había mostrado un montón de defectos, pero no de la clase de defectos de los que te llegas a enamorar, sino defectos horribles, empezando por sus enormes celos, y continuando hasta su sentimiento de posesión sobre ella, pero más importante: la había golpeado, aun cuando estuviera ardiendo de rabia no debió de haberle levantado la mano, pero Astrid se negaba a ver todo aquello.

El auto se detuvo en un semáforo y ahí fue cuando Astrid se atrevió a preguntarle aquella duda que rondaba por su cabeza desde hacía días.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Angelo le dedico un mínimo vistazo para después responder. —Claro.

Astrid jugaba con sus manos las cuales estaban sobre su regazo, ella hacia eso cada que se sentía nerviosa y en este momento los nervios la carcomían por el miedo a su reacción.

—Llegaste antes de lo planeado ¿Puedo saber las razones?

Una mueca de desagrado fue puesta en su rostro, odiaba recordar el como la encontró, en los brazos de aquel imbécil.

—Te afecto mucho que llegara de repente ¿cierto? —habían llegado al estacionamiento de la escuela, ahora Angelo libre del volante podía ver de frente a Astrid para expresar la cólera que aun guardaba. —Apuesto a que te arruine la noche, habrías preferido seguir de zorra con aquel imbécil.

—Angelo por favor, no quiero pelear, David está confundido y me beso sin previo aviso, pero yo no le regrese el beso. Te lo juro.

Tomo las manos hechas puños de Angelo entre las suyas para acariciarlas, tratando de calmarlo.

—¡Voy a matarlo!, como se atreve a tocar lo que es mío. Le daré una lección.

Angelo abrió la puerta de su auto con rapidez para buscar a David entre las personas que no paraban de entrar a la institución, quería dañarlo, enseñarle a respetar lo que él creía que le pertenecía.

Astrid al ver lo que él trataba de hacer se apresuró a ir hacia él, avanzaba corriendo pues Angelo daba zancadas largas y la única forma para Astrid de alcanzarlo era corriendo. Una vez que logro llegar hasta él envolvió sus brazos en el torso de él, abrazándolo por la espalda tratando de evitar que golpeara— más— a David.

—Por favor Angelo no hagas una locura, dejaste a David rayando en la inconsciencia el sábado, no puedes golpearlo, podría incluso ir al hospital. —la amistad entre ambos podía ya estar rota, pero no por eso ella dejaría tan fácilmente que lo dañaran.

Angelo estaba furioso, en su cabeza solo rondaban ideas de cómo hacerle daño, pero tenía que coincidir con Astrid, no podía golpearlo, al menos no en ese lugar.

—Si vuelve a acercarse a ti e intenta tocarte le voy a fracturar sus asquerosas manos. —el tono en que lo decía daba a entender que hablaba muy enserio.

Astrid enmudeció ante su advertencia, Angelo había demostrado ser una persona violenta, pero no sabía hasta qué punto llegar, y tampoco deseaba averiguarlo.

Abismo [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora